Corbyn se enroca ante la moción de confianza de hoy

Cincuenta y siete diputados se rebelan contra él y 32 miembros de su equipo dimiten

CORRESPONSAL EN LONDRES Actualizado: Guardar
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Jeremy Corbyn, elegido líder laborista en septiembre con un respaldo abrumador del 59,5 %, se enfrenta a un airado motín en su grupo parlamentario, que llevaba mucho tiempo esperando el momento de alzar las dagas. Su ejecutiva, el llamado «gobierno en la sombra», se ha quedado en cuadro: 32 dimisiones. Además, 57 diputados le han remitido una carta en la que piden que renuncie: «No podemos ganar las elecciones si el país no ve que tenemos un candidato a primer ministro creíble. Necesitamos un cambio de liderazgo». Hoy se tendrá que someter a una moción de confianza, que se espera que se vote a las cuatro de la tarde.

El problema para los rebeldes es que Corbyn, de 67 años, un aparatchick radical que lleva treinta años sentado en los Comunes, no está dispuesto a renunciar a un puesto

que es la tardía cima de su biografía. Por boca de sus últimos leales ha anunciado que se presentará a cualquier convocatoria para elegir nuevo líder. Los moderados lo detestan, pero entre las bases tiene su público. Consideran que este hombre frugal, enjuto, de barba blanca y hablar lento, representa otra forma de hacer política, diferente a la del «establisment». En realidad no hay biografía más convencional que la de Corbyn, un político profesional desde su juventud, que no sabe lo que es trabajar fuera del partido. Los sindicatos también lo apoyan.

Varios centenares de simpatizantes se manifestaron ayer tarde para defenderlo. Lo hicieron con mucho colorido frente al Parlamento. Organizaba Momentum, la plataforma que impulsó su candidatura en las primarias. Una ojeada al grupo daba idea del perfil de público entre el que ha arraigado. Un muchacho con una cresta punk, un chaleco de cuero negro y unos bongós esgrimía un cartel de «I love Jeremy Corbyn». Otros portaban pancartas de «Jez we can», jugando con el diminutivo de su nombre. Abundaba lo que en España resumiríamos como ambiente perroflautístico.

Amigo marxista

John McDonnell, un veterano marxista de su quinta, un viejo amigo al que ha nombrado ministro de Economía en la sombra, es uno de los nueve de la cúpula que todavía continúan a su vera. McDonnell fue el primero en dirigirse a los manifestantes: «Jeremy ha sido elegido hace solo nueve meses con el mayor triunfo de cualquier líder político en un partido. Nosotros llamamos a esto democracia. En los últimos días un pequeño grupo de parlamentarios tratan de minar las decisiones democráticas del Partido Laborista y el movimiento sindical. Dejadme que sea absolutamente claro: ¡Jeremy no renunciará! Seguirá». Gran algarabía del respetable.

Y entonces se dirigió a ellos el propio Corbyn, que ha sido un clásico en todo tipo de manifestaciones a lo largo de su carrera. Curiosamente, el líder soslayó el problemilla de que van a por su cabeza. Se limitó a su habitual arenga contra la austeridad y los tories: «Tenemos un Gobierno que da rebajas fiscales a los súper ricos, que sistemáticamente ha privatizado la mitad de la sanidad pública, que ha extendido el mapa de la pobreza en Gran Bretaña. Yo no quiero vivir en un país donde la gente duerme en la calle mientras las mansiones están vacías. No quiero eludir hablar de derechos humanos». Aplausos también de gala de los manifestantes. La duda es si los encorbatados diputados de su grupo, que en ese mismo instante continuaban con su complot dentro de la Cámara, estarán de acuerdo con su manera de ver el mundo.

Corbyn era tolerado por la bancada laborista como una excentricidad que había que ir sobrellevando, en la idea de que faltaban tres largos años para las generales. Pero la dimisión de Cameron puede adelantar los comicios a finales del próximo otoño. El partido se ha visto con un candidato que tiene todos los boletos para ser goleado en las urnas. Corbyn se niega a renovar la flota de submarinos nucleares, porque es profundamente pacifista. También es republicano, en un país donde la monarquía está en cimas de popularidad, y simpatizante en su día de Hamás. Euroescéptico, hizo una campaña anémica ante el referéndum, que ha sido la gota que ha rebosado el vaso de enojo en sus filas. Como líder de la oposición, ha sido disperso y extraño. Ha desperdiciado balones en bandeja, como cuando Cameron fue sorprendido con 35.000 libras en el fondo offshore de su padre en Bahamas. Anoche ya se citaban posibles aspirantes a la sucesión, como Peter Mandelson, ministro de confianza de Blair, un político muy hábil, pero que se ganó en aquella etapa el poco alentador apodo de «El señor de las tinieblas».

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