Las Ventas regala una Puerta Grande a Diego García

El debutante de San Sebastián de los Reyes desoreja al sobrero de Casa de Toreros, el mejor de una novilladita para olvidar y devolver casi al completo a corrales

Diego García, por la Puerta Grande Plaza 1

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Para dentro volvió la sardina primera, sin el trapío mínimo exigido en Madrid y con menos fuerzas que un castillo de naipes. En su lugar apareció un sobrero del Parralejo que portaba otra seriedad y derribó en varas a José Pires. Apuntaba buena condición este Histérico, pero echó el freno demasiado rápido y David Garzón apenas dejó algunos muletazos de buen estilo. Mal con la espada, oyó unas palmitas.

A chiqueros debió regresar el segundo, que tampoco podía con la penca del rabo. Lo mantuvo la presidencia y el animalito desplomó sus 490 kilos sobre la arena. Solo Ponce lo hubiese sostenido en una labor de enfermería. Los nervios lógicos de Miguelito en su debut poco ayudaron.

Destartalado el andar del tercero, que arrastró más de una vez las patas. Demasiado que aguantó la pésima lidia. Diego García brindó al público el novillo de su presentación, que pareció venirse arriba aunque manseando cada vez más. A perseguirlo se dedicó el novel con su peculiar estilo. Lo mató de una estocada a la primera y, ¡oh, Dios!, se le pidió la oreja. ¿Los méritos? ¿Las carreras tal vez detrás del novillo? La cosa es que el palco se mantuvo en su sitio y no la concedió. La deshonra o profanación de Las Ventas no llegó... Aunque en esta época reglamentista, quizá mantenerse en el sitio sería haberla otorgado, porque mayoría había en los tendidos con casi lleno de cemento y casi vacío de público.

Quién sabe si el novillero propondrá para sanción a la autoridad o si será la afición por mantener en el ruedo a otro blandengue como el cuarto. ¡Vaya novilladita! Silencio para Garzón.

Se frenaba en el capote el quinto, con el que se ganó el premio al puyazo más trasero. Ofreció este Velonero embestidas más boyantes. Lo intentó con mucha voluntad sin brillo el valenciano Miguelito, que pinchó y sin que entrase la espada se dispuso a descabellar entre las protestas.

Pañuelo verde en el sexto -con los tres años recién cumplidos en abril-, un moquero que podría haber salido cuatro veces más. La eficaz parada de bueyes lo recogió en un santiamén. Uno de Casa de Toreros saltó al ruedo. Otro aire traía y otra importancia. Una media de García se saboreó en aquel desierto de toreo. Lo mejor llegaría de la mano del Ruso: dos pares de gala sopló, soberbio el último. Puso en pie a parte del público y se desmonteró. Las mejores embestidas también brotaron con este Desbrozador, al que Diego García sopló los mejores muletazos, especialmente al natural. Mató de una buena estocada y se presintió rápido la oreja. Una, claro. Asomó el pañuelo blanco y la plaza, totalmente pueblerina, pidió la segunda: «¡Otra, otra!» Y Gonzalo Villa, que en el tercero había puesto cordura, enseñó el segundo pañuelo. ¡Dos orejas! Gritaban de alegría los seguidores del torero de San Sebastián de los Reyes; blasfemaba la poca afición que queda. «¡Fuera del palco!», se oyó. La cosa es que García se marchó por la Puerta Grande regalada. Qué poquito bastó para abrirla... Ay, Madrid... Irreconocible entre los turistas asiáticos, el autobús de fans y la poca afición que cabía en un microbus... Eso sí, la foto y la felicidad de la salida a hombros ya no se la quita al nuevo Diego nadie. Aunque nadie se acuerde a estas horas de nada.

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