Paolo Cognetti: «La naturaleza nos ayuda a razonar»

El autor de 'Las ocho montañas' vuelve al aire puro de las alturas en 'La felicidad del lobo', elogio de la vida asilvestrada

Paolo Cognetti, fotografiado en Barcelona Inés Baucells

Sergi Doria

Paolo Cognetti (Milán, 1978) conjuga el aire cargado de la industriosa Milán con el aire puro de los Alpes italianos. Después de 'Las ocho montañas', galardonada con el premio Strega, nos lleva en la 'Felicidad del lobo' (Literatura Random House) hasta el pueblo alpino de Fontana Fredda, refugio de montañeros y también de personajes heridos por la vida.

El título, advierte, es un homenaje a 'La llamada de lo salvaje' de Jack London, uno de sus autores de cabecera. Lo salvaje «acaba siendo sinónimo de felicidad, aunque yo no soy un hombre primitivo, solo un poco asilvestrado», ironiza.

Los árboles y los lobos representan dos formas de existencia que el autor describe con alegórica belleza: «El árbol vive donde ha caído su semilla, y para ser feliz tiene que arraigarse allí». Si los árboles «no pueden buscar la felicidad desplazándose a otro sitio», el lobo es inquieto y errabundo: «Llegaba a un valle, donde a lo mejor encontraba mucha caza, pero por la razón que fuera no se quedaba y de repente abandonaba todas esas delicias y se marchaba a buscar la felicidad a otro lado…».

Cognetti ha experimentado la inquieta felicidad del lobo, pero al final, desde su condición de budista practicante, se identifica con el árbol: «Vivimos en una sociedad que solo entiende aquello que parte de un lugar para ir a otro, yo me siento bien allí donde esté».

El autor de 'La felicidad del lobo' nació y creció en Milán, pero su relación con la montaña se remonta a cuatro décadas: «En la ciudad tengo a mis amigos, pero las mejores ideas surgen en la montaña: el lenguaje me lleva a la emoción», subraya.

Cognetti rescata el olvidado glosario de la botánica y la zoología. «Cada palabra denota una estética: la ciencia deriva en una poética: el alba, el crepúsculo… La naturaleza nos ayuda a razonar».

En 'La felicidad del lobo ' el refugio de montaña cumple una doble función, material y simbólica: protege de la intemperie a los protagonistas de la novela y es el lugar de reconciliación con la tierra contra los males de la existencia. Preguntamos al escritor milanés si el silencio de la soledad absoluta en la cumbre le ha dado miedo: «He tenido más miedo al despertarme en plena noche en mi casa de Milán que en la alta montaña: allí no siento miedo porque estoy rodeado de vida. El paso del tiempo es distinto al que percibimos de forma convencional: he visto rocas y árboles que siguen allí desde el primer día que los contemplé hace cuarenta años: comparada con la Naturaleza, nuestra vida es breve como la de una mosca. En la montaña la muerte no se esconde; su cercanía ya no produce angustia».

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