La dulzura de los piononos en Granada

Enrique Ponce cortó tres orejas y fue el triunfador de la tarde

Enrique Ponce Efe

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Esta tarde pensaba estar en Sevilla, viendo la primera corrida de la Feria de San Miguel, con Ponce, Manzanares y Roca Rey. Hace meses, cuando se anunció el cartel, nadie podía imaginar que el virus lo impediría. Ahora, a Ponce le persigue la prensa rosa, Manzanares está convaleciente y Roca Rey ha roto con sus apoderados. Las vueltas que da la vida... Una más: en Granada, la festividad de la Virgen de las Angustias , patrona de la ciudad, no se celebra esta vez con procesión ni ofrenda floral pero sí con una miniferia taurina. Casi se repite el cartel del día anterior, en Cabra, con la suma de Castella. Esta vez, varios toros de Juan Pedro flaquean demasiado pero el cuarto derrocha dulzura y Ponce le corta las orejas, que se suman a la del primero. También logra dos trofeos Castella y uno, Curro Díaz. ¡Seis orejas! ¿Una corrida extraordinaria? Prefiero un título de película: «Todo es posible en Granada».

En la Plaza de Granada hay merienda, algunos espectadores saborean los dulcísimos piononos de Santa Fe : unos bizcochos humedecidos en almíbar, bautizados así en homenaje al Papa; evocan su figura regordeta y el solideo, por la corona de yema tostada. Con esa dulzura embiste el cuarto toro, permitiéndole a Ponce desplegar toda su estética, con lances y muletazos muy lentos, suaves, de pie y de rodillas. El maestro Ruiz Miguel exclama: «¡Qué bondad!» (refiriéndose al toro). Mata a la segunda y corta las orejas. Con reses así, puede seguir toreando varias décadas. El primero se derrumba en banderillas y se raja a tablas (igual que toda la corrida). Ponce le saca muletazos fáciles, que no pueden tener emoción por la blandura del toro, pero el bondadoso público le premia con oreja.

Los dos toros de Curro Díaz , muy sueltos, flaquean. El segundo protesta, puntea la muleta. Falla al matar. El quinto, justo de todo, le permite lucir más su torería, en lances y muletazos con gusto. Buena estocada: oreja.

En el tercero bis, rajado, Sebastián Castella aguanta, muy quieto, las desiguales embestidas en un trasteo largo y afanoso, premiado con un generoso trofeo. En el último, que pierde las manos, muestra su firmeza y oficio, en otra faena larga, rematada con estocada: otra oreja.

Soy goloso, me encantan los piononos de Santa Fe pero, en los toros, quiero que, además de bondad y dulzura, tengan fuerza y casta. Eso se exigía antes a los toros bravos. Eran otros tiempos y otra Fiesta.

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