Entrevista a Juanito Makandé

Sevilla, el cuchillo que Juanito Makandé lleva clavado en el pecho

El artista gaditano ofrece un concierto este sábado en el Auditorio Rocío Jurado para presentar su último disco

El artista Juanito Makandé, junto a las fotos de El Chiringuito E. Herrera (@jkkprkr)

Ezequiel Mendoza

El día más amargo de Juanito Makandé en Sevilla fue el mismo en que tuvo que irse de aquí para siempre. Aunque ahora vive, respira y vuela feliz en su casa de Mallorca, recluido en la montaña y rodeado de naturaleza, como a él le gusta, Juanito Makandé lleva diez puñales clavados en el pecho : uno por cada año que vivió en la capital hispalense. No se asusten: para Juanito los cuchillos son símbolos poderosos, porque se clavan «y lo que se clava no pasa desapercibido».

Un día de esos que hace que a la memoria le bailen los años –«quizá de 2004, quizá de 2005»– Juanito Makandé llegó a Sevilla para quedarse. No hace mucho que acababa de romper con su antiguo grupo, Radio Macandé, con el cual grabó dos discos para la discográfica Universal. Pero pronto descubrió que aquello no era lo suyo y quiso probar algo nuevo. Empezar totalmente de cero. Antes de llegar a Sevilla, Juanito era un nómada sin mapa ni camino. Vivió en varias ciudades, pero el sentimiento de arraigo no floreció en ninguna de ellas.

Eso cambió al llegar a la capital hispalense, el único lugar al que Juanito ha llegado a sentir que pertenecía de verdad. Incluso aunque no tuviera, precisamente, una residencia estable: «Empecé en José Laguillo, luego estuve en Camas, en la Pañoleta, también en la Plaza Montesión, en la Plaza del Mercado en la calle Feria, en fin, en muchos sitios», suspira Juanito dando tragos a un botellín, a las puertas del que sin duda ha sido –y siempre será– su verdadero hogar: El Chiringuito.

Juanito Makandé saluda unos amigos en la puerta de El Chiringuito E. Herrera (@jkkprkr)

Esta famosa taberna, ubicada en la calle Huelva (un callejón que por muy poco no desemboca en la Plaza de la Alfalfa) es lo que Juanito llama su «oficina». Aunque, en realidad, es como si fuera su segunda casa. «El Chiringuito me lo enseñaron Los Makarines, dos chavales que cantan flamenco. Me quedé a vivir con ellos y me trajeron a las dos semanas de estar aquí. Me dijeron “allí se pueden fumar pitillos y hay una guitarra, se está en la gloria”. Flipé con el sitio».

Es sabido en Sevilla que, si no tienes una foto en las paredes del Chiringuito, no eres nadie. Eso nos da una pista de por qué Juanito Makandé no es que tenga una, sino unas cuantas. Por tener, tiene hasta un montadito con su nombre. «¡Un churrasco al whisky! ¡No podía ser otra cosa!», exclama con una carcajada. «Un día me dijeron que me iban a poner un montadito. “¿De qué quieres que sea el tuyo, Juanito?”, me preguntaron. ¡Pues de qué va a ser, un churrasco al whisky!».

No obstante, allí no solo tiene un montadito y algunas fotos en la pared. Juanito Makandé, en El Chiringuito, siempre tiene una cama. «Yo ahora duermo aquí. Cuando vengo a Sevilla me quedo aquí siempre. Ahora estoy en la última planta, arriba en la azotea, que tiene un cuartito», señala Juanito, mirando la fachada del local que le ha visto crecer y madurar. En Sevilla pasó de cantar por 60 u 80 pavos, a llenar dos días consecutivos el Auditorio Rocío Jurado . Aquello ocurrió hace ahora dos años, cuando despedía la gira de su último disco, «Muerte a los pájaros negros». Ese fue, sin duda, uno de los momentos más dulces que esta ciudad le ha regalado a Makandé. «Junto al concierto de la Bienal, con Manuel Molina, por supuesto».

Juanito y varios amigos cantando en El Chiringuito E. Herrera (@jkkprkr)

Fue allí, en el Auditorio Rocío Jurado donde, hace doce años, tras grabar su primer disco, el promotor le convenció de que sería el enclave perfecto para darlo a conocer. «Fueron 160 personas las que estuvieron allí aquel día, en un aforo para ocho mil. Éramos casi más músicos que personas», cuenta con una sonrisa. Sin embargo, en 2016, la historia fue totalmente distinta. Aquel doble concierto se le quedó para siempre en la retina. «Se me caían las lágrimas. Diez años más tarde, llenar dos días consecutivos el Rocío Jurado. No me lo podía creer».

Sin embargo, Juanito tiene los pies en la tierra. Ya poco queda de ese chaval al que los gitanos de La Línea de la Concepción le decían que estaba «macandé» (loco), «porque yo era un “ echao palante ”». Juanito sabe que todos estos frutos que ahora recoge han sido a base de sembrar, labrar y regar. «Y también hay que tener un poco de suerte», apostilla. Asimismo, este reconocimiento viene tras ese trabajo constante para buscar su propia voz y un estilo inconfundible. Juanito reconoce que aquí fue donde forjó su verdadera personalidad. «En Sevilla me encontré a mí mismo haciendo canciones. Aquí fue donde empecé a tocar con mogollones de artistas sevillanos que me han enseñado muchísimo y donde me encontré a mí mismo y me conocí de verdad».

