Crónica

Herido grave Calerito en la novillada de la Feria de San Miguel de Sevilla

Rafael González da la única vuelta al ruedo, con deslucidos novillos de Villamarta

Calerito ha recibido una cornada en la axila izquierda Raúl Doblado

Andrés Amorós

La cornada en la axila izquierda a Calerito, de pronóstico grave, es la nota triste de la novillada que abre la Feria de San Miguel. Las reses de Villamarta sacan dificultades. Rafael González aprovecha el único bueno pero prolonga la faena: petición de oreja y vuelta.

Merecen elogios las empresas de Sevilla y Madrid por incluir una novillada en sus Ferias de San Miguel y Otoño respectivamente. (Este año, por desgracia, coinciden, en el calendario). Pensando en el futuro de la Fiesta, parece obligado hacerlo así, aunque no haya ahora novilleros con tirón en las taquillas y aunque el público responda escasamente a las novilladas. Da gusto volver a Sevilla en este «veranillo, con las «velas» (toldos) dando sombra todavía a las» calles del centro histórico, y ver aquí unas corridas de toros junto a muy buenos aficionados, sin los turistas que acuden a la Feria de Abril.

En el cartel de esta tarde, tres jóvenes diestros que han sido los más destacados, en este coso, a lo largo de la temporada. Procede cada uno de una ciudad distinta, Madrid, Sevilla y Salamanca, ¡nada menos!: tres cunas del toro bravo. Después del paseíllo se guarda un minuto de silencio por Andrés Luque Gago, gran torero de plata, sevillanísimo, excelente persona.

El madrileño Rafael González ha sido el único novillero que ha cortado orejas, esta temporada, en la Plaza del Baratillo. El primer novillo de Villamarta es claramente manso y huído, tiene gran movilidad. Lo lógico sería sujetarlo, antes de nada, pero la actual moda le lleva a hincarse de rodillas… y el toro sale huyendo. Lo mismo sucede en las manoletinas. Cuando le baja la mano y lo somete, logra muletazos de mérito y agarra una buena estocada. El cuarto derriba en el primer puyazo, saca buena clase y el diestro logra una serie de muletazos llevando la muleta «muy rastrera» (como decía Antoñete ), que suscitan los primeros olés rotundos de la tarde y que toque la maravillosa Banda. El remate mirando al tendido desdice del anterior clasicismo. También prolonga (otro vicio actual) con las inevitables bernadinas, que enfrían al público, en vez de mejorar. Mata bien. Por alargar la faena, suena un aviso y pierde el trofeo pero da la vuelta el ruedo.

El sevillano Calerito (el mismo apodo de aquel valiente matador cordobés) apunta cualidades pero todavía ha toreado poco. En el segundo, que pega derrotes, se queda muy quieto, jugándose la voltereta, y se vuelca, con la espada. Va a porta gayola en el quinto, que saca genio, pega cabezazos, huye a tablas. Calerito se entrega . La cornada se veía venir y llega: es de pronóstico reservado. Ha mostrado que quiere ser torero pero ha de mejorar el oficio. Con el novillo a la defensiva, Rafael González mata mal.

El salmantino Antonio Grande ha confesado que su ídolo ha sido Julio Robles: ¡una buena línea! Le hemos visto ya torear con garbo en varias Plazas. Intenta hacer el toreo clásico. El tercer novillo blandea pero saca nobleza. Grande maneja con facilidad capote y muleta, muestra temple y buen concepto aunque la flojera del novillo enfríe al público. Logra una gran estocada. El sexto prueba, huye, protesta. A pesar de eso, le saca algunos muletazos.

Los tres jóvenes acusan lógicas carencias; lo malo es cuando se apuntan a modas actuales, en vez de seguir el camino del clasicismo. Curiosamente, los tres han logrado algunas buenas estocadas: una prueba clara de que, para matar bien, lo primero es… querer hacerlo de verdad. Muchos matadores más expertos deberían recordarlo.

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