Don Juan Carlos, Catalina Luca de Tena y María Dolores de Cospedal aplauden a Morante tras recibir el galardón
Don Juan Carlos, Catalina Luca de Tena y María Dolores de Cospedal aplauden a Morante tras recibir el galardón - ABC

La proclamación más rotunda de apoyo a la Fiesta de los toros

Tras la ceremonia de entrega del Premio ABC a Morante de manos de Don Juan Carlos, la Biblioteca de ABC se convirtió en un importante foro taurino

MADRID Actualizado: Guardar
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El acto de entrega del Premio Taurino ABC a José Antonio Morante de la Puebla supuso este jueves una rotunda proclamación de apoyo a la Fiesta por parte de Don Juan Carlos y del periódico, fiel a su centenaria tradición. Llamó la atención, ante todo, que Morante –a diferencia de los premiados, otros años– no leyó ningún discurso de agradecimiento sino que improvisó con naturalidad y sencillez, hasta en sus olvidos (los nombres o títulos de algunas autoridades presentes). A muchísimos les agradó especialmente su humorística denuncia de que «lo moderno me aburre tremendamente».

Muchos me comentaron luego su conformidad con esa denuncia, que no se limita al arte del toreo. En esa misma línea, Pablo Lozano hijo, escultor y empresario, recordaba la certera definición de Rafael el Gallo: lo clásico es «lo que no se puede hacer mejor».

Morante representa, desde luego, la continuidad de una línea, la del toreo como arte. «Sin ese elemento –me decía– se quedaría en un heroísmo que no atraería al público actual». Eso es también lo que prefiere el duque de Alba, que recordaba cómo los miembros de su familia habían sido muy partidarios de Antonio Ordóñez, y él, también, de Paco Camino. Coincidimos los dos en rechazar algunas faenas actuales, demasiado largas: el sentido de la medida es fundamental en cualquier espectáculo.

Felicitamos a Victorino Martín, que acababa de llegar de la Toscana, de recibir el premio del Club Taurino de Italia, sorprendido de los buenos aficionados que allí había conocido.

Se acercaban muchos a desearle suerte a Pepe Luis Vázquez, que reaparece este sábado, una sola tarde, en Illescas, y le aseguraban que irían a aplaudirle. Fiel a las normas de su familia, el diestro se mostraba humilde y sencillo: «Es José Antonio el que me ha ‘enredao’». Y soñaba con que le embista algún toro, para poder dibujar unos lances. Recordábamos, juntos, su histórica faena de Huelva, tan fiel a la línea magistral de su padre.

También recibía felicitaciones –y algunas bromas– Eduardo Dávila Miura, que se ha apuntado a matar, en San Isidro, la corrida de Miura, como ya hizo en Sevilla y Pamplona, para conmemorar el 175 aniversario de la ganadería.

Sus tíos, Eduardo y Antonio, evocaban la amistad fraternal de su padre, don Eduardo –para mí, el perfecto ejemplo del caballero andaluz, en el mejor sentido de la palabra– con el maestro Pepe Luis y la forma magistral que conservaba, a una edad avanzada, de parar las reses, en los tentaderos de Miura.

Un brindis

El marqués de Griñón propuso levantar su copa de vino, brindando por ese aniversario, y una dama cambió el tercio: mejor será que él envíe una caja de sus vinos y lo celebren juntos, en la mítica dehesa de Zahariche (donde pasó un estupendo día de campo, el pasado año, Don Juan Carlos, según contamos en ABC). En ello quedaron. Y un chistoso se asombraba de su valor, al estar, tan tranquilo, entre dos Miuras.

Discutían algunos aficionados sobre la suerte suprema cuando intervino, con su autoridad indiscutida en este tema, Jaime Ostos. El maestro lo explicaba con palabras y realizando todo el movimiento, como si estuviera en activo: «Yo les echaba a los toros la muleta ahí delante, no a un lado, y caían redondos». Y nos recordó una tarde madrileña, en la que le aplaudían por cada uno de los pinchazos, y don Antonio Díaz-Cañabate, en ABC, lamentó que no hubiera pinchado más, para seguir disfrutando. (Lo mismo me contaba a mí, en su tertulia de Sevilla, Luis Fuentes Bejarano). Remachó Manolo Lozano, con el proverbio clásico: «Es la mano izquierda la que mata». Y recordé yo lo que me explicaba otro maestro de las estocadas, Rafael Ortega: «Es muy sencillo: basta con sentir, en la mano izquierda, la baba del toro…»

La afición de Calamaro

El músico argentino Andrés Calamaro, aficionado entusiasta y crítico con los tópicos de lo políticamente correcto, me contaba que está trabajando en un libro, en el que recogerá muchas fotografías que él mismo ha realizado en los callejones de las Plazas, junto a los toreros. (Es gran amigo de Morante y de Talavante, entre otros). Va a ser su Tauromaquia la visión de un artista que procede de otro ámbito y de un país sin tradición taurina. Hablamos también de otro argentino, mi muy amigo Julio Cortázar, al que saludé, por vez primera, en el patio de arrastre de Las Ventas.

Felicité a Samuel Flores por el estupendo reportaje de su ganadería que han hecho en Canal Toros. Con él charlaba mi tocayo Andrés Vázquez, siempre jovial, con más de ochenta años. Me contó Samuel que, hace poco, en su casa, Andrés todavía se puso delante de una vaca; lo malo fue que había llovido, el suelo estaba embarrado, se resbaló y se llevó una voltereta. «Pero volví al toro –precisó Andrés, con un guiño pícaro–: a las reses, como a las mujeres, hay que darles una segunda oportunidad».

El tamaño de las reses

Al acabar el acto, nos acercamos varios a felicitar a Morante por el premio y por la naturalidad de su discurso. Como ya se había ido Don Juan Carlos, pudimos quedarnos charlando tranquilamente: de toros, claro está, ¿de qué iba a ser? A José Antonio, que estaba feliz, le preocupa mucho que el tamaño exagerado de las reses que ahora se lidian lleve a los novilleros a un toreo defensivo, demasiado técnico y frío: es el arte lo que justifica la Fiesta. Replicaba yo que, sin base técnica, cualquier arte se desmorona pero está claro que no hay que quedarse en la técnica.

Le pinché un poco a Morante con el tema de José Bergamín, al que tanto estima, pero pronto llegamos a un acuerdo: el mejor Bergamín es el primero, el de «El arte de birlibirloque», el que defendía la cumbre taurina que supuso Joselito el Gallo. (Aunque a algunos pueda sorprenderles, ése es también el ideal de Morante). Luego llegó el Bergamín del exilio, el duro retorno y las posiciones políticas más penosas. Comentamos también lo hermoso que puede ser el toreo andando, como lo hacía el maestro Domingo Ortega. Y José Antonio fue rotundo: «La quietud les sirve a algunos para taparse». Pero los públicos actuales apenas saben apreciar lo otro…

Censuraba Unamuno el tiempo que pierden los españoles, hablando de toros. ¿Lo pierden o lo ganan? La lengua suele hablar de lo que el corazón rebosa. En este acto de ABC, hemos disfrutado charlando de toros con profesionales y aficionados que lo hacían con conocimiento y con pasión.

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