Momento del musical flamenco «Eterno Camarón»
Momento del musical flamenco «Eterno Camarón» - EFE

Camarón revive en el Festival de Cante de las Minas

Un musical que hace un recorrido por vida y la discografía artística del cantaor en el que suenan los temas más conocidos en la voz poderosa de Pedro El Granaíno

La Unión (Murcia) Actualizado: Guardar
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En la segunda gala del Festival del Cante de las Minas se mostraba el musical «Eterno Camarón», que ya desde su estreno ahora viene más rodado y se han corregido algunos elementos dispersos con el hilo conductor de la coreografía de Javier Latorre, que le ha dado más empaque en la continuidad global del espectáculo.

La función del musical teatralizado de «Eterno Camarón» es bien sencilla y ésta consiste en recordar y poner valor la figura de un genio universal tanto en lo personal, desde el niño que juega en la playa de San Fernando, hasta el adulto que artísticamente dejó una obra artística y una honda huella en la historia del flamenco con un estilo personal: el camaronero.

A veces lo sencillo puede llegar a ser sublime. Desde luego la parte más importante de este espectáculo recae en la figura del cantaor Pedro «El Granaíno», que le pone pasión y voz a los grandes éxitos del irrepetible Camarón, mientras la continuidad y la emotividad se la da la hija del cantaor, Gema Monge, que entre cante y baile, va situando el contexto con los textos poéticos que va leyendo o declamando.

Antes nosotros aparecen los músicos al fondo y tras ellos en la pantalla un mar tranquilo, que se mece entre olas y olas, en noche de luna llena, sale Gema a recitar y Pedro «El Granaíno» canta la «Nana del caballo grande»: «Quién dirá mi niño/ lo que tiene el agua/ con su larga cola/ por sus verdes alas». El mar no cesa y de pronto amanece y El Choro bailando por alegrías mientras canta Pedro «El Granaíno» el tema «Bahía de Cádiz»: «El barquito de vapor/está hecho con la idea/ que echándole carbón/navegue contra la marea», y el baile y el cante se funden alegremente con la bailaora Mercedes de Córdoba que acaba de salir al escenario y se encuentra con el bailaor.

Vuelve a salir Gema Monge, con vestido largo de rosa, y, declama unos versos y suena por tangos: «La Primavera»: «Va llenando de rosas/ Los corazones que sueñan/ La primavera/ con sus bellos colores/ el alma triste alegra».

Y de nuevo en esa declaración de principios camaronera, la voz del Pedro «El Granaíno» canta por bulerías Soy fragüero: «Cuando los niños en la escuela/ estudiaban pal mañana/ mi niñez era la fragua/ Yunque, clavo y alcayata», mientras en la pantalla arde la candela de una fragua.

Y así suena sevillanas y después baila muy bien Mercedes de Còrdoba por soleá, hasta llegar a la explosión emotiva con la banda sonora de muchos jóvenes a finales de los 80 que cambió el concepto flamenco con la inclusión y la fusión de nuevos instrumentos. Y suenan los versos de Garcia Lorca: «El sueño va sobre el tiempo/ flotando como un velero/. Nadie puede abrir semillas/. En el corazón del sueño», de aquel disco: «La leyenda del tiempo» que marcó un antes y un después. Y ahí el público seguía con sus palmas el ritmo.

Y eso, llegaron unos fandangos de Pedro «El Granaíno» de los se te quedan para después, para seguir acordándose de la tierra por tarantos con «De lo que yo soy pa ti» y se pelean en mi mente, que Camarón fusionaba con la Tarara, siempre la bajo la guitarra y dirección musical de Eduardo Trasfiera, las voces y las palmas de Los Makarines, la percusión de Paco Vega y los teclados de Cristián de Moret. Al cantar esos tarantos aún se recordaba la última actuación de Camarón en 1983 sobre ese mismo escenario. Y sobre ese mismo escenario destacaban los versos que Gema Monge dedicaba a su madre Dolores Montoya «La Chispa» y las circunstancias duras de la vida. Y sonaba por bulerías: «Ya no me cantes cigarra/ ya para tu sonsonete/ que llevo una pena el alma/ como un puñal se mete/ sabiendo que cuando canto/ suspirando va mi suerte».

Y después de una hora y media por la vida artística de Camarón a través de sus discografía, con el buen baile de El Choro por alegrías y martinete y de de Mercedes de Córdoba por Alegría y taranto, llegaba el momento cumbre con la rumba: Volando voy, volando vengo y ahí el público se dejaba mecer, se dejaba volar, mientras se proyectaban un álbum de fotografías de Camarón. Con las palmas de público que no cesaban, y los saludos de la compañía, una y otra vez, sonaban las notas del «Soy Gitano», y hasta Gema Monge se echaba su baile. Se cerraba el telón y algunos seguían con el sonsonete de los famosos estribillos

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