Ensayos de la ópera «Norma»
Ensayos de la ópera «Norma» - foto: GUILLERMO MENDO
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Norma, tras el fantasma de la Callas

El teatro Maestranza estrena el año operístico con la mítica obra de Bellini. Daniela Schillaci sustituye a Angela Meada en el papel principal

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Dice la historia que Bellini cambió con «Norma» el sentido del belcantismo, y dicen también que es raro que en un país se representen varias «Normas». «En Italia es imposible. «Norma» es una ópera que da mucho miedo. Que aquí en España se haga una en Sevilla, otra en Barcelona y dentro de nada en Valencia, es excepcional», afirma el maestro Maurizio Benini, que se pondrá al frente de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla en «Norma» que el teatro Maestranza estrena el próximo 6 de febrero.

Benini está en su camerino, y junto al suyo se oye una voz entonar un aria. «Bene»... dice el maestro. Es la nueva soprano, Daniela Schillaci, que ha sustituido a Angela Meade en el papel de «Norma».

«Esto de los problemas con las voces es algo que sucede desde tiempos de Mozart. Los cantantes son atletas y siempre cantan al límite de sus posibilidades, siempre».

«Norma es un personaje muy complicado, y no sólo porque canta desde el primer momento de la ópera hasta el último, sino porque se necesita una persona con carácter», añade. Le digo al maestro que sobre «Norma» planea el fantasma de la Callas, y se encoge de hombros con ese gesto tan italiano, «la Callas fue la «Norma» mítica, absoluta», afirma con devoción de una ópera de la que muchos conocen tan sólo su famosa aria «Casta Diva», «eso es verdad y también pasa con «Vinceró» de la «Turandot», pero «Norma» es mucho más. Hay dúos increíbles y una extraordinaria música. En Sevilla hacemos una versión clásica, tanto musical como escénica. Respetamos lo que está escrito».

El maestro Benini es un hombre afable y simpático, y sonríe cuando se le habla de la forma en cómo tratar a los cantantes, «con diplomacia, Ellos tienen que hacer muchas cosas en el escenario y yo debo dirigir que todo sea un espectáculo compacto, y que nadie se despiste», afirma sonriendo.

Hablamos de ópera y surge la crisis económica, «en Italia es peor que en España. Se han suspendido muchos espectáculos. Se equivocan quitando dinero para la cultura, porque es lo que le da fuerza a un pueblo», dice poniéndose muy serio.

Se oyen voces por la megafonía del teatro, «atención, se recuerda el ensayo a las ocho. Gracias». El maestro mira su reloj, «cinco minutos». ¿Tiene miedo cuando dirige», le pregunto. «No..., no, miedo no. Es que uno tiene tanta responsabilidad. La orquesta. Es la primera vez que trabajo con ellos. Es una orquesa sinfónica, pero se adaptan bien a la ópera», aclara Benini ya levántandóse para el ensayo, «ah, y el coro, diga también que me ha gustado mucho, son muy profesionales».

Acto oscuro y misterioroso

Se abren las puertas de los camerinos principales y van saliendo el maestro, y del otro la «Norma», Daniela Schillaci, con vaqueros, aros grandes en sus orejas, su pelo rubio de corte moderno y botas altas. Daniela Schillaci se dirige hacia el escenario. Está concentrada. Está recién llegada y son sus primeros ensayos.

Nos situamos entre cajas. La actividad es frenética. La regidora, Maribel Macías le echa humor a tanta actividad, quizás para relajar la tensión, «a ver, acto segundo... oscuro y misterioroso», y se sitúa delante de un atril con la partitura a piano de la obra, «la seguimos a piano, porque la del director es como una enciclopedia».

Entra el coro y va hacia el otro hombro del escenario. Es como una torre de Babel, se habla en español e italiano. Entra la figuración con grandes escudos. En esta ópera hay 16 figurantes y dos niños. Dice Juan Carrillo, el coordinador de figurantes, que no son de las numerosas, «las más complicadas han sido las de Wagner con cincuenta o más. Y allí los figurantes movíamos todo en escena». Dice Carrillo que nunca han tenido problemas con un cantante, «y eso que ocupamos muchísimo su espacio, nos echamos sobre ellos o los cogemos en brazos...nunca ha habido problemas. Anécdotas si, una cantante no quería que la tocáramos y otra nos dijo que «profumo no, profumo no. Pero son buena gente». En alguna ópera el director de escena pidió mujeres de más de 1,65, «y eso se encontró sin problemas, pero en «Doctor Fausto» pidieron hombres de dos metros de altura y tuvieron que bajar el listón». El coro entra en escena, el maestro levanta la batuta. El ensayo comienza y la magia de la ópera inunda el teatro, ni siquiera importa que la mayoría vistan vaqueros. Con esa música todo desaparece.

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