Mutua Madrid Open

La etapa de la incertidumbre

La igualdad del circuito femenino, acrecentada por la retirada de Ashleigh Barty hace un mes, convierte en una temeridad apostar por una favorita para cualquier torneo de primer nivel

Garbiñe Muguruza Belén Díaz/Eduardo de San Bernardo

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Hablar de favoritismos en el circuito femenino de tenis resulta siempre una temeridad. El rango de candidatas al triunfo final en cualquier torneo es ahora más amplio que nunca, aún más tras la retirada el pasado mes de marzo de Ashleigh Barty , la única tenista que ha sido capaz en los últimos años de crear poso y asentarse en el primer puesto de un ranking bastante más inestable que el masculino. Su vacío ha multiplicado la incertidumbre en las pistas. No hay una reina indiscutible.

La nómina de aspirantes podría ampliarse casi hasta el infinito, fiel reflejo de una competición donde la igualdad es la nota dominante en los últimos años. Desde que Serena Williams estableciera el récord de 186 semanas consecutivas como número uno en 2016, otras siete tenistas han pasado por el puesto más alto del podio. Angelique Kerber, Karolina Pliskova, Garbiñe Muguruza, Simona Halep y Naomi Osaka se fueron turnando a lo largo de los últimos años sin que ninguna de ellas consiguiese la regularidad necesaria para marcar una época. Pero es que, además de las novatas, también pasaron por ese puesto veteranas de etapas anteriores como Caroline Wozniacki, Victoria Azarenka o la propia Serena Williams , que recuperó su trono de nuevo en 2017 durante diez semanas. Durante esa misma época, solo Andy Murray y Daniil Medvedev han logrado romper el granítico dominio del 'Big Three' del tenis masculino formado por Roger Federer, Novak Djokovic y Rafa Nadal.

Solo con la irrupción de Barty pareció cambiar la tendencia. La australiana se subió al número uno en septiembre de 2019, poco después de conquistar su primer Grand Slam en Roland Garros, y lo mantuvo durante 121 semanas -sin contar el parón de la pandemia-, hasta que por sorpresa anunciara hace un mes su retirada del tenis a los 25 años. Iga Swiatek heredaba esa posición de privilegio una semana más tarde tras encadenar su tercer torneo consecutivo imponiéndose en Miami. Para hacerse una idea de lo apretadísima que estaba en ese momento la clasificación de la WTA basta el dato de que la bielorrusa Aryna Sabalenka, la griega Maria Sakkari y la española Paula Badosa, ahora número dos mundial, optaban también a terminar en el número uno cuando comenzó el evento estadounidense.

Cantidad y calidad

El abanico es ahora enorme, mucho más convulso el panorama que en los inicios de un circuito que se acostumbró a sobrevivir con rivalidades bastante más reconocibles: Martina Navratilova, Chris Evert, Steffi Graff, Monica Seles, Arantxa Sánchez Vicario y Martina Hingis coparon el número uno desde antes de empezar la década de los ochenta y hasta casi alcanzar el siglo XXI. A partir de ahí todo se fue diluyendo. En las siguientes dos décadas hasta veinte tenistas distintas se han ganado el derecho a ser número uno . La irrupción de las hermanas Williams, primero Venus y después, aún con más fuerza, Serena, puede ser considerado un punto y aparte, un recuerdo de las viejas épocas. Pero sin ellas la rivalidad coral es incluso mayor. Por suerte, dicen los que saben, la cantidad no ha hecho ninguna mella en la calidad.

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