«Franito»: humor y flamenco

Esta gran obra menor, que viene del Festival de Almada (Portugal) de ganar el premio del Público, está llena de encanto e inteligencia, a pesar de sus caídas evidentes, de hacerse a veces un tanto mecánica

Fran Espinosa y Patrice Thibaud, en «Franito» ABC
Diego Doncel

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«Franito viene del Festival de Almada (Portugal) de ganar el premio del Público. Producido por el Théâtre de Nimes, es una fusión de humor y flamenco, o de flamenco introducido en el mundo del humor, un divertimento lleno de ingenio, de imaginación, de momentos escatológicos y de brillantez interpretativa. Es también un espectáculo donde el mimo, la caricatura o el baile están contagiados por la fuerza de la risa. La historia de esta madre y de su hijo no tiene historia, no tiene más argumento que los gestos cotidianos que transcurren en una casa cualquiera donde se come, se barre, se asea, se remienda… Ahora bien, esa cotidianidad es un territorio transformado por la agudeza, el chiste o la socarronería, una máquina de carcajadas y de juegos a ritmo de guitarra flamenca.

La cera de los oídos que se quita con una cucharilla, el aseo de Franito a lengüetazos, la madre imitando el sonido de diversos animales. Hipérboles humorísticas sobre hipérboles humorísticas para crear setenta minutos de burlesque, para convertir una cocina andaluza en un espacio donde todo adquiere un nuevo sentido: la madre convertida en «Quijota» con un colador en la cabeza, el palo de la escoba como lanza y la tapa de cinc como escudo; el niño que se mimetiza en una figura de la copla dispuesto a seducirnos con su voz y su baile. Difícil no relacionar muchas de estas situaciones con los grandes maestros del humor, desde Buster Keaton a Louis Funes o Jacques Tati, o emparentarlo con el humor español incluso más comercial.

Todo ello conseguido, por supuesto, por dos enormes intérpretes que sostienen la obra de principio a fin. Patrice Thibaub lleva a cabo un alarde de gestualidad, de dominio vocal y de ritmo en todos sus movimientos; es cierto que abusa de la escatología, pero sus dotes interpretativas son realmente de una amplitud y variedad envidiables. El gran Fran Espinosa es toda una revelación, es un niño pintado por Botero que nos deleita con sus coreografías y la indudable fuerza de su voz, aunque también con unas maneras de actor que no deja de sorprender al público cada vez que interviene. Es el sueño de la música, la música como ilusión, el flamenco como vida.

«Franito» tiene la ingenuidad del teatro para niños, aunque tal vez su punto más débil se encuentre en su poco desarrollo dramatúrgico. Es una gran obra menor llena de encanto, llena de inteligencia, a pesar de sus caídas evidentes, de hacerse a veces un tanto mecánica. Pequeños detalles que no ensombrecen esta creación delirante, humorísticamente imaginativa y fundamentalmente emotiva donde un gesto o una canción sirven para levantar los sentimientos de los espectadores.

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