Roca Rey: «La magia del toreo surge cuando estás dispuesto a morir»

El gran fenómeno de los ruedos y la taquilla agota en 24 horas sus entradas para San Isidro, que empieza hoy

Andrés Roca Rey, con la mano vendada por su lesión en Sevilla, durante la entrevista en exclusiva con ABC Raúl Doblado

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Cuando el valor de Roca Rey trae primavera, no hay pintor que la sepa plasmar. Ni en el ruedo ni en la taquilla. Suyas son las tardes más cotizadas, las del torero que ha tenido que llegar del Perú para arrollar en las plazas. «Queremos más Rocas», repetían los reventas en la Feria de Abril, donde a la joven figura se le pidió el rabo, algo que no sucedía desde el pasado siglo. Esos máximos trofeos no se otorgaron, pero no necesita Puertas del Príncipe quien es hoy el Rey del «rock» del toreo: en 24 horas se agotaron sus entradas para la Feria de San Isidro que esta tarde comienza.

—Es el torero más deseado en la taquilla. ¿Pesa más la responsabilidad o la satisfacción?

—Más que responsabilidad, es una motivación, lo que he soñado toda mi vida, una de las metas. Sería una tontería convertir esas emociones en una presión. Prefiero disfrutar lo que he esperado tanto.

—¿Es consciente de que en un día se acabaron las localidades para sus dos primeras tardes en San Isidro?

—Sí, son corridas de expectación por lo que he visto. Es bonito llegar a Madrid y que se cuelgue el «No hay billetes». Y más todavía en 24 horas. ¡Otra motivación más! Madrid es una plaza a la que me gusta ir, me gusta su gente, es una plaza que te quiere ver en tu mejor versión, ver cómo eres de verdad. Me gusta prepararme para Madrid, torear en Madrid y triunfar en Madrid. ¿A quién no le gusta?

—¿Le da morbo?

—No sé si llamarlo morbo o algo especial; ahí se respira un ambiente que solo se vive en esa plaza. El sueño de cada torero es Madrid.

«Elegí libremente el bombo. Quería esas ganaderías y me apetecía hacer esa apuesta. Me gusta devolver eso que la afición de Madrid da a los toreros. Es una plaza de tirar la moneda»

—Dicen los antiguos que Las Ventas es la amante más caprichosa y a la vez la más fiel.

—Es una forma de explicarlo. Madrid es una plaza a la que hay que ir con la máxima verdad. El aficionado se da cuenta. Nunca me gustaría faltarme al respeto yendo a Madrid estando a medias. Hay que dar el cien por cien: es una plaza de apuesta que merece todo, una plaza de tirar la moneda. Y si la tiras y das lo mejor de ti, el público se entrega.

—Cada tarde parece salir con el cuchillo entre los dientes. ¿De dónde le nace el valor?

—El valor es algo que todo el mundo tiene. Aparece por las circunstancias, por las ganas, porque te apasiona lo que haces... El miedo se siente, pero todas esas cosas hacen que disminuya y que el valor vaya subiendo.

—¿Aun a sabiendas de lo que uno puede perder?

—Por supuesto, incluso la vida. Cuando uno es realmente consciente de que puede perder la vida y está dispuesto a asumir ese riesgo, a morir, surge esa magia que hay en el toreo. Cuando estás completamente de verdad y te olvidas del cuerpo, es cuando eres el más puro, cuando eres tú pero no eres tú, eres otra persona metida en ese traje de luces. Es una situación extraña, pero a la vez muy bonita. Hace tiempo escuché una frase referente a un torero que sabía en su interior que, si hay que morirse algún día, bien podría ser hoy.

—¿Y cuándo es ese día?

—Hay distintos momentos en la misma tarde. Imagínese que es el día del que estamos hablando, aunque suene muy fuerte. Cuando te levantas por la mañana, además de ganas, sientes un miedo muy grande. ¿De dónde viene ese miedo? De saber que estás dispuesto a entregarlo todo. Cuando salen las cosas, llegas al hotel y dices: «Pues qué fácil ha sido». Y olvidas todo lo que has pasado, esa preparación psicológica. Estás dispuesto a morir muchas veces. Y te olvidas de todo. Una persona que no se ha puesto nunca delante del toro puede llegar a pensar que jugarse la vida es una broma. Y es pura verdad.

Al común de los mortales el valor se le esfumaría ya en la habitación del hotel, pero Andrés Roca Rey (Lima, 1996), que nos cita en su cuartel general de Las Pajanosas (Sevilla), es uno de esos dioses que asustan al miedo. Mira al abismo y el abismo lo mira a él. Un desafío constante en el que habla con tanta naturalidad de la vida como de la muerte. Su mundo es una realidad infinita, una de esas excepciones de Pessoa a una regla que no existe.

—¿Vive en un ruedo sin ley?

—En el mundo hay que guardar unas formas, pero en la plaza no las hay. Ahí sale el toro y haces lo que te sale de dentro. Sigues tu camino, sin normas ni leyes. Ahí estás evadido de todo, como si quieres quitarte el traje y salir corriendo. Eres libre de hacer lo que quieras, y a mí gusta hacer lo que hago.

—¿Alguna libertad comparable?

—Ninguna, ni parecida. Por eso me siento un privilegado de ser torero. Siento libertad completa, esa en la que solo importa el toro y tú.

