Mutua Madrid Open

En recuerdo del alma del torneo: Manolo Santana

Madrid echará de menos la figura del 'jefe': el impulsor de la cita, director desde 2002 hasta 2018, falleció el pasado diciembre

Nadal-Alcaraz, cruce de generaciones

La etapa de la incertidumbre

Manolo Santana con Feliciano López Belén Díaz / Eduardo de San Bernardo

Patricia Romero, Ana P. Herrera, Daniel Verdú, Luis García López

La vigésima edición del Mutua Madrid Open contará con una ausencia muy significativa. El adiós de Manolo Santana el pasado 11 de diciembre, con 83 años de edad, dejaba un gran vacío para la familia del tenis español. Santana estuvo por última vez en el vestuario de la pista que lleva su nombre el viernes 7 de mayo de 2021. Rafa Nadal acababa de caer en los cuartos de final del torneo con Alexander Zverev, y el extenista se acercó a darle ánimos, como siempre hacía con uno de sus jugadores favoritos, al que acompañó por medio mundo. Entre 2002 y 2018 fue el director del torneo , y desde 2019, presidente de honor. Su vinculación con el tenis fue más allá de su retirada oficial en 1980. También fue capitán del equipo español de Copa Davis en dos etapas: 1980-1985 y 1995-1999.

Nacido en 1938 en la calle López de Rueda de Madrid, fue huérfano desde muy joven, el menor de sus cuatro hermanos. Con tan solo 10 años comenzó a trabajar en el Club de Tenis Velázquez como recogepelotas. Ahí descubrió que lo que era un trabajo iba a convertirse en su pasión hasta el día de su muerte. Gracias al apoyo desinteresado de un socio del club pudo recibir unos estudios básicos y seguir disfrutando del tenis.

En aquella época ese deporte ocupaba un pequeño espacio en los medios de comunicación. «En 1961 en España la gente no sabía si la pelota de tenis era redonda o cuadrada» , explicó el propio Santana en una entrevista. Sus triunfos hicieron que el tenis elitista de la época se hiciera muy popular entre las masas.

Santana logró 58 torneos amateur, entre ellos cinco Grand Slam: tres Roland Garros (1961, 1965 y el dobles en 1963 junto al australiano Roy Emerson), el US Open de 1965 y el torneo de Wimbledon de 1966. Además, en la era Open sumó 16 torneos, un oro en los Juegos Olímpicos de México de 1968 y una plata en dobles en la misma cita.

Tocó el cielo en París con 23 años al derrotar a su amigo Nicola Pietrangeli, el 27 de mayo de 1961: «Parecía que había perdido yo porque me eché a sus brazos y empecé a llorar como un niño», relató Santana en una ocasión. « Me siento muy orgulloso de ser una especie de pionero . El torneo ha cambiado, pero la pista central la veo igual. Me veo jugando en ella, corriendo, haciendo dejadas y tirando globos. Como Nadal», añadía en 2011.

Se mantuvo durante siete años en el top ten, entre 1961 y 1967, y fue el número 1 en 1966. Su grandeza sorprendió al mundo cuando venció en el US Open, un torneo que por entonces se disputaba en Forest Hills sobre hierba. Ganó gracias al curioso consejo de Fred Perry: ponerse calcetines encima de las zapatillas porque la hierba estaba muy escurridiza de haber llovido. Un año más tarde repetía gesta, esta vez sobre el césped de Wimbledon, otro torneo dominado por décadas por la aristocracia anglosajona. Se plantó a jugar una final contra el número 1 de EE.UU., Dennis Ralston, con el escudo del Real Madrid en la camiseta. El premio consistió en diez libras y con ellas se fue a comprar calcetines. «Su raqueta ha ganado el torneo y su sonrisa, la simpatía del público», dijo el No-Do.

De Manolín al gran Santana

De Manolín pasó a ser el gran Manolo Santana, el ídolo de un país. Enseñó a los deportistas nacionales que podían ganar a cualquiera. De él destacaban su estilo y la técnica: era como una esponja, todo lo absorbía rápidamente. Incluso inventó jugadas como el globo liftado de revés o esas dejadas que hacía de retroceso extraordinarias. El carisma de Santana lo eclipsaba todo: conseguía moverse mejor que nadie en el terreno de juego y volvía locos a todos sus rivales.

Dicen quienes le conocieron bien que Santana era un personaje estupendo, carismático y educadísimo. Tenía buen trato con la prensa y recurría a la broma fácil sobre sus andanzas. En Marbella, se ponía cada día durante al menos una hora a pegarle a la pelota, el toque no lo perdió jamás, y siempre lanzó la pregunta de qué harían los tenistas de ahora con las raquetas y los materiales de antes. «Manolo nos ha facilitado el camino a todos los demás. No creo que haya habido mejor embajador para el tenis español», decía sobre él Rafa Nadal, que también le dedicó unas emotivas palabras en su despedida: «Siempre fuiste un referente, un amigo y una persona cercana. Mil gracias por lo que hiciste por nuestro país y por marcar el camino de tantos».

Pionero del deporte español y figura clave en el tenis vio cumplido uno de sus grandes sueños en el Mutua Madrid Open, torneo que hizo crecer hasta convertirlo en una referencia internacional, y también en el más cercano y accesible para los jugadores.

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