Phil Spector, turbio y legendario arquitecto del pop de los sesenta, muere en la cárcel a los 81 años

Inventor del «muro de sonido» y productor de las Ronettes, John Lennon o los Beatles, entre otros, ha fallecido en una prisión californiana, donde cumplía condena por asesinato desde 2009

Phil Spector, en una imagen de 2009, antes de entrar en prisión AFP

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El redoble de batería de «Be My Baby», el aullido arrollador de «Walking In The Rain», ese enjambre de vientos y cuerdas que llevaron a los surcos del vinilo el fervor adolescente de las hormonas desatadas, el sacar de quicio a Paul McCartney con los arreglos en bucle de «The Long And Winding Road» , sus siniestras carreras, revólver en mano, detrás de Leonard Cohen o los Ramones… A estas alturas ya nadie le despedirá entonando el solemne «To Know Him Is To Love Him» («Conocerle es amarle»), éxito primerizo que despachó a finales de los cincuenta y sobre el que edificó gran parte de su carrera, pero no hay duda de que sin Phil Spector (Nueva York, 1939), fallecido el sábado en la cárcel californiana en la que cumplía condena por asesinato, el pop hubiese sido algo completamente diferente.

Ángel y demonio del rock and roll, fue él quien recalibró la intensidad del género, amasó el sonido en esa arrolladora explosión wagneriana conocida como «wall of sound» (muro de sonido) y conectó los últimos caderazos del rock de los cincuenta con el despertar del pop como «refugio natural de los marginados». También, claro, quien alimentó todas las leyendas negras imaginables liándose a tiros en el estudio de grabación o convirtiendo la vida de Ronnie Spector en un auténtico infierno. «No he estado bien. Tengo demonios dentro que luchan por salir», reconoció el propio Spector en una legendaria entrevista con «The Daily Telegraph».

Spector, junto a John Lennon y Yoko Ono, durante la grabación de «Imagine» ABC

Con esos demonios a cuestas, Harvey Philip Spector, «un niño que había crecido enfermizo, raquítico, con poco pelo y la piel llena de granos pero que era inteligente, tenía talento y gran imaginación», tal y como lo retrata Nick Cohn en «Awopbopaloobop Alopbamboom», se mudó de Nueva York a Los Ángeles con apenas 13 años y, deslumbrado por Elvis Presley, Buddy Holly y Little Richard, no tardó en encontrar su camino.

The Sleepwalkers, su primera banda, nace y muere sin pena ni gloria, pero con los Teddy Bears echa abajo la puerta de la industria gracias a «To Know Him Is To Love Him». A saber: dos millones de copias vendidas y su primer número uno. Estamos en 1958 y un Spector postadolescente ya compone, arregla y toca todos los instrumentos salvo la batería. Con todo, aún duda sobre si aceptar un trabajo como traductor para la ONU o seguir tirando del hilo del rock and roll. Al final, dos años de trabajo a destajo para Atlantic o como productor independiente le bastan para aprender todos los trucos del oficio y preparar el gran salto: la creación, en 1961, de su propio sello Philles Records.

A partir de aquí, todo es velocidad de vértigo, estribillos aflautados y canciones como soles. Las Crystals, Darlene Love, « He's A Rebel» y «Da Doo Ron Ron». Con las Ronettes la bola empieza a girar aún más rápido. «Be My Baby», la introducción más famosa de la historia del pop y todos los instrumentos abriéndose paso a codazos como una estampida de corazones desbocados. Los primeros sesenta fueron su década prodigiosa y mientras arrojaba a su entonces esposa Ronnie Spector a un infierno de maltrato y control obsesivo, en el estudio aplicaba su magia sonora a los Righteous Brothers o Ike & Tina Turner. Mientras tanto, en su mansión de Malibú, Brian Wilson perdía poco a poco la cabeza intentando replicar el sonido de Spector.

Tiránico, obsesivo y devoto de unas armas de fuego que no se molestaba en esconder en el estudio, en los setenta hizo buenas migas con John Lennon y George Harrison (no así con Paul McCartney, quien nunca le perdonó sus adendas orquestales a la producción de «Let It Be»), dejó su huella en «Imagine» y «All Things Must Pass», torturó a Leonard Cohen con el desconcertante «Death of A Ladies' Man» y, de modo casi profético, despidió la década con el «End Of The Century» de los Ramones.

Punk orquestal y malcarado tras el que Spector, casado tres veces y divorciado otras tantas, se dedicó a alimentar sus rarezas hasta que estas acabaron engulléndolo. «Nos encerró en el estudio, encendió la alarma de incendios y dijo: 'Así es como yo produzco'», recordaba Kim Fowley tras grabar en 1979 con Spector.

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