Cristina Heeren, la mecenas americana cuya fundacionón abre una nueva sede en la calle Pureza
Cristina Heeren, la mecenas americana cuya fundacionón abre una nueva sede en la calle Pureza - VANESSA GÓMEZ

Cristina Heeren abre un «minicampus» del flamenco en pleno corazón de Triana

La Fundación de Flamenco que lleva su nombre inaugura el cinco de abril su nueva sede en la calle Pureza

«Mi sueño sería abrir el teatro para el flamenco en Triana», reconoce en su encuentro con ABC de Sevilla

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Una gran casa de colores sevillanos abre esta semana sus balcones en la calle Pureza, casi esquina de la parroquia de Santa Ana. «Esto era Barquillos Loli, una pastelería», dice Cristina Heeren (Nueva York 1943), con su acento de políglota. «Buscamos mucho y por fin encontré esta casa que he tirado entera para volverla a hacer».

La Fundación Cristina Heeren se convierte en trianera a partir de esta semana. Esta mecenas del flamenco ha perseguido varios sueños y va a cumplir uno de ellos. Aunque la historia comenzó hace muchos años.

«A mi el flamenco se me apareció cuando tenía once años y estaba interna en Inglaterra. Yo escuchaba a mi padre en casa tocando la guitarra. Mi padre me llevó a Londres a ver a Antonio el Bailarín y me gustó muchísimo. Quedé fascinada».

Y su historia personal continuó deambulando por varios mundos. «Mi abuelo, Arturo Heeren, era español de origen alemán y peruano. Mi madre era brasileña y conoció a mi padre en Nueva York, Nosotros vivíamos en Biarritz. En aquella época Gitanillo de Triana traía su tablao del Duende al Casino de Biarriz. Mi padre y yo íbamos todas las noches. Pastora Imperio estaba ahí. Conocí al Maera, Chano Lobato, Maleni Loreto.. Seguí viendo flamenco, recuerdo el tablao de Nueva York que se llamaba Chateau Madrid, y así se me fue formando el oído». En Estados Unidos vió bailar a Pilar López, Carmen Amaya o José el Greco. En aquel momento el flamenco era sólo su actividad del verano, «no podía pensar que iba a ser mi vida». Pero en el año 1961 al 62 vivió en Madrid, «antes de ir a la Universidad y ahí sí que vi flamenco. Iba a Zambra, conocí a Alejandro Vega...»

Orson Welles y el toreo

La vida de esta mujer que ahora recala en Triana por voluntad propia, también tiene recuerdos de otros personajes. «Sí conocí a Hemingway, no mucho. Lo conocí en Pamplona, donde iba con mi padre siguiendo a Antonio Ordóñez. Hemingway no era muy agradable. Orson Welles era otra cosa. Sabía mucho más de toros que Hemingway. Me senté muchas veces con él en barrera». Pero su pasión era Antonio Ordóñez, «me marcó mucho. Nos hicimos muy amigos, y estaba con él cuando murió. Me llamó su hija Belén y me vine de Granada».

Cristina Heeren ante Santa Ana
Cristina Heeren ante Santa Ana - V. G.

La joven Heeren tenía que continuar sus estudios. Cursó literatura inglesa en la Universidad de Columbia, «pero mi sueño era vivir en España y tener una finquita en Andalucía. Al final lo conseguí. Se murió mi abuela, heredé un poquito de dinero y me compré la finca de Granada». Tras Columbia se marchó a París donde vivió diez años. «Trabajé de montadora de cine. Hacíamos casi siempre cortos que iban a los festivales y la verdad me gustó».

Se casó, tuvo una hija que nació en Londres pero que se crió en Granada en una finca que restauró para vivir con su familia. «Yo he ido persiguiendo Andalucía toda mi vida».

Desde Granada empezó a ir a los festivales de los pueblos, «y ví a muchos artistas. Un día me encontré con Calixto Sánchez y pensé, este cantaor es el más exportable con esa voz y su dicción. Le ofrecí producir un disco y de repente me llama y me dice, ya tengo el material. No sabía qué hacer. Así que monté una discográfica, Pureza».

En 1996, cuando está grabando el segundo disco, esta vez con José de la Tomasa, «José Luis Postigo comentó que era una pena que en Sevilla no hubiera una escuela de flamenco con profesores artistas conocidos. Y yo dije, si no existe, hagámosla».

Desde ese momento puso su trabajo y su capital al servicio del flamenco. «Buscamos un sitio, primero en la calle Fabiola, de donde nos tuvimos que marchar. Luego compré el local de la Palmera».

La Fundación Heeren comenzó con siete alumnos, y «nosotros teníamos las ideas muy claras. Hemos ido añadiendo cosas. Nos reunimos Calixto Sánchez, Milagros Mengíbar, Postigo y Tomasa y pensamos que queríamos enseñar un flamenco ortodoxo y que luego los alumnos hicieran lo que quisieran. Esa es nuestra filosofía».

De su escuela han surgido figuras como El Choro, Alberto Sellés, Rocío Márquez, Luisa Palicio, Jeromo Segura, Javier Ribera, «el sistema funciona». El flamenco de ahora le gusta, «pero hay géneros intrusos que no aportan nada al flamenco y esto me molesta. Siempre se puede innovar cuando aportes algo, pero si vas a quitarle su personalidad, no. Añadir danza contemporánea produce un flamenco poco sensible y agresivo».

Dar a la sociedad

Algo más de 1.500 metros cuadrados en tres plantas y una inversión de 3.800.000 euros, ha costado esta nueva sede de la Fundación, que además tiene en su interior un pequeño teatro de cien localidades con butacas traídas desde Italia. «Ese sería otro de mis sueños, poder abrir este teatro para el flamenco en Triana y presentar espectáculos. Aún no tenemos licencia de teatro. Yo creo que mi escuela al barrio le va a dar mucha alegría». Haber usado su dinero para su pasión, cree que es normal, «en América es así. El Metropolitan Museum se mantiene por las donaciones y el Central Park es privado, el diez por ciento que no lo es, pertenece a la policía. En Estados Unidos cuando tienes una afición tienes que dar algo a la sociedad. Allí no se espera de la administración».

Ahora más de cien alumnos inaugurarán esta nueva sede de la fundación Heeren donde los estudiantes vuelven a estar todos juntos, «esto va a ser un minicampus del flamenco. Y está muy bien que sea Triana su lugar para el futuro».

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