Novela

Pedro Touceda: «Siempre he sabido que mi vida ha sido un poco de "película"»

El periodista de ABC presenta «Los elefantes andan descalzos y no usan paraguas» este miércoles en la Fnac de Torre Sevilla

El periodista y escritor Pedro Touceda Maya Balanya

Jesús Morillo

A Pedro Touceda le gusta definirse como «explorador artístico» , una buena forma de referirse a una personalidad inquieta que desarrolla su creatividad en diversos campos. Porque este madrileño es escritor, cineasta, fotógrafo y periodista de ABC , en el que comenzó como crítico musical y en el que ahora dirige el Festival Iberoamericano de Cortometrajes (FIBABC), que creó en 2007.

En el terreno literario, Pedro Touceda arrancó fuerte en los años ochenta, con tres libros de cuentos publicados en tres años, pero a mediados de la década comenzó su relación con ABC y se centró en el periodismo. Esta labor no le ha impedido dedicarse a otra de sus pasiones, el cine, habiendo dirigido tres cortometrajes , que lograron premios como el del Público de la revista Fotogramas o al mejor corto en la N ew York Short Film Festival .

Este año Pedro Touceda ha regresado a las librerías con su primera novela, de la mano de «Los elefantes andan descalzos y no usan paraguas» , en la que rememora su infancia y adolescencia en la Colonia de Lourdes, a pocos pasos de la Casa de Campo, en Madrid.

Una obra que nació a partir del muro de Facebook de su autor, que puede leerse como una novela de iniciación y que Pedro Touceda presenta este miércoles 25 de septiembre, a partir de las 19 horas, en la tienda Fnac de Torre Sevilla .

¿Por qué ha pasado tanto tiempo desde su último libro?

Quizás, porque cuando estaba vendiendo mi tercer libro de relatos en la Feria del Libro de Madrid del año 85, fuera de las casetas «oficiales» y disfrazado de hombre anuncio, me fichó el ABC y en poco tiempo me convertí en crítico musical del periódico. Seguí escribiendo relatos y poemas a la par que entrevistaba a los Rolling Stones, Lou Reed o David Bowie. Nunca los publiqué, aunque en alguna ocasión repartí poemas gratuitamente en el Metro. Luego se me cruzó el cine: rodé tres cortometrajes entre 2002 y 2008 que fueron premiados en muchos lugares del mundo. Y a continuación escribí una novela tan de otro siglo que nadie se atrevió a publicarla, ni siquiera yo mismo. «Andanzas del Maravilloso Idiota» es su título y está durmiendo dentro de un baúl.

¿Y por qué ha roto el silencio literario de tantos años publicando una historia autobiográfica sobre su familia?

Tengo que reconocer que yo no elegí, al menos en un primer momento, escribir este libro. Surgió por casualidad. En octubre del año pasado comencé a publicar relatos en mi muro de Facebook. Historias un poco marcianas que tuvieron una discreta acogida. Una noche, se me ocurrió narrar una historia de mi niñez y los «me gusta/me encanta» empezaron a multiplicarse. Seguí contando historias de los años 60 y 70 en mi muro y decenas de personas a las que no conocía de nada comenzaron a seguirme y a pedirme que publicara un libro con todos aquellos relatos. Acabaron convenciéndome. Como el «decorado» de esas historias era el mismo: mi barrio y mi colegio; los protagonistas eran mis familiares y amigos, y el «espectro temporal» abarcaba unos quince años, solo tuve que ordenarlas cronológicamente y seleccionar 41 capítulos. El libro se escribió en cinco meses, noche a noche, un poco como los antiguos folletines.

«Mi historia merecía ser contada porque no era solo mía, sino de una generación de españoles y españolas»

Los escritores siempre tiran de autobiografía para sus ficciones, pero en su caso ha decidido contar su autobiografía de forma literaria. ¿Por qué cree que su historia merecía ser contada?

Siempre he sabido que mi vida ha sido un poco de «película». Ha estado llena de casualidades, de cambios de rumbo, de situaciones surrealistas... Pero, aquí, como dije antes, decidieron mis lectores y, sobre todo, mis lectoras de Facebook. Me llovían los mensajes del tipo: «Qué bien estás contando nuestra infancia de esa manera tierna y divertida a un tiempo… queremos más relatos». Me estaban diciendo que mi historia merecía ser contada porque no solo era mía, era la historia de una generación de españoles y españolas.

La no ficción en la que el autor se desnuda sin obviar los detalles más escabrosos de su vida cotiza al alza en la literatura, pero usted ha optado por un punto de vista muy diferente, ¿quería mostrar su infancia y adolescencia con esa mirada de quien descubre por primera vez las cosas en aquellos años?

En realidad, lo que quería era pasármelo bien. No sé escribir sin disfrutar. Pero es cierto que existe en el libro esa mirada de niño, esos descubrimientos que solo se tienen entonces... Aunque también he de apuntar que el libro no es puramente autobiográfico. Casi todos los capítulos están basados en hechos reales, pero también hay pinceladas de ficción. Lo más curioso es que, en ocasiones, he tenido que rebajar las dosis de «realidad» para que algunas historias fueran creíbles.

