María Bayo, ayer en Santander
María Bayo, ayer en Santander - JUAN MANUEL SERRANO

María Bayo: «No puede cobrar lo mismo un actor que un camarero»

La soprano reivindica la importancia de la música en el sistema educativo español

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María Bayo (Fitero, Navarra, 1961) es una de las sopranos españolas más internacionales. Pese a haber cantado en los principales teatros del mundo, mantiene su alma reivindicativa. En uno de los descansos del curso que imparte en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, «Las óperas italianas de Mozart», y subida en unos Armani que la han acompañado casi toda su carrera, analiza la actualidad de la música en España.

Cuarto año en Santander...

Son pocas universidades las que incluyen la cultura o el arte en su programa y, para mí, es muy importante. Creo que en este país todavía no estamos concienciados de la importancia de música.

¿Ni en la educación?

Tampoco. Cuando me marché a Alemania a terminar mis estudios vi que allí la música se contemplaba como una asignatura importante.

Aquí, si quieres hacer música, te tienes que ir a ciertos centros (conservatorios, escuelas de música) y, además, ha bajado la actividad en los colegios. Y no solo ahí, también en las programaciones de festivales y conciertos.

¿Cree que la gente ha abandonado los teatros por la televisión?

Hay ciertas etapas, pero sí es verdad que no se fomenta la música. Quizá debería estar más presente en la televisión como se ha hecho con los Juegos Olímpicos. Durante estos días ves que hay más deportes aparte del fútbol, otra asignatura pendiente. Porque, aunque la gente no lo crea, una entrada de fútbol puede ser más cara que una de ópera, lo que pasa es que nos machacan con él. Ni todo el deporte es el fútbol, ni toda la cultura es el teatro. Hay que hacer que la gente salga a la calle y vea que el directo no es lo mismo que verlo desde casa.

¿Hay futuro para la música española?

Ha mejorado la situación y hay más infraestructuras, pero, después de invertir en ellas muchísimo dinero, no las estamos llenando de cultura. Entonces, ¿para qué sirven? Gracias a Dios, aquellos que se quieren dedicar a esto ahora pueden salir del país mucho más fácilmente. El problema es volver porque salen perdiendo. Desafortunamente esto no solo ocurre con el arte, también con la ciencia. Aunque dicen que está mejorando, ha habido unas generaciones que no volverán, no hay aliciente. La gente tiene que valorar el esfuerzo. No puedes estar pagando lo mismo a un ingeniero o un actor que a un camarero, sin menospreciar a nadie, pero hay profesiones que suponen una formación mayor.

¿Cómo se llega hasta dónde ha llegado usted?

Marchándose como yo lo hice cuando vi que aquí no había posibilidades y superándote cada día. El 99 por ciento es trabajo. Bueno, el talento también tiene que acompañar.

¿Cambiaría algo?

Si hubiese tenido conciencia de todo lo que iba a hacer luego… Estudiar idiomas, aunque en mi época parecía que no era necesario.

¿Cuál es su momento favorito?

Ha sido una carrera muy bonita, que me ha dado muchas satisfacciones y en la que he hecho de todo. Aunque si tuviera que elegir sería el festival de Salzburgo.

¿Le queda algo pendiente?

A veces te encasillan dentro de los personajes que has tenido y que te han dado el prestigio. Lo que sí me gustaría es que los directores vieran que una cantante, con el paso de los años, puede acceder a otro repertorio. Aunque creo que lo he hecho con Donna Elvira, de «Don Giovanni», el personaje que me faltaba después de interpretar a Donna Anna y la Zerlina.

Después de más de 30 años de carrera, ¿se plantea la retirada?

Empiezo a pensar dos veces lo que hago y el tiempo que me va a llevar. La ópera, que es lo que a mí me gusta, implica estar un mes y medio fuera de casa para montarla. Ahora me cuesta más porque mis prioridades han cambiado después de tener a mi hija. Intento buscar cosas que impliquen no estar tanto tiempo separada de ella.

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