HOLLYWOOD

Cuando Bel Air ardió en el otoño de 1961

Al igual que hoy y en otras ocasiones, grandes mansiones fueron pastos de las llamas en el sur de California. Richard Nixon fue uno de los afectades

Los Nixon abandonan su casa de Bundy Drive entre llamas CORDON PRESS

María Estévez

«Vivir en el sur de California, con los vientos de Santa Ana es aceptar un profundo y mecánico entendimiento del comportamiento humano». Así explicaba Joan Didion , en un ensayo, cómo esos secos y otoñales vientos, cuyo nombre toman del condado donde se originan , condicionan de manera peligrosa la vida de millones de personas. No en vano, el gigantesco incendio que ya ha arrasado 60.000 hectáreas en el estado no es nada extraordinario. Y su virulencia, también contra sus habitantes más ricos –tal y como se está viendo–, no resulta excepcional.

Richard y Pat Nixon CORODON PRESS

Los vientos de Santa Ana «abrasaron» Malibú en diciembre de 1956 y Bel Air en noviembre de 1961 , obligando a una evacuación masiva que, entre otros, afectó a Richard Nixon y a su mujer Pat . Por aquel entonces, ocho años antes de llegar a la Casa Blanca, los Nixon tenían alquilada una vivienda en Bundy Drive y las imágenes de ambos abandonándola, con las maletas a cuestas y las llamas muy próximas, fueron reproducidas en los periódicos de todo el país. También en aquella ocasión, estrellas del cine como Maureen O’Hara y Kim Novak se jugaron el tipo luchando contra el fuego c on las mangueras de riego de sus jardines . La de Zsa Zsa Gabor fue una de las 500 mansiones que, en tan solo dos días, quedaron reducidas a escombros. Lo mismo sucedió en 1966 o en 2007, cuando Sean Penn perdió su hogar en Malibú .

En este otoño de 2017, la Policía de Los Ángeles ha vuelto a llamar a las puertas de las grandes casas de Bel Air para evacuar a sus adinerados propietarios, mientras helicópteros y aviones cisterna sobrevolaban la zona rociando con agua y agentes químicos esta lujosa zona residencial. «Tocaron las puertas diciéndonos que teníamos que salir. He acudido a cuatro hoteles y no consigo encontrar habitación », explicaba la actriz Jennifer Tilly a través de las redes sociales. El pasado jueves, coches deportivos, lujosas camionetas y motos de alta cilindrada fueron bajando esta colina, a 19 kilómetros al oeste del centro de Los Ángeles . La policía puso retenes en los accesos de la parte alta de Bel Air para evitar saqueos.

También Beverly Hills

Y tras bel Air, fueron las propiedades de Beverly Hills las que empezaron a correr peligro. Sus vecinos salieron con lo que cabía en sus vehículos: mascotas, maletas llenas de ropa, cajas con documentos o trajes aún en sus perchas . El fuego alcanzó las casas de Kate del Castillo , Lea Michele, Lionel Ritchie, Chelsea Handler, Christie Teigen y Paris Hilton , quien se lamentó en Twitter por la suerte que correrían sus perritos. «Llueve ceniza en mi casa», escribió este fin de semana la cantante Lana del Rey, mientras que fueron evacuadas las propiedades de Heidi Klum, Jennifer Garner, Gwyneth Paltrow, Reese Witherspoon y Maria Shriver , la mujer de Arnold Schwarzenegger .

«Moraga Vineyards», de Rupert Murdoch, el pasado 6 de diciembre

Uno de los afectados ha sido el magnate Rupert Murdoch , propietario de una finca valorada en 25,5 millones de euros , «Moraga Vineyards» , considerada «el único viñedo comercial de Los Ángeles». El pasado 6 de diciembre, el incendio afectó a uno de los cobertizos de almacenamiento de vino, aunque hoy ya se trabaja con normalidad . El propio Murdoch dijo en un comunicado: « La propiedad fue evacuada , hubo daños en algunos edificios en el área superior del viñedo. Pero la bodega y la casa están intactas».

Dijo en 1961 Ralph Terrazas , el jefe de bomberos de Los Ángeles, que « de ese fuego aprendimos algunas cosas y mi mensaje es monitorizar el clima para llevar ventaja al incendio». Más de 50 años después, los avances tecnológicos no resultan suficientes. Como decía Jean Didion en su ensayo, « el clima en Los Ángeles es sinónimo de catástrofe, de apocalipsis , una realidad como los amargos inviernos de Nueva Inglaterra que determinan la vida de quienes los padecen (...). Los vientos de Santa Ana demuestran lo cerca del precipicio con que se vive en la ciudad».

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