CRÍTICA DE ÓPERA

'Tabaré': Así que pasen cien años

El Teatro de la Zarzuela ha terminado por ser el lugar donde mejor se trata a Tomás Bretón. Vuelve a serlo con la interpretación de su última ópera y en la que más confió

'Tabaré', de Tomás Bretón, en versión concierto Javier del Real/Teatro de la Zarzuela

Alberto González Lapuente

Sin dejar de protestar por todo lo que se hace o se deja de hacer, Bretón , desde el cielo, debería reconocer que aquí abajo se le quiere más de lo que él imaginaba. Como el cariño viene de largo, algunos años antes de iniciar el siglo actual se publicaron sus diarios, se interpretaba (bien es cierto que con poco acierto) 'Los amantes de Teruel'; y aparecía una grabación de 'La Dolores'. Mientras, su archivo personal salía a subasta acabando una buena parte en la Biblioteca Nacional; sonaba también 'El Apocalipsis', el oratorio romano de juventud, al margen de otras músicas interesantes… Y aún vinieron cosas en el XXI: por citar los extremos, desde la exhaustiva monografía de Víctor Sánchez, a la más actual interpretación de 'Farinelli' en el Teatro de la Zarzuela. Ya es paradójico que fuera aquí, en el templo sagrado de ese género del que «yo, he renegado y reniego», porque «¡qué músicas, qué procedimientos… qué atrasaditas son!«. Bretón, siempre sonriendo.

Lo curioso es que el Teatro de la Zarzuela ha terminado por ser el lugar donde mejor se trata a Bretón. Vuelve a serlo con la interpretación estos días de 'Tabaré', su última ópera y en la que más confió. Mientras llegaba la audición las palabras del propio Bretón han explicado las grandezas de la obra, una vez más anteponiendo las intenciones a la realización. Y es verdad que 'Tabaré' es un operón en el sentido más expansivo del término. Su larguísima obertura, tan prosopopéyica, es un fractal para un primer acto verborreico, gigantón y agotador al que le queda un resquicio de esperanza a poco que se imagine una interpretación más sutil. 'Tabaré' suena en la Zarzuela bajo la dirección musical de Ramón Tébar , más interesado en la continuidad general, en subir desde el mezzoforte, que en la posibilidad de adherirse a una ruta que tiene sus dificultades, muchas curvas y demasiados retos. El sonido desgarbado de la Orquesta de la Comunidad de Madrid es el síntoma de que 'Tabaré' añade a su propia singularidad el defecto de su exposición desaprovechando pasajes tan ambientales como el comienzo del tercer acto.

Una vez más, arrastrados a la propuesta general, un reparto armado y vocalmente fulgurante convirtió la obra en un ejercicio de esfuerzo aeróbico. Una muestra es suficiente. La entrada de Luis López Navarro como Siripo, mostrando virtuosamente y con un descaro encomiable la marmórea consistencia del cacique. Blanca Ortega , en su presentación en la Zarzuela y para quien debería ser importante otra oportunidad en un espacio más remansado, entró en el segundo acto cantando calante, estranguló el final y comenzó a recrearse en la aguda acidez del timbre. Sus condiciones son soberbias pero el papel de la 'joven española' le dejó demasiado expuesta. Aunque todo se multiplica ante el papel protagonista defendido por Andeka Gorrotxategi con un nomadismo sospechoso: fijo en la partitura, nervioso en continuo balanceo de todo el cuerpo, bebiendo agua sin cesar, cantando a veces con la botella en la mano, desgañitado en agudos imposibles y vociferando con denuedo. El primer dúo con Blanca fue sospechosamente tirante, y el último un ejercicio de supervivencia al que llegó con la voz muy usada.

Todo ello da idea de la difícil y compleja armadura de 'Tabaré' y lo desagradable de sus partes: un ejercicio de estilo ante el que Bretón se mostraba orgulloso, y no es para menos. También lo hacen ahora quienes han conseguido que la ópera vuelva a escucharse, más de cien años después de su estreno en el Teatro Real: Víctor Sánchez , desde luego, como firmante de la edición moderna de la partitura junto a Elena Di Pinto . Ellos (y nosotros) tienen la obligación de defender el argumento borgiano de que somos nuestra memoria. Allí está 'Tabaré', dispuesta a explicar muchos argumentos en relación con el manido asunto de la ópera española o del mejor dibujo de la personalidad artística de Bretón. Subirá señalaba al relatar el estreno de la obra que la «nueva ópera -vieja apenas nacida, en realidad- acusaba las cualidades propias del espíritu bretoniano». La frase es sospechosa por su escarceo, al menos mientras no se tenga una imagen sonora fiable. Y esta, en la Zarzuela, con sus faltas y desatinos reafirman que hay otro Bretón menos orgulloso de sus hazañas pero más acertado. Sin ir muy lejos y asumiendo el error de la simplificación, 'Farinelli' define en la ópera un terreno mucho más acertado y dramáticamente aceptable, como 'La verbena de la Paloma', en la zarzuela (pese a los reniegos de su autor) construye un Everest.

En 'Tabaré', Bretón sacó pecho y se pasó de frenada . El libreto del propio compositor es un despropósito literario y teatral. Lo primero podría haber sido evitable pero la confianza en sus propias fuerzas, insiste Subirá, le llevó a este maremágnum amerindio soportado sobre la epopeya homónima del escritor uruguayo Juan Zorrilla de San Martín dedicada a la sufrida incomprensión del cacique charrúa y mestizo Tabaré. Entenderlo, incluso leyendo los sobretítulos, es muy difícil. En cuanto a lo segundo, cabe imaginar una interpretación más ajustada pese a los logros que ofrece la versión en la Zarzuela. Juan Jesús Rodríguez defiende a Yamandú con autoridad y Alejandro del Cerro se deja el alma con Gonzalo, llegando incluso a emocionarse al concluir la obra. Construyen un conjunto muy estimable los soldados David Oller, Ihor Voievodin, César Arrieta y Javier Povedano.

En el ínterin quedan momentos reseñables como el cuarteto religioso o plegaria al que se sumó la soprano Marina Pinchuk. En este caso y en otros muchos es indudable que se descubre al culto e informado Bretón, heredero de la tradición musical española y de alguna otra internacional. La neblina wagneriana de la obra, con su gran orquesta y gestos musicales, lo corrobora, y si en su día vino a conjugarse con la fiebre por la música del compositor alemán (que llevó, por entonces, a la primera tetralogía madrileña), hoy certifica que los procedimientos que Bretón emplea en 1913 no eran tan 'actuales' como podría esperarse de un crítico especialmente severo ante el panorama español y musical de la época. El viernes, poco antes de la primera interpretación de 'Tabaré', el director del Teatro de la Zarzuela, Daniel Bianco , apeló a la música como lenguaje universal. Durante el concierto, los solistas y el director, llevaron pañuelos con la bandera de Ucrania. El barítono Ihor Voievodin comenzó su carrera en aquel país, la mezzosoprano Marina Pinchuk nació en la vecina Bielorrusia. 'Tabaré' habla de un soñador de imposibles. No debería serlo vivir en paz.

Ficha técnica

Tomás Bretón. Intérpretes: Andeka Gorrotxategi (Tabaré), Maribel Ortega (Blanca), Juan Jesús Rodríguez (Yamandú), Alejandro del Cerro (Gonzalo), Luis López Navarro (padre Esteban / Siripo), Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director musical: Ramón Tébar. Lugar: Teatro de la Zarzuela, Madrid. Fecha: 4-III.

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