Jesús Mariñas presidía la Peña Cuarto Poder

Beatriz Cortázar

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Ensalzar al que se va es algo que forma parte de una educación generosa pero para Mariñas no hacen falta elogios ni prosas rebuscadas, sino reflejar fielmente quién era y cómo era. Jesús forma parte de mi biografía profesional de la misma manera que forma parte de la historia social de un país que ha crecido con su pluma y lengua, tan afiladas como osadas, con las que pasaba del amor al odio en menos de una coma. Jesús fue el azote de algunas estrellas y el defensor a ultranza de otras como Montserrat Caballé o Carlos Larrañaga a los que siempre consideró más que amigos. Era como se mostraba, sin filtros ni recursos, y fue el maestro de todos los que luego han querido emular sus gestos o maneras televisivas sin llegarle ni a la suela de los zapatos.

Mariñas es el del tortazo de un premio Nobel al amor pasional por Carmina Ordóñez pasando por sus idas y venidas con la Jurado o sus abrazos con don Juan Carlos. Anécdotas hay miles. Si algo le gustaba era subirse a un avión e irse al fin del mundo en busca de un outlet o una mañana en tumbona y bajo el sol. Lector empedernido su memoria era de las que llenaban las sobremesas y nos hacían la tarde mucho más divertida recordando cómo Marujita Díaz llegó un día sin ropa interior y muerta de risa a su habitación de un hotel o cómo llevó en brazos al hijo de Larrañaga en su boda con María Luisa Merlo. Viajar, comprar y amar eran sus grandes placeres. Y escribir. Hasta días antes de fallecer estuvo mandando su crónica semanal desde la habitación del hospital con la ayuda de su marido, Elio Valderrama , quien hoy llora la pérdida del que ha sido el amor y compañero de vida. Con ellos creamos un grupo de periodistas del corazón la peña Cuarto Poder con sede en el restaurante Lucio donde hoy también lamentan su ausencia. Jesús se encontraba en el local como Pedro por su casa. Disfrutaba con los callos, el jamón y las natillas para terminar con su orujo envuelto en hielo. Y entre medias cortaba el bacalao de todo lo que sucedía en el mundo del corazón y le hacía un traje a más de uno.

PEÑA CUARTO PODER. De Izquierda a dercha, Enrique Suero, Teresa Barrios, Nacho Fresno, Carlos Pérez Gimeno, Beatriz Cortázar, Ágatha Ruiz de la Prada, Luismi, Sonia Martínez, Isabel González. Elio Valderrama, marido de Mariñas y un par de camareros de Casa Lucio

Jesús era un clásico para el género y un moderno que no ejercía de tal ni abanderaba campañas pero que siempre supo defender un estilo de vida libre y sin corsés. Devoto de San Francisco Javier en su mesilla de hospital tenía la figura del Santo por quien solía viajar a Navarra en esas idas y venidas que no sólo no le daban pereza sino que gozaba como un niño. «Me voy el fin de semana a Goa (India)», decía sin importar que pasaría más horas entre vuelos que en tierra firme.

Con una agilidad de responder que pocos gozan Mariñas tocó el cielo del éxito con el programa 'Tómbola' que parecía un traje diseñado a su medida. Su célebre «que te calles Karmele» le hizo popular en los hogares de los españoles que veían cómo a Jesús ni se le movía el mostacho a la hora de poner colorado a más de uno/a. Pero es que era así de bruto y así de valiente. Siempre me sorprendía su capacidad de poner a caldo a un personaje y luego plantarle dos besos en el primer cóctel donde coincidieran. Ni huía ni evitaba la mirada. Justo lo contrario. Jesús tenía su particular vara de medir a los personajes y, aunque desfiló varias veces por los juzgados, al final todo el mundo sabía cómo era y de ahí que casi siempre despertara más cariño que inquina.

Para el recuerdo quedan las larguísimas crónicas que firmaba en la revista 'Epoca' de Campmany y luego en 'Tiempo' de Asensio. El desfile de negritas era todo un índice onomástico cada semana. El que no saliera en sus páginas realmente no era nadie. Sara Montiel, Isabel Pantoja, Naty Mistral, Carmen Sevilla, Paquita Rico… ninguna folclórica se libró de sus comentarios como amante del género que siempre fue y del cine español que veía en el salón de su casa. Porque Jesús nunca estaba quieto. Si no iba a estrenos o desfiles acudía al cine o al teatro sin perderse la ópera del Real o el último monólogo de cualquier amigo que le invitaba a ver su función. En los últimos meses y con la pandemia encima Jesús vivió más de puertas para adentro. Un cáncer de vejiga la robó la energía para seguir con su ritmo de aeropuertos y cruceros pero no para perder las ganas de salir y entrar. Así ha sido, imparable e incombustible, hasta hace algo más de un mes cuando la salud le hizo ingresar en el hospital de donde ya no ha podido salir. Especial para sus cosas Mariñas ya habló con Elio de que nada de tanatorios ni desfile de gente. Un final íntimo, con los de toda la vida, y sin grandes alharacas. Sus cenizas descansarán junto a las de su madre en su Galicia natal. Buen viaje querido amigo. El corazón ya no latirá igual sin ti.

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