Crítica de teatro

«Mrs. Dalloway»: crisis existenciales

Pese al sobresaliente trabajo interpretativo de Blanca Portillo y Gabriela Flores, la mecánica sucesión de monólogos no consigue prender en los espectadores la mecha de la emoción

Blanca Portillo, como Clarissa Dalloway ABC
Diego Doncel

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Veinticuatro horas en la vida de dos mujeres, veinticuatro horas de dos crisis existenciales marcadas por las campanadas del reloj.

Adaptación de la novela de Virginia Woolf , «Mrs. Dalloway» habla, en efecto, del alto precio de vivir y del alto precio de amar. Como ocurre en el relato de la escritora inglesa, aquí todo gira en torno a la preparación de una fiesta con la que la Señora Dalloway intenta sorprender a su marido. Pero detrás de los cubiertos, las mesas, el mantel, las flores... se esconden los fantasmas de la memoria, lo que pudo ser y no fue, las arenas movedizas del presente.

En el otro extremo de la historia no está Septimus Warren Smith, sino Ángelica, derrotada, como Virginia Woolf , por el demonio de la enfermedad mental, viviendo solo de esa pequeña llama de vida que le da el hombre al que ama antes de lanzarse a la definitiva oscuridad final. El nexo de unión entre ambas mujeres es su psiquiatra, un charlatán incapaz de detener la tragedia.

El sentido de la vida, el feminismo , el suicidio o, por el contrario, la heroica defensa de la ilusión y la esperanza, están planteados mediante esos flujos de conciencia tan característicos de la escritura de Virginia Woolf . Sin embargo, a pesar del sobresaliente trabajo interpretativo de Blanca Portillo y de Gabriela Flores, la mecánica sucesión de esos monólogos no consigue prender en los espectadores la mecha de la emoción.

En muchos momentos sospechamos que la fuerza de Virginia Woolf se ha quedado en el trastero. La libertad con la que se adapta el texto original nos priva de la tensión dramática, la belleza y la hondura que la novela posee. La búsqueda de una actualización, con música en directo incluida, solo a veces consigue perturbar.

La escenografía es poética y realista, como ya hizo Carmen Portaceli en Jane Eyre . Y aspira a convertirse en un espacio emocional. De ahí que los flashbacks argumentales tengan también su proyección escenográfica. Porque si bien la potente historia de Angélica está resuelta de una forma lineal, la de Clarissa Dalloway atraviesa tiempos, espacios, las relaciones con su hija, los antiguos amores, tanto con Peter, su gran amor perdido y al que destrozó la vida, y sus relaciones lésbicas, tratadas con demasiada superficialidad. La poesía del texto se condensa en esas proyecciones sobre la enorme cortina móvil, esas flores rojas que descienden, la iluminación.

«Mrs. Dalloway» es la poesía del alma humillada por el peso de la vida. Con su vestido verde, su rostro atravesado por las huellas del tiempo, Clarissa nos lanza una esperanza moral: las humillaciones cotidianas, los errores personales son el umbral de la belleza.

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