James Rhodes rompe el mercurio en la noche más calurosa

El pianista británico ofreció un concierto en El Escorial horas después de reunirse con Pedro Sánchez

El pianaista británico James Rhodes Guillermo Navarro

Marina Rubio

Tres de agosto, penúltimo concierto del Festival de Verano de San Lorenzo de El Escorial 2018, el termómetro por las nubes… y el auditorio completo para escuchar a James Rhodes . Horas después de reunirse con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se encontraba con un público que le esperaba expectante en el Teatro Auditorio de El Escorial.

Con su uniforme habitual (sudadera y zapatillas), el pianista británico apareció en el escenario. El romper de los aplausos denotaba las ganas. Sin partitura, desnudo de pentagramas y de traumas. Las primeras notas parecieron atascarse un poco. Quizás por comenzar en frío o quizás por un día demasiado largo.

Cabeza gacha y mirada baja, nada exagerado en el gesto. Parece que solo estuvieran él y su piano salvavidas, ensayando en la intimidad de casa un sábado cualquiera. Y eso no es malo.

Sus primeras palabras, en un español bastante bueno , son una declaración más de lo «a salvo» que se siente en su nuevo hogar: Madrid. «Hace un poco de frío hoy», bromea.

Pieza más alegre

Llega el turno de Chopin, con la «Romanza» del «Concierto nº1 en Mi menor». Le reconoce como uno de los revolucionarios del piano por excelencia. «Casi todo lo que compuso se sigue tocando hoy», asegura mientras engancha con la «Balada nº3 en La bemol», también de Chopin. Esta pieza es más alegre, dice, «quizás porque está escrita en España». Sus dedos regresan al piano y la mejora en la calidad interpretativa cada vez es más evidente.

Cambio de chip para los «Preludios Op. 3, nº2 y Op. 32, nº13» de Rachmaninov. «El compositor convivió con depresión toda su vida» (y no añade un «como yo», pero se sobreentiende). Le echa agallas y sorprende con empuje y temperamento , requisitos para hacer sonar a Rachmaninov.

Es el final del programa. Los bises llegan con Gluck y la mítica «Orfeo y Eurídice». Rhodes refresca la memoria de la audiencia con el mito de Orfeo y añade que el amor «nos hace cometer estupideces muchas veces». La última pieza del concierto la protagoniza Brahms. Antes de empezar «Canción de cuna» , Rhodes desea a la audiencia una buena noche. Se despide por última vez. Aplauso enérgico, ovaciones sonoras y muchas personas en pie.

No es un virtuoso, ni se vende como tal. Es muy probable que la mayoría del auditorio no acostumbre a escuchar música clásica, y él tiene la capacidad de congregarlos a todos durante la noche más calurosa del año en torno a ella. Coraje, buenas intenciones y puras ganas de vivir, a pesar de todo y de todos.

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