Luis Merlo: «Siempre tendremos la necesidad de gustar a los demás»

El actor regresa a las tablas después del confinamiento con uno de los grandes fenómenos teatrales de hoy: «El método Grönholm»

Luis Merlo, en «El método Grönholm» Nacho Peña
Julio Bravo

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Luis Merlo llega a la entrevista todavía con la hinchazón anímica que le ha provocado la repentina muerte de Gerardo Vera , que le dirigió en «El crédito», de Jordi Galcerán , hace pocos años. Y pide perdón porque todas sus reflexiones, incluso las más alegres, están nubladas por ese golpe. Sabe, y lo proclama, que es un privilegiado por poder subirse de nuevo al escenario con una obra como « El método Grönholm », también de Galcerán. «En la gira que hemos hecho me he dado cuenta de que la gente tiene ganas de volver al teatro. En San Sebastián, al final de la función, al ver al público aplaudiendo con mascarilla y en butacas separadas, me eché a llorar. Tengo que dar las gracias al público porque haya vuelto al teatro en unas circunstancias tan extrañas; pero no les importa, ríen, aplauden. Y no puedo más que darle las gracias al público. Siempre, pero ahora más. Si yo tengo una meta, es conseguir lo que han logrado hacerme a mí tantas funciones que he visto a lo largo de los años y en muchos países: que durante hora y media o dos horas me olvide de mis problemas. Y lo que estamos viviendo es un problemón muy gordo».

También pensando en los espectadores han modificado, cuenta Merlo, la puesta en escena «para evitar el contacto físico; la distancia de seguridad en el escenario se puede saltar durante no más de quince minutos, pero nosotros la evitamos porque creemos que no sería una situación justa para el público; solo hay una escena en que el personaje de Jorge Bosch me da un empujón y lo hemos dejado, pero son diez segundos». Junto a los dos actores -Merlo y Bosch- completan el reparto Marta Belenguer y Vicente Romero , bajo la dirección de Tamzin Townsend , que ya dirigió el estreno madrileño de la obra hace dieciséis años.

«El método Grönholm» se estrenó en Barcelona en 2003, y llegó a Madrid un año después. Pero a pesar de que habla de una situación concreta -una entrevista de trabajo de una gran multinacional- en un contexto económico y social determinado, al público de 2020 le sigue interesando. «Decía un amigo mío que, en el teatro, la razón no la tienen los actores, ni los críticos, ni siquiera el público; es el tiempo quien tiene la razón. Y cuando una función -antes del coronavirus- tiene más puntos de actualidad que cuando se estrenó, significa que esa función es universal . Ya ha demostrado que lo es porque se ha estrenado con éxito en todo el mundo. Y es que la deshumanización de la que habla es mayor hoy en día que cuando se estrenó. A una amiga de Marta Belenguer le hicieron, en una entrevista, una de las pruebas que aparecen en la obra. Pero Jordi Galcerán consigue, como lo hace Woody Allen , que la reflexión que plantea en escena se convierta en una carcajada cuando llega al patio de butacas. En el estreno, Jordi y Sergi Belbel , que dirigió aquella función, escuchaban desde el exterior al público reír cuando pensaban que los espectadores se iban a quedar helados en determinadas escenas; porque Jordi no pretendía hacer reír, sino poner sobre el tapete el nivel de humillación al que se deja someter alguien que quiere conseguir un trabajo. Esas sorpresas solo te las puede dar el teatro».

«Si tuviéramos que buscar cuál es la nuez de esta función -concluye Luis Merlo-, es nuestra necesidad de gustar a los demás . Y eso va a suceder siempre. Por eso esta obra es universal».

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