Anderson.Paak, durante su actuación el viernes en el Sónar
Anderson.Paak, durante su actuación el viernes en el Sónar - EFE

El Sónar bate su récord histórico con 123.000 asistentes

Anderson.Paak y Moderat marcan el rumbo de la primera jornada nocturna

BARCELONA Actualizado: Guardar
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Aún falta el fin de fiesta, esa mascletá definitiva capitaneada por la electrónica zumbona de Justice y el hip hop con pedigrí de De La Soul, pero el Sónar ya ha empezado a caldear la celebración de su XXV aniversario en 2018 de la mejor manera posible. Esto es: despidiendo su XXIV edición con un récord de asistencia de 123.000 visitantes, cifra redonda con las que el festival barcelonés rompe su techo y confirma que, además de crecer en riqueza y variedad, también lo ha hecho en público. «Se consolida el ADN de música, creatividad y tecnología», ha destacado Ricard Robles, codirector del festival, poco antes de despedir la que, desde ya, es la edición de los récords. Récord de público y también de participantes en el Sónar+D, congreso paralelo al festival por el que han desfilado 5.500 profesionales.

El incremento de público, sostienen los organizadores, viene a validar la apuesta por nuevos sonidos y la apertura del SonarXS, escenario en el que hoy mismo se han podido ver nuevos representantes del trap español como Dellafuente o Bejo. «Se pueden estirar los extremos del festival, con momentos íntimos y momentos de gran celebración», ha apuntado Enric Palau, también codirector de la cita.

Con el campo de las cifras bien cubierto, tocaba bajar de nuevo a la arena para comprobar, entre otras cosas, que Matmos son capaces de convertir una lavadora en el más sofisticado de los instrumentos musicales y que el Sónar ya es todo oídos para nuevos fenómenos como C. Tangana, aventajado representante del trap de aquí que ha armado un buen jaleo en el SonarDome arrimando pop y hip hop y retorciendo el autotune como si no hubiese un mañana. De propina, el madrileño se ha despedido con la espléndida «Antes de morirme», himno grabado junto a Rosalía y que le ha propulsado a una nueva dimensión.

Viernes de sofocón

El viernes por la noche, antes de que la organización confirmarse el repunte de público, ya daba la sensación de que la gente se había multiplicado y se había lanzado en masa a la conquista del festival. Una percepción que se hacía aún más evidente al detectar cierta saturación en las barras y colas de hasta veinte minutos para conseguir algo que echarse al coleto.

Así que, con más público y también con un sofoco pegajoso que no desapareció ni bien entrada la madrugada, el Sónar inauguró su facción nocturna, esa en la que el discurso tecnológico-industrial-experimental empieza a batirse en retirada, para darse un homenaje de electrónica musculosa pero sensible con Matmos y constatar que el californiano Anderson.Paak está llamado a convertirse en el gran fenómeno de la música negra.

Antes de eso, el también californiano DJ Shadow había estrenado la noche con una exhibición de hip hop abstracto, beats angulosos y audiovisuales contundentes a la que le sobró oficio y le faltó un poco de alma. No se olvidó de su celebrar el XX aniversario de su clásico «Endtroducing...» ni de detonar la implacable «Nobody Speak» que ha firmado junto a Run The Jewels, pero por momentos parecía que, más que un directo, estuviese impartiendo una master class teórico sobre las mutaciones del hip hop.

Dj Shadow, durante su actuación en el Sónar
Dj Shadow, durante su actuación en el Sónar- EFE

Mucho más disfrutable y enérgico fue el pase de Anderson.Paak, un ciclón escénico que, acompañado por The Free Nationals, jugó a disfrazarse de Stevie Wonder, The Roots y D’Angelo con un extenuante maratón a través de la historia de la música negra. El autor de «Malibu», que ya pasó por Barcelona hace un par de meses como telonero de Bruno Mars, se creció rodeado por una impecable banda capaz de bordar casi cualquier estilo, saltó del micro a la batería con extenuante insistencia y demostró que él solito puede encarnar todas las caras del funk, el soul, el R&B y el hip hop.

Otro de los platos fuertes de la noche fue el regreso de Moderat, una banda capaz de sonar contundente y demoledora sin perder de vista el poso melancólico de canciones como «Rusty Nails» o «Bad Kingdom». Con el SonarClub abarrotado y un detallista y cuidado juego de proyecciones y visuales guardándole las espaldas, el trío alemán reinó en la pista central del festival y confirmó que tampoco hace falta llevar los ritmos al extremo para extasiar al personal

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