Cataluña: ahora, a por los correbous

Ocho años después de prohibir las corridas, el Parlament intenta abolir los toros de la calle

Ángel González Abad

Ayer, 25 de septiembre, se cumplieron ocho años sin corridas de toros en Cataluña. El Parlament las prohibió en una modificación de la Ley de Protección de los Animales, y poco importó que seis años más tarde el Tribunal Constitucional revocara la abolición, pues, sin estar prohibidas, las corridas de toros siguen sin celebrarse.

El mismo día en que los diputados autonómicos votaron contra los festejos taurinos mayores, aprobaron blindar los correbous , una tradición extendida en toda Cataluña, y de forma especial en las Tierras del Ebro. Aquella operación de abolir lo que desde el nacionalismo se consideraba ajeno a Cataluña y mantener una tradición tan arraigada como los festejos del toro en la calle, convenció a los partidos independentistas , pero no a los más radicales, que unidos a las plataformas animalistas consiguieron que el Parlament haya tomado en consideración una propuesta para que desde el Govern se hagan los cambios normativos que conlleven que los correbous dejen de celebrarse. Y la votación no ha sido unánime, las abstenciones han superado los votos a favor, pero en esta tierra de tanta indefinición, nada puede sorprender.

Es un primer paso, está claro, por delante el devenir de esta legislatura, la sentencia del procés, el horizonte de nuevas elecciones . Pero es una batalla que se ha mantenido latente, en la que los aficionados catalanes han estado solos, sin el menor apoyo de un sector que ha dado por perdida Cataluña para la Tauromaquia de forma global, la que contempla cualquier manifestación taurina.

Queda por ver como este primer paso contra los correbous se toma en la geografía taurina catalana, desde los muchos pueblos del Delta del Ebro hasta Vidreres en Gerona, pasando por Cardona en Barcelona. Ahí va a estar la gran batalla, en donde se van a enfrentar sentimientos y tradiciones con votos al catalanismo, y por eso puede entenderse esa abstención mayoritaria en el Parlament, que, de momento, no ha servido para frenar la resolución que pide el fin de los correbous.

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