Tanto en el estilo como en la estructura de capítulos, que cuentan historias cerradas, ¿quería darle también apariencia de cuento luminoso al libro?

Esta apreciación puede que tenga su origen en la forma en que ha nacido el libro. Pero no fue algo premeditado. Y cuando lo autopubliqué con Letrame y lo releí impreso, me di cuenta que podía leerse como novela, digamos «libre», o como libro de relatos. Es un libro difícil de clasificar: es humilde, muy sencillo de leer y mis lectoras dicen que tiene algo especial, que ven la película de su niñez pero con los olores y los sabores incluidos… El director de cine Fernando Colomo, que me acompañó junto a Cristina Higueras en la presentación de Madrid, me comentó: ¿Y para cuándo la película? A esto último no me atrevo a responder todavía.

«El director Fernando Colomo me comentó en la presentación: ¿Y para cuando la película»

¿Su historia puede leerse como una novela de iniciación, del paso de la infancia a casi la edad adulta?

Es cierto. Arranca con una mudanza de la familia, siendo yo aún muy pequeño, y acaba en una época en la que ya compaginaba el periodismo con mil trabajos diferentes y con la sombra de la mili al fondo, aunque ampliada como cuando alguien pasaba entre el proyector y la pantalla del «cinexín».

Usted presenta la vida de una familia de clase media en un Madrid casi idílico, aunque la dura realidad de aquellos años termina filtrándose en capítulos como «La chabola» o en personajes marginales como El Chivero, ¿quería también dejar constancia de ese Madrid de aquellos años?

He llegado a la conclusión de que escribí este libro como se ruedan las películas: con gente delante y detrás de la cámara, sin orden cronológico, con personajes que a veces eran como actores, el caso de mi abuela… Y, por supuesto, con un decorado: el del Madrid de aquellos años, un Madrid suburbial pero donde, ante todo y pese a todo, la mayoría de nosotros fuimos felices sin necesidad de comer perdices.

En uno de los capítulos finales cuenta cómo conoció a Pablo Carbonell , ¿no quería renunciar a contar sus primeros años como periodista?

Ese capítulo es quizás el único anacrónico del libro. Pero lo que se narra es totalmente cierto aunque parezca increíble. La primera entrevista de mi vida se la hice a Tete Montoliu en Tenerife años antes de mi encuentro con Pablo Carbonell. Pablo dice que soy su «hermano lejano». No nos vemos mucho, pero siempre estamos ahí cuando nos necesitamos.

«La mayoría de nosotros fuimos felices en aquel Madrid suburbial de mi infancia sin necesidad de comer perdices»

Su barrio de la Colonia de Lourdes parecía un vivero de artistas, allí vivieron de niños Carlos Arroyo (Faemino), Sergio Peris-Mencheta, Natalia Millán… ¿Nacer allí imprimía carácter? ¿Conoció a alguno de ellos en su niñez y adolescencia?

La Colonia de Lourdes fue un barrio en cuya realización participó el arquitecto Sáenz de Oiza, el mismo de las Torres Blancas de Madrid. El diseño de una parte del colegio era con aulas redondas, teníamos la Casa de Campo al lado y cuando llegaba el buen tiempo algunas clases las dábamos al aire libre. Todo eso influye, pero, verdaderamente, de aquella especie de «minipueblo» han salido muchos artistas por arte de magia, no porque formáramos un grupo homogéneo. Con Faemino coincidí en el colegio y ya era muy divertido, nadie se perdía en los patios sus imitaciones de los profesores y de los personajes de la tele de entonces. Con Natalia Millán coincidí en una de las pandillas del barrio, aunque es unos años más joven que yo. Seguimos siendo amigos: la quise, la quiero y la querré. Y Sergio Peris-Mencheta era uno de mis vecinos de arriba. Yo tenía una cierta amistad con su padre, y él jugaba con uno de mis sobrinos que vivía en mi casa. El único sobrino que aparece en el libro.

¿Le resulta difícil compaginar su faceta literaria con la cinematográfica?

Todo se consigue durmiendo algo menos. Acabo de lanzar la IX Edición del Festival Iberoamericano de Cortometrajes de ABC.es (FIBABC), del que soy director, y, al mismo tiempo, me están pidiendo que vaya a firmar ejemplares de «Los elefantes andan descalzos y no usan paraguas» a muchos sitios de España. De hecho, después de la firma del próximo miércoles en la Fnac de Sevilla, estaré en La Casa del Libro de Málaga el 3 de octubre y unos días después, el 5 y el 6, en la Feria del Libro de Murcia. Como en Sevilla tengo muchos amigos y familiares, y mi padre era un malagueño que vivió varios años en Murcia, siento como si él me hubiese organizado esta pequeña gira. Eso sí, aprovecho los trayectos en tren para ver una gran cantidad de cortos llegados de diferentes países de Iberoamérica. Intento mirarlos también con ojos de niño. Al fin y al cabo, las obras son las sensaciones que nos producen al encontrarnos con ellas.

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