La ofrenda del Pilar

Alberto Álvarez e Imanol Sánchez logran una oreja y Ricardo Torres se corta la coleta

Alberto Álvarez, en un pase de pecho Fabián Simón

Ángel G. Abad

Como si de un adelanto de la ofrenda del día grande de las fiesta de la capital aragonesa se tratara, la empresa puso a tres diestros aragoneses a los pies de El Pilar, los toros de la ganadería salmantina que hicieron del cartel una oportunidad. Y eso que la corrida tuvo enorme desigualdad en las formas. Hasta 170 kilos de diferencia entre el bien armado segundo y el zambombo que cerró plaza, precisamente los dos toros de nota de un festejo en el que otros dos, al menos primero y tercero, dieron opciones de triunfo a sus matadores.

El que mejor la aprovechó fue Alberto Álvarez con ese segundo, un colorado de pocos kilos e impresionante arboladura, que embistió por derecho. Con el compás abierto lo recibió con la muleta en los medios y ya en esa primera serie se permitió relajarse. Siguió por ese pitón con muletazos de mano baja y trazo largo. Templado el ejeano, que, en los medios siempre, estuvo a la altura del excelente toro. Si acaso menos intensidad al torear con la zurda, pero enseguida volvió a derechas para dar rotundidad a la faena con la muleta sin montar. Tenía el triunfo en la mano, con el mérito añadido de quien torea tan poco, y se fue tras la espada con irrefrenable afán. Estoconazo, que ya de por sí valía un trofeo. Se pidió con fuerza el segundo, pero el usía se autocensuró, quizás pensó que se le iba a criticar por mano ancha hacia el paisano. No era el caso...

El quinto, un bonito burraco, no tuvo apenas fondo y se apagó pronto, llevándose por delante la ilusión del aragonés, que no pasó de buenas intenciones con una y otra mano, a la espera de encontrar lo que desde el tendido se veía que era imposible. Con todo, lo que le permitió su primero, lo aprovechó con verdad.

La otra oreja se la llevó un apasionado Imanol Sánchez, que ofreció todo su repertorio ante un lote válido. El pundonor suplió las carencias de quien era la primera vez que se vestía de luces en la presente temporada. Pasó sus apuros con el tercero, al que banderilleó con voluntad. La faena de muleta fue un toma y daca. Mando y quietud hubiera sido lo más indicado. Como en el sexto, un enorme toro de 659 kilos que llevaba dentro mucho, y bueno. Vibrante con el capote, el toro se arrancó hasta tres veces al caballo que montaba Gabin Rehavi, que estuvo espléndido. En banderillas se lucieron Sergio Aguilar y Mariano Ruiz, y el comienzo de faena tuvo también su punto de emoción, lo que hizo que el público se pusiera a favor del zaragozano, que compuso un trasteo rematado eficazmente con una entera de efecto rápido.

Abría cartel Ricardo Torres, que no se dio mala maña con la zurda. Fue lo mejor de una tarde que para él resultó anodina, tanto con el mejor primero como con el rebrincado cuarto. Al final del festejo salió al ruedo y se cortó la coleta. Un gesto de profesionalidad, cuando la lucha es imposible y el futuro no encuentra una luz ilusionante.

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