Sevilla es la ciudad que ha visto, también, madurar su voz, sus letras y sus canciones. Hubo un tiempo, durante los diez años que vivió aquí, en que no lo conocía «ni Cristo». «Aquí he hecho muchas fechorías», reconoce tras una sonrisa de satisfacción. Ahora, sin embargo, por esas calles donde al principio no le reconocían, pasan autobuses con carteles enormes, con su cara impresa, anunciando el concierto de este sábado en el Auditorio Rocío Jurado, donde presenta su último disco, «El habitante de la tarde roja». «¡Imagínate! Es flipante. Me siento muy realizado, pero tampoco me creo nada, compadre. ¡Esto es lo que es!», agrega con ese rotundo corolario, bajo el que se esconde la humildad de alguien que lleva años trabajándose la suerte.

Juanito y las fotografías del Chiringuito E. Herrera (@jkkprkr)

En su nuevo disco Juanito le canta a la soledad, la libertad y el amor, pero también a los garbanzos de su mama. «Llevo dieciocho años fuera de mi casa. Se echa de menos. Mis viejos siempre han sido muy hippies . Nuestro código de familia siempre ha sido reírnos de todo, hasta de nosotros mismos. La casa en la que estoy ahora es grande, y ellos han estado un par de meses allí conmigo y lo disfruto mucho. Mi intención, ahora cuando se jubilen en un par de años, es llevármelos conmigo».

Al final, gracias a esa madurez y a todo ese trabajo, el éxito llamó a su puerta . Ya avisó -el éxito- de que estaba de camino, con uno de sus temas más conocidos, ‘Niña Voladora . Esta canción nació en la azotea de un ático que Juanito tenía alquilado, detrás del mercado de la calle Feria. Una canción que, cuando terminó de componer, él ya sabía que tenía algo que la hacía diferente a la demás. «Me ha pasado que me he levantado, he cogido la guitarra y venga, unos tanguillos. Pum, pum. Todo perfecto, como si te llegara directamente del univers o. Ya sabes y sientes que esa canción tiene algo».

Acompañado de su amigo Fran Cortés, fue en Sevilla donde Juanito compuso muchos de los temas que, posteriormente, han supuesto un gran impulso en su carrera. Uno de ellos, ‘Kamikaze’, lo grabó precisamente en el estudio Alta Frecuencia , en la calle Goles. Canción que, por cuestiones del azar, tuvo la bendición de uno de los personajes más carismáticos de Sevilla: Ramón Plantón, el «Súper-Ratón» , quien también fue uno de los grandes compadres de Juanito, aquellos años en los que el tiempo se masticaba rápido, siempre con hambre y ganas de más.

Juanito salió de su casa un día, acompañado de Fran Cortés y el trompetista, Enrique Rodríguez, para grabar dicha canción. « Estábamos tomando un café y apareció Ramón allí , se sentó con nosotros y le dije: “¿Tú sabes quién es este, Ramón?”, refiriéndome a Fran Cortés. “¡Este es el hijo de Chiquetete!”, le dije. Mira, se puso blanco, nunca lo había visto así. Se puso a llorar, porque él se había pegado cuarenta fiestas con Chiquetete por Triana, cuando eran jóvenes. Se emocionó y, cuando se iba, le dijo a Fran: “Te voy a hacer un regalo, primo, porque me ha emocionado conocerte”. Y le regaló unos tapones de los oídos, con cera pegada. Y Fran, que es muy escrupuloso, los cogió con todo el respeto, el pobre. Lo recuerdo con mucho cariño. Fue la bendición para grabar el tema ».

Juanito busca la foto de Ramón en la pared del bar E. Herrera (@jkkprkr)

Es hablar de Ramón y la voz se le hace de noche. Hace justo una semana, Juanito se encontró una tarjeta de memoria de un antiguo teléfono móvil y allí descubrió que tenía un buen número de fotos de Ramón (que falleció en 2014), de cuando Juanito, Plantón y Sevilla suspiraban al compás. «Hoy me he acordado un montón de él, la verdad. He llegado aquí y me ha venido un recuerdo que no veas...», confiesa con seriedad. «¡Mira, ese es Ramón de joven, míralo qué guapo! Bueno, joven… ¡Más joven!», apunta entre risas, señalando una de las fotos colgadas tras la barra del Chiringuito en la que se ve a un Ramón Plantón trajeado, sentado en un banco.

Aquí, en El Chiringuito, Juanito se encuentra cómodo y feliz, rodeado de los suyos: sus amigos, su familia, su chica. Se abren unos botellines y arriman las sillas a una candela, formando un círculo. Alguien saca una guitarra, porque en Sevilla, si sabes escoger bien el sitio, siempre hay alguien que tiene una guitarra a mano. De repente, y a pesar de la lluvia, Sevilla es Sevilla. Entre palmas, suenan versos y melodías que conocen todos. Canciones que son más de la gente, de los naranjos y las copas de vino, que de los propios artistas. Como ocurre con las canciones de Juanito, que son cuchillos en el aire de esta ciudad. Y como él mismo dice, lo que se clava, difícilmente pasa desapercibido. Normalmente, de hecho, suele dejar una marca imborrable.

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