Educación sexual en la adolescencia
El mayor -y quizás único- reproche que se le puede hacer a « Golfa » es que despierta expectativas sobre su naturaleza que después no cumple. Se lo califica como «obra transmedia», pero el único momento en que difiere (en el formato) de cualquier otra función es aquel en que se ofrece al público participar en una encuesta a través de las redes sociales -choca que solo se haga una vez-. El resto es nada más y nada menos que una interesantísima y singular pieza teatral con una puesta en escena contemporánea.
En la génesis de «Golfa» hay un evidente componente educativo, con el planteamiento de un debate sobre la educación sexual en la adolescencia, franja de edad a quien se dirige fundamentalmente -pero no solo- la función. Presenta una sesión de terapia entre Amanda y Fran, dos jóvenes que fueron pareja; la madre de éste, Vicky; y un sexólogo. La ha ordenado una jueza después de que Vicky apareciera en la puerta del instituto en el que estudian los dos jóvenes e increpara a Amanda, llamándola golfa; una palabra que aparecería días después en una pintada a la puerta del propio instituto, con Fran como principal sospechoso.
La pericia y la maestría de José Padilla envuelven de teatralidad el desarrollo de un texto con muchas aristas didácticas y salva el estatismo de la situacíón -se supone que la sesión es telemática y abierta al público a través de las redes-. La interesantísima función tiene pulso, vibración, frescura, no juzga ni es maniquea y plantea -el buen teatro debe hacerlo siempre- muchos interrogantes. En el notable capítulo interpretativo, destaca María Rivera (Amanda), que hace navegar a su personaje entre la entereza y la fragilidad.
Noticias relacionadas
