Un disco del Voice-O-Graph norteamericano, enviado a España a mediados del siglo pasado
Un disco del Voice-O-Graph norteamericano, enviado a España a mediados del siglo pasado - abc
cartas sonoras

Los primeros mensajes de voz llegaron por correo postal

Un popular «sonomatón» permitió en el siglo XX y por cuatro perras inmortalizar las experiencias y pasiones de sus usuarios

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Aunque pocos, telefónos había, incluso en España, desde finales del siglo XIX, pero no es lo mismo una conversación que no deja rastro material -llamadas perdidas en la memoria- que un mensaje de voz grabado y plastificado en un disco de seis pulgadas. Las nuevas tecnologías de bolsillo permiten hoy conservar cualquier registro sonoro, ya abaratado y devaluado en una red comunicativa por la que circulan millones de palabras por segundo, pero hubo un tiempo, hará cosa de cien años, en que una frase o una canción, pronunciada o interpretada de viva voz, dirigida o dedicada a alguien, podía ser el mejor regalo, casi un pedazo de vida ensobrado y enviado por correo. Mucho antes de que el Wu-Tang Clan decidiera fabricar una sola copia de «Once Upon A Time In Shaolin», hubo máquinas que por cuatro perras permitían a cualquier mortal materializar sus sentimientos en una extrema edición limitada: un solo ejemplar. Algunos llegaron a España.

Las cabinas norteamericanas Voice-O-Graph, rescatadas del olvido por el anuncio navideño «The Song» de Apple y los trabajos arqueológicos de Jack White a través de su sello discográfico, Third Man Records, fueron durante décadas el accesible refugio -estaban por todos lados- para quienes aún consideraban su voz como el mejor instrumento de la pasión. En Europa, y tras la experiencia pionera de Amusement Equipment, cuyos discos venían con una cara B publicitaria, fue la British Automatic Company la que en los años sesenta instaló sus aparatosas y populares grabadoras, similares a un fotomatón, por estaciones y zonas frecuentadas por los turistas. En alguna de ellas debió de grabar una joven española la postal sonora -improvisada, atropellada («no sé qué decir», «me lo estoy pasando muy bien») y entrañable- que envió a sus padres en un disco Calibre. De Estados Unidos hemos encontrado el mensaje, presumiblemente leído, por su notable estructura sintáctica y la excelente locución de su autor, que le grabó un militar a su madre madrileña. Iba de camino a una base.

A un precio asequible, los discos Calibre y Voice-O-Graph aún se pueden encontrar en el mercado de segunda mano, junto a ejemplares grabados en otras compañías. Alguna pieza francesa se puede encontrar por ahí. Su valor, sin embargo, trasciende lo material. Antes de que Bernard Stiegler relacionara memoria y tecnología, quienes a mediados del siglo pasado dejaron su voz en un microsurco eran conscientes de que una máquina era el mejor aliado para guardar, para siempre, unos cuantos segundos de su vida.

Hay tarjetas de felicitación que suenan al abrirlas, fotodiscos con forma de postal turística e incluso álbumes con postales incluidas, como el de Pink Floyd, o sellos, como los contenidos en el «Ashes To Ashes» de Bowie. Esto era mucho más personal. Era algo único.

Discos cortesía de Lost Things (Madrid).

Ver los comentarios