Laurence Debray, ajuste de cuentas con la revolución del «superburgués» guerrillero

La hija del filósofo Régis Debray pasa revista al activismo de sus padres en «Hija de revolucionarios»

Laurence Debray, fotografiada en Barcelona Efe

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Laurence Debray (París, 1976) siempre había pensado que hurgar en el pasado no podía traer nada especialmente bueno, pero todo cambió cuando regresó a Madrid en 2014 para presentar su biografía sobre Juan Carlos I y un periodista la dejó sin palabras. Literalmente. «Me preguntó si era la hija del intelectual francés acusado de haber delatado al Che y me di cuenta de que no sabía qué contestar», recuerda la historiadora francesa. «En aquel momento, me di cuenta de que había vivido en una burbuja», añade Laurence, a la postre hija del filósofo francés Régis Debray y la antropóloga venezolana Elizabeth Burgos.

En esa burbuja creció ajena al hecho de que su padre hubiese sido uno de los pocos intelectuales de izquierdas que pasaron «de la teoría a la práctica» y acompañaron a Ernesto Che Guevara en su empeño por llevar la revolución hasta Bolivia. Es más: apresado en aquella incursión por el ejército boliviano, Debray fue torturado y pasó tres años entre rejas. Su madre, fogueada en los movimientos revolucionarios de los sesenta, lideró una campaña internacional para liberarlo. «¿Cómo un superburgués parisino, alguien que sólo había estudiado filosofía, se mete en una guerrilla en América Latina?», empezó a preguntarse Laurence, quien algo ya debió sospechar cuando, a los diez años, la enviaron a un campamento de jóvenes pioneros en Cuba. En aquel momento, su padre fue tajante: «Ha llegado el momento en que elijas dónde te vas a situar políticamente», le dijo, justo antes de meterla en un avión rumbo a La Habana.

«En Cuba, mi falta de patriotismo me hacía pasar casi por delincuente», escribe ahora Debray en «Hija de revolucionarios» (Anagrama), una suerte de autobiografía escandalosa con la que la historiadora escarba en la historia familiar para ajustar cuentas con sus padres y someter a examen las veleidades políticas de los hijos de la burguesía del siglo XX. «En realidad, mis padres son como unos extraterrestres para mí. Ellos se ocupaban de salvar el mundo y no se ocupaban de mí. En cierto modo, yo soy un daño colateral», explica Debray, para quien «Hija de revolucionarios» es una suerte de «búsqueda de una identidad». La suya, sí, pero también la de una generación que puede contemplar ya aquellos tiempos sin cegarse por los destellos míticos ni los grandes gestos.

«Ahora que salimos de la Guerra Fría y de las grandes ideologías es un momento interesante para hacer balance», relativiza una autora que, como era de esperar, se define como «totalmente hermética a las ideologías». Es precisamente esto, añade, lo que le ha permitido señalar al argentino Ciro Bustos como auténtico delator del Che. «Hacía falta una mirada de historiadora despolitizada y neutra», asegura.

Con todo, Debray reconoce que su identidad se ha forjado a la contra. «Me he construido en contra de mis padres», subraya. De ahí sus dardos constantes a las creencias políticas de sus progenitores -«¿cómo es posible que mis padres aprobaran un proyecto político como aquel, fundado sobre la represión, la exclusión y el poder absolutos?», escribe-, y su rechazo frontal al castrismo y el chavismo. De hecho, después de ajustar cuentas con su familia, a Debray le gustaría escribir sobre Venezuela y sobre «cómo un país rico se derrumba en pocos años». «Es un caso como de ciencia política. “¿Cómo acabar con un país en tres años?” Así», ironiza.

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