«Colgar el “No hay billetes” en 24 horas es una motivación más. Delante del toro no pienso en el dinero, pero quien más llena tiene que ser el que más cobre»

—¿Qué le impulsó a dar el «sí, quiero» al sorteo de San Isidro?

—Lo elegí yo libremente, y lo elegí porque quiero estar en San Isidro de esa forma. Quería esas ganaderías. Me apetecía hacer esa apuesta, por eso entré.

—¿Tenía en mente la de Adolfo ?

—Tenía en mente muchas cosas. Al aparecer el bombo, decidí entrar porque iba con lo que yo quería. Estoy feliz.

—Cuando uno va al bombo como principal figura y ve que, tras la baja por lesión de Ponce, se anuncia El Juli por la vía de la sustitución, ¿le parece justo?

—A mí no me tiene que parecer justo o injusto. Yo me he apuntado al sorteo porque quería. Me gusta devolver eso que la afición de Madrid da a los toreros. Y era una forma de hacerlo. Me gusta lo que tengo por delante.

—¿Su mayor rival?

—Supongo que yo, intento superarme cada día. Si se refiere a otros toreros, voy a lo mío. Cuando estoy delante del toro, solo pienso en mí.

—¿Y cuando triunfa otro como ocurrió en Sevilla con Pablo Aguado?

—Unos días se reúne el triunfo para uno y otros para otro. Hay tres toreros, seis toros y todo puede pasar. Hay que enfocarse en uno y no en las carreras de los demás. Así lo veo.

Arrogante en el ruedo, que ya era hora de que saliera un torero así en época de besos y abrazos en los patios de cuadrillas, no solo persigue dejar huella una tarde. Roca Rey es figura de marcar el camino.

—Dicen que todos conducen a Roma. ¿Adónde se dirigen los de Roca Rey?

—Tengo muchos sueños, pero me centro en el día a día. No sé dónde estaré mañana. Me encanta el poema «Ítaca»: lo bonito no es solo llegar al sueño, sino acordarte del camino recorrido y saber que disfrutaste el viaje. Saboreemos cada momento, no sabemos si llegaremos a viejos.

«Un político no puede quitar los toros en función de su gusto. No se puede prohibir el arte más libre»

—¿Es más difícil tener el sello de torero de alguna plaza en España por ser peruano?

—Supongo que es bonito para el público que toree tu paisano, a mí me pasa en Lima y lo disfruto mucho. Lo que sí puedo decir es que España me ha acogido con cariño y me ha dado muchísimo. Y le estoy muy agradecido por todo eso que me está dando. España es un gran país y se vive muy bien.

—¿Quién manda en la plaza?

—Hay tres factores, tres entregas: la del torero es fundamental, la del toro, importantísima. Y a esas hay que añadir la del público. Cuando se juntan las tres, surge la magia.

—Y en los despachos, ¿quién manda?

—En los despachos manda el que tiene que mandar.

—Si usted es el que más llena, debe ser el que más cobre. ¿Importa el dinero?

—Cuando estás delante del toro, es en lo último que piensas. Es algo que está ahí, pero no es lo que más me interesa en la vida. Hay cosas mucho más importantes. Pero sí es verdad que el que más llena tiene que ser el que más cobre.

—Protagoniza la campaña de San Isidro con un homenaje a Lorca y la teoría del duende. ¿Más mago o diablo?

—Ya que hablamos del toreo y de la exposición, al diablo prefiero tenerlo muy lejos. No hay nada más horrible que exponer tu vida con odio porque no eres feliz. En cambio, si expones tu vida por tu pasión y porque te gusta torear, la entregas con felicidad, sabiendo que fuera del ruedo están tu familia, tus amigos, una relación... El mejor duende es cuando estás en paz contigo mismo y te sientes feliz delante del toro.

—Por esa manera de arriesgar, a veces parece en guerra con sus entrañas.

—Más que una guerra, es una pasión, me siento bien. A mí no me gusta la guerra, me gusta ir a torear, hacerlo despacio y sentir que un toro pasa cerca, sentir que pego los muletazos que entreno y que busco en la plaza. Es el arte más libre, el más apasionante.

—A sus 22 años, su «fiesta» es muy distinta a la de la gente de su edad. Algunos toreros reconocen que necesitan ayuda psicológica. ¿Es su caso?

—¿De psiquiatra? No. Me gusta hablar con la gente, con mi papá, mi cuadrilla, mi hermano. Me gusta hablar de la vida. Unas veces parece que tiene sentido, otras no tanto... Antes de preguntarte si eres feliz, pregúntate si eres infeliz. Ser torero es mi forma de vida. Y mi filosofía de vida existe gracias a que soy torero. Entonces, para ser feliz, necesito sentir esa adrenalina delante del toro y estar tranquilo luego.

—¿Qué hay de cierto en la fama de conquistadores de los toreros? ¿Se liga más con el triunfo?

—No lo sé. No es que sea muy ligón. Supongo que si los toreros ligan es porque tienen un encanto. Yo me miro al espejo y digo: «Tampoco soy Brad Pitt».

—¿Qué personalidades más fascinantes ha conocido gracias al toro?

—El Rey Don Juan Carlos y Joaquín Sabina.

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