Victorino Martín, de la nada a la cumbre

Listo como el hambre, honrado y trabajador, defendió la Fiesta y el toro bravo más que a su propia ganadería

Victorino Martín Andrés, en su finca de Monteviejo, en una imagen de 1999 Ernesto Agudo

ANDRÉS AMORÓS

El ganadero Victorino Martín no recibió nada como herencia. Todo lo que consiguió fue a base de trabajo. Poseía una de las mayores inteligencias naturales que yo he conocido. Tuvo muy claro lo que quería y puso los medios para lograrlo: al comienzo, en condiciones muy duras, en la inmediata posguerra; siempre, con notable independencia. Por eso, es un ejemplo. No sólo en Tauromaquia.

SALVAR UN ENCASTE . Toda su labor parte de una decisión personal muy arriesgada: comprar la ganadería de Escudero Calvo (antes, de José Bueno, procedente del marqués de Albaserrada), en un momento en el que parecía inevitable que fuese al matadero. Significaba eso apostar por un encaste ganadero en decadencia, recuperarlo y moldearlo, con su personalidad. Hace mucho tiempo que los aficionados hablamos de «los victorinos», sin más.

LA FIEREZA DEL TORO BRAVO. Su aportación esencial fue apostar por la casta, la fiereza del toro bravo. Con eso, se recuperaba la emoción de la lidia, en una etapa en la que tantos han elegido criar un toro «toreable», manejable, dócil; como él mismo decía, el «toro moderno», el «toro burra», que va y viene y que «aburre a las ovejas». Con eso, volvía a la raíz más clásica de la Tauromaquia.

EL PÚBLICO. Al seleccionar sus toros, seguía Victorino sus preferencias personales pero se ponía también en el lugar del público , que tantas veces se aburre, cuando la reses apenas transmiten emoción y la Fiesta se convierte en algo «light». Pensaba en el consumidor, en los aficionados, no en el toro que preferían las figuras. Buscaba un tipo de toro que «pide el carnet» (así decía él) y que marca la verdadera categoría de los diestros.

VENDER SINGULARIDAD. ¿Cómo pudo mantener una línea ganadera que muchas figuras rehúyen por sistema? (Algunos se han retirado sin haber lidiado ni un solo victorino). Convirtiendo eso en un aliciente, para el público. Con su habilidad de listísimo «paleto» (un título que le enorgullecía, porque también se lo habían dado a Domingo Ortega), «vendía» al mercado taurino singularidad, en una época en la que tantos toros parecen hechos en serie.

PROTAGONISTA EN FERIAS. Es una historia que hemos vivido muchas veces. En una Feria en la que se anunciaban buenos toreros, la flojera y falta de casta de los toros provocaba un creciente aburrimiento. En el último festejo, llegaban los toros de Victorino (o los de Miura, distintos pero de parecido significado) para emocionar a los aficionados y salvar la Feria. Así, reivindicaba también el protagonismo –hoy perdido– del ganadero de reses bravas.

CONSAGRAR TOREROS. El difícil examen que suponían los toros de Victorino ha servido, también, para consagrar a no pocos diestros: Andrés Vázquez, Ruiz Miguel, Luis Francisco Esplá, El Niño de la Capea, Roberto Domínguez, Pepín Liria, El Tato, Manuel Caballero, El Cid… La tarde de su entierro, en Galapagar, muchos reconocían que, gracias a Victorino, habían alcanzado el nivel más alto de su trayectoria.

MADRID Y SEVILLA. Las Ventas consagró a Victorino como uno de sus ídolos: la «corrida del siglo», el indulto de «Belador», las salidas a hombros del propio ganadero… Un azulejo lo proclama. También el reciente indulto de «Cobradiezmos» por Manuel Escribano ha sellado la unión de Victorino con la Plaza de Sevilla.

UN CAMINO QUE POCOS SIGUEN. Felizmente, el hijo de Victorino continúa su labor. En el conjunto de la Fiesta, por desgracia, muy pocos ganaderos más siguen su camino. Muchas veces me comentaba: «Esta gente no tiene solución…» Los dos sabíamos de sobra a quiénes se refería. Así nos va…

UN PERSONAJE IRREPETIBLE. Se nos ha ido un personaje único, irrepetible: listo como el hambre, con ribetes de pícaro, pero honrado y trabajador, fiel siempre a su línea de actuación, educado, entrañable….Ha defendido la Fiesta y al toro bravo todavía más que a su propia ganadería. Forma ya parte de la historia de la Tauromaquia.

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