Obituario

Muere Enrique Salas 'Salitas', un picador de leyenda

El palaciego, que ostenta el récord de ser el subalterno que más ha toreado en América, trabajó para Ordóñez y Paco Camino, fraguó amistad con Ernest Hemingway y jugó al póquer con Cantinflas

Enrique Salas ha fallecido a los 92 años de edad F.R.M.

Fernando Rodríguez Murube

Los Palacios y Villafranca está de luto. Las campanas de la parroquia de Santa María la Blanca doblan esta tarde por Enrique Salas 'Salitas' . Palaciegos y amigos del mundo de la tauromaquia lloran porque en la tarde de este sábado el insigne picador regaló el alma a la inmortalidad.

Aunque su edad advertía el crepúsculo de su vida —tenía 92 años—¬, pocos podían presagiar que su corazón dejara de latir ayer a las tres de la tarde cuando se encontraba departiendo con sus habituales tertulianos en la Peña Sevillista de Los Palacios y Villafranca , a escasos metros de su domicilio.

Nacido en Los Palacios y Villafranca en 1930, «Salitas» formó parte de la cuadrilla de figuras del toreo desde que debutase a caballo en 1949 con Rafael Ortega, para posteriormente picar a las órdenes de Antonio Ordoñez (52-59), Paco Camino (60-76), El Niño de la Capea (76-92 y 95), Rafi Camino (93-94) y Juan Mora (96-97), rayando la mayoría de las veces a gran nivel y cumpliendo con una ejemplar trayectoria avalada siempre por la profesionalidad y por su siempre venerada calidad humana. En este sentido, Manuel Salas , su hermano mayor y también reconocido picador, no le fue a la zaga, ya que acompañó durante su carrera a toreros de la talla de Pepe Bienvenida, Luís Miguel Dominguín, Antonio Ordoñez o Chamaco.

Sentó cátedra en el tercio de varas acompañando a los mejores toreros, y eso le hizo ser testigo de excepción de faenas cinceladas en los anales de la historia de la tauromaquia, episodios constituyentes esenciales como la mítica tarde de Paco Camino en Madrid, un 4 de junio en la corrida de la Beneficencia.

Se va una persona auténtica cuya vida ha transcurrido por los rieles de la bohemia y la libertad . Pese a haber celebrado noventa y dos veces la aventura de vivir, su memoria permanecía indemne al paso del tiempo. Sus recuerdos afloraban con todo lujo de detalles. Oír a 'Salitas' desmenuzar episodios de su dilatada carrera mientras degustaba una copa de Tío Pepe era una auténtica gozada. Gracia serena y natural al servicio de un anecdotario que bien darían para un libro, y una vida que bien merece, sin duda, que una calle de su amado pueblo esté rotulada con su nombre .

Siempre bajo un barniz taurino y sepia, esbozaba la historia de España y América Latina de la segunda mitad del siglo XX, salpicando los acontecimientos más importantes de cada época con sus venturas y desventuras en los ruedos. Narraba grandes pullazos en todo lo alto y multas por hacer la «carioca» o pisar la raya, mientras confecciona travesías hacia el conocimiento de una tierra y una cultura, la española.

El subalterno español que más ha toreado en América

No muy dado a homenajes ni entrevistas, en 2014 le organizaron en Madrid un acto de reconocimiento por ser el subalterno español que más veces ha toreado en América. Más de cuarenta años cruzando el charco para lidiar de octubre a marzo en Perú, Venezuela, México, Colombia o Guatemala fueron los motivos de dicha mención. «De mi etapa con Paco Camino, que tenía mucho cartel en México, recuerdo como si fuera ayer que siempre pasábamos unos días en la finca de Cantinflas . Siempre le insistía a Paco en que yo también fuera, porque le gustaba el póker tanto como a mí, y jugábamos unas timbas buenísimas. Nos pegábamos unas juergas impresionantes en su casa. Yo me partía de risa con él, era un tipo súper ingenioso y con un sentido del humor increíble», confesaba a este periódico hace seis años.

En España también tenía amigos ilustres. Mantenía una buena amistad con el Marqués de Villaverde, yerno de Franco, con multitud de artistas como Chano Lobato o El Beni de Cádiz , a quien consideraba como un hermano.

Capítulo aparte merece su relación con el Premio Nóbel y Pulizter Ernest Hemingway , gran amante y entendido de la tauromaquia, Salas responde como un resorte y con la sencillez de los humildes: «¡Menudas fiestas nos hemos pegado Hemingway y yo!», narraba con la sencillez de los sabios y los humildes. Hubo una etapa en la que el autor de 'El hombre y el mar' seguía a Antonio Ordoñez a todas las ferias. Prácticamente era como uno más de la cuadrilla e hizo buenas migas con el palaciego.

F.R.M.

«Era un tío por derecho. Se reservaba una habitación para Antonio, una para la cuadrilla y otra para él. Una vez que estábamos de borrachera en Pamplona, Hemingway compró un borrico y se empeñó en subirlo por las escaleras al hotel en el que estábamos hospedados frente a la plaza de toros». Anécdotas descritas como sumo arte y sin aires de grandeza.

También hubo momentos agrios a lo largo de su carrera. Una vez, picando en la Monumental de Barcelona , alguien desde el público le increpó, algo que Salas no pasó por alto y le llamó al orden (la verdad es que le llamó cosas peores). En esta ocasión pinchó en hueso, ya que el espectador era un capitán general fanático de Chamaco que odiaba a Ordoñez (gran rival del diestro catalán). Ello le costó pasar cinco días en la cárcel Modelo.

En otra ocasión también tuvo que dormir en los calabozos de la Puerta del Sol por ser reincidente en pisar la raya en la plaza de Albacete. Una detención que volvía a tener el trasfondo de la rivalidad entre Chamaco y Ordoñez . Estos y otros sucesos obligaron a 'Salitas' a decidir cambiar de torero, ya que se sentía perseguido.

Episodios que hacen que el mundo del toro pierda más que un subalterno con el fallecimiento de Enrique Salas, y es que personajes de este calibre son los que han engrandecido lo que para él mismo era «una forma de entender la vida, no una profesión, ser torero en el sentido amplio de la palabra». Algo que cada vez escasea más, y que convierten este anecdotario de la época más fecunda del toreo en recuerdos que bañan de confeti dorado el corazón de los verdaderos amantes del arte de Cúchares, tan admirado y amado tiempo atrás y que tanta discordia siembra hoy día.

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