Jesús García Calero

La política del BIC

Hay que tener mucho talento para convertir el legado de un poeta como García Lorca en un problema

Jesús García Calero
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Hay que tener mucho talento político para convertir el legado de un autor como Federico García Lorca, una figura central de la cultura española y universal, en un problema. Pero esto es algo que hemos conseguido en la España incapaz de formar gobierno.

En dos días hemos asistido -en el caso del archivo del poeta granadino- a la guinda de un pastel que se llevaba cocinando una década. La maniobra de un secretario de Estado de Cultura que no ha sabido o querido calcular las consecuencias de imagen que tendría convertir un conflicto solapado en una guerra abierta y pública con los herederos del poeta con el Gobierno en funciones, en la que la primera declaración de hostilidades fue la filtración a un medio de las intenciones de blindar el legado de García Lorca.

Proteger el patrimonio es siempre algo loable, y la condición de Bien de Interés Cultural (BIC) hará muy difícil que ese legado lorquiano se pierda. Las declaraciones del secretario de Estado José María Lassalle acerca de que «no podemos permitir que su herencia se nos escape ni, mucho menos, ponerla en riesgo» fueron una temeridad. Ayer la familia que ha custodiado el legado del poeta desde su fusilamiento, durante el exilio y que lo depositó en la Residencia de Estudiantes a su regreso a nuestro país respondía con razonable dureza a esa insinuación.

¿No merecía esa protección desde hace décadas? Caben muchas preguntas, pero para entender la maraña de desencuentros hay que denunciar lo ocurrido con el Centro Federico García Lorca de Granada, que iba a ser el depositario del legado del poeta. Cuatro instituciones (Gobierno central, autonómico, Diputación y Ayuntamiento granadinos) fiaron en la Fundación García Lorca la creación de ese centro de nueva planta. Y esa decisión fue un error que nadie quiere asumir.

Retrasos, sobrecostes, mordidas, querellas… un secretario destituido y una deuda millonaria que nadie quiere pagar. La pelea lleva un año sin resolverse y solo faltaba utilizar el legado como arma arrojadiza. Eso ha ocurrido ahora. ¿No hubo manera de que las cuatro instituciones implicadas auditaran las inversiones públicas antes de que el desastre cobrase dimensiones poéticas? En el mejor de los casos, digamos que las instituciones han estado en otras cosas.

Otra medida adoptada el año pasado, la de apartar a la Fundación, y por tanto a la familia García Lorca, de la gestión del futuro centro no se ha convertido en la solución, sino en otro chapucero parche. ¿Un proyecto malhadado para uno de los legados más importantes de nuestra cultura? ¿No hay otra política que no sea reactiva, basada en paralizar con herramientas burocráticas de protección un patrimonio que no sabemos poner en valor? Medida incompleta e intervencionista, porque la protección aspira a otra finalidad mayor, que tiene que ver con investigación y difusión, dos valores huidos del proyecto del Centro granadino.

Se ha dicho que la familia buscaba en algún centro extranjero seguir siendo parte activa de la gestión del legado de Federico. Se llegó a mentar el Harry Ramson Center, que compró recientemente el archivo de Gabriel García Márquez. ¿Nadie en las cuatro administraciones del desastre lorquiano vio lo que hizo ese centro para celebrar la llegada del archivo de Gabo? Un congreso internacional y una velada de resonancia mundial, alta cultura global que inauguraba el estudio de uno de los fondos más relevantes de la literatura en español.

Si en España no podemos ofrecer más que un BIC como solución a problemas culturales creados por errores políticos en cadena tal vez no merezcamos otra cosa.

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