Así es la gira de Madonna que no se verá en España
La reina del pop pone en escena en Lisboa un «show» que lo mismo recicla sus éxitos para bailar que bebe de la música de Cabo Verde o incluso rinde tributo al fado cantando en portugués
¿Multicultural o pastiche? A sus 61 años, Madonna concibe su «Madame X Tour» como una batidora sónica que centrifuga su reinado pop y lo mezcla con cualquier ritmo que se le ponga a tiro: fado «sui generis» , batukada caboverdiana, reguetón a lo Maluma y, cómo no, su «dance music» de siempre.
El espectáculo no recalará en Madrid ni en Barcelona, pues solo está previsto en Lisboa, Londres y París . Ocho veladas en la capital portuguesa, 15 en la británica y 14 en la francesa.
Y la noche del martes 14 de enero fuimos testigos de su reinvención , en pleno derroche de bailarines, despliegue tecnológico, luces y escenografía pero con una particularidad que no gustó a muchos de los fans que abarrotaban el Coliseo de Lisboa: su voz era en directo y los instrumentistas portugueses invitados también tocaban en vivo… pero la mayor parte corresponde a música pregrabada.
El resultado es un espectáculo híbrido que funciona como un musical del West End. Sin embargo, no se trata de un concierto y el «playback» sonoro transmite la sensación ( algo desconcertante ) de que nos hemos colado en un programa televisivo a mayor gloria de la diva indiscutible del pop contemporáneo, capaz de resistir los intentos de asaltar su trono de Rihanna , Katy Perry o Lady Gaga con su acreditada profesionalidad cuando pisa las tablas.
«El arte está aquí para probar que la seguridad es una ilusión », puede leerse en la pantalla gigante antes de que arranque «God control» , antesala para exhibir una gigantesca bandera de los Estados Unidos y dar paso a la melodía electrónica de «Dark ballet», con el piano en primer plano y la sorpresa de que presenta al público a sus hijas adoptivas gemelas, Estere y Stella .
«Esperaba con ansiedad volver a Lisboa, que tanto me ha inspirado. Muchas gracias por hacerme sentir como en casa », dice Madonna para delirio del público local. Es uno de los varios monólogos que se marca a lo largo de la noche, tal vez demasiados porque más de uno concuerda con las palabras de un espectador español: «Hemos venido a ver un concierto, no a una presentadora o a una comediante de televisión».
Suena entonces su clásico «Vogue» , imprescindible en todas sus giras, y de ahí saltamos a la pieza que cierra su disco «Madame X», ese «I don’t search, I find» que calienta motores para uno de los momentos álgidos de la cita: la Orquesta de Batucadeiras de Cabo Verde , con todas y cada una de sus integrantes desafiando «in situ» a los rigores del «playback» instrumental que acapara la versión 2.0 de Madonna.
La fusión prosigue su curso en el Coliseo lisboeta y ganan protagonismo los músicos locales gracias al talento del guitarrista Gaspar Varela, sobrino nieto de la mismísima Amália Rodrigues, o de Miroca Paris, el caboverdiano que solía acompañar a la mítica Cesária Évora . Tampoco faltó Dino D’Santiago , quien ha ejercido de guía de Madonna por esas noches de la Alfama en las que ella descubrió los sonidos callejeros de las antiguas colonias portuguesas.
Se extiende ahora ante nuestros ojos un decorado que reproduce el interior de una casa de fados , con sus azulejos y todo. Un «atrezzo» perfecto para envolver tres instantes que impactan en la audiencia: «Killers who are partying», «Crazy» y especialmente «Sodade».
Pero si hubo una apelación emotiva llegó en forma de «Frozen» , una de las mejores canciones de su trayectoria desde que apareció en el repertorio de su brillante álbum «Ray of light». Un holograma inmenso se cernía sobre Madonna, con la imagen sobreimpresionada de su hija Lourdes María danzando .
Noticias relacionadas
