Ana Belén y Consuelo Trujillo, en «Medea»
Ana Belén y Consuelo Trujillo, en «Medea» - JERO MORALES
CRÍTICA DE TEATRO

«Medea», con Ana Belén, en el Teatro Español: una mujer detrás del mito

José Carlos Plaza dirige esta versión del mito clásico escrita por Vicente Molina Foix

Madrid Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Medea la hechicera, la filicida, la amante poseída por una pasión irracional, el mito furioso que embridó Eurípides hace dos mil quinientos años, aquella cuya leyenda la quiere capaz de ahogarse en su propio dolor de madre para castigar al hombre que la despreció, divina y terrenal, nos fascina y nos suscita pavor como furia vengativa, pero también compasión, cierta comprensión y hasta congoja por su condición de mujer abandonada. Todos estos ecos que nos llegan desde el relato mitológico los recoge Vicente Molina Foix para dibujar a esa mujer oculta tras la imagen de llamas y sangre del mito. Según revela el escritor, en su aproximación al personaje ha utilizado materiales encontrados en Eurípides y Séneca, además de visitar las «Argonáuticas» de Apolonio de Rodas, el libro séptimo de «Las Metamorfosis» y la carta de Medea a Jasón recogida en las «Heroidas» de Ovidio, que también dedicó a esta dama fatal una tragedia desaparecida.

Medea (***)
Texto dramático: Vicente Molina Foix. Dirección: José Carlos Plaza. Escenografía: Francisco Leal. Vestuario: Pedro Moreno. Iluminación: Toño Camacho. Música: Mariano Díaz. Intérpretes: Ana Belén , Adolfo Fernández

Su texto es plástico y bello, con un remanso narrativo de contenido didáctico en el que Medea, con ayuda de la Nodriza, narra a sus dos hijos la historia de los argonautas y cómo ella intervino decisivamente para que Jasón consiguiera el vellocino de oro; una especie de resumen de los capítulos anteriores al nacimiento de los niños que explica por qué se encuentran en Corinto, donde el padre ha aceptado un matrimonio de conveniencia con la hija del rey Creonte. Este inciso de escaso dramatismo funciona bien en el conjunto de un espectáculo complejo y tenso, con momentos espléndidos bien graduados por José Carlos Plaza.

Presencié su estreno en Mérida y creo que el montaje ha ganado en fluidez y contundencia dramática, aunque se haya constreñido el espacio escénico, dominado por una gran puerta que aporta un interesante juego conceptual sobre la condición exterior de lo que acontece a Medea, extranjera en Corinto. Maravillosamente vestida por Pedro Moreno, Ana Belén asume el amor y el dolor de la protagonista con determinación fiera, bañada por una sensualidad de dureza oscura; suyas son las últimas palabras de la obra: «Voy a ser la mujer que no sufre más. ¿Y qué será de Medea? Medea será el recuerdo que tengáis de Medea», que es como decir «quedaos con el mito que la mujer se va». Su interpretación, junto con la de la Nodriza que encarna con ductilidad y sabiduría Consuelo Trujillo, es una de las mejores bazas de la función, en la que Adolfo Fernández da su Jasón un matiz de héroe cansado, un poco harto de tener que estar a la altura de su leyenda de navegante intrépido.

Ver los comentarios