John le Carré
John le Carré - EFE

Así recuperó John le Carré a los 85 años a su espía George Smiley

El celebrado y añorado personaje protagonizó su novela, «Un legado de espías»

Corresponsal en Londres Actualizado: Guardar
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James Bond se lleva la fama, pero George Smiley carda la lana. El pacífico, astuto y cornudo espía de John Le Carré carece de la acción apabullante que distingue al de Ian Fleming, pero en hondura literaria media un abismo entre uno y otro. Las de Smiley son seguramente las mejores novelas jamás escritas sobre el espionaje inglés.

Al celebrado personaje de John Le Carré se le daba ya por agotado. «Creo que ya he acabado con él. Cuanto más viejo soy más quiero escribir de gente joven», explicó en su día el escritor, él mismo antiguo espía del MI6 en los años cincuenta y sesenta. La última aparición de Smiley fue en 1990, en «El peregrino secreto». Pero Le Carré

, que tenía ya 85 años y en realidad se llamaba David Cornwell, sorprendió y deleitó a sus seguidores con el anuncio de que en septiembre Viking, una filial de Penguin Random House, publicaría una nueva novela protagonizada por el veterano agente del Circus, titulada «Un legado de espías».

Jonny Geller, el agente de Le Carré, reveló que la escribió muy rápido, en doce meses, y la entregó el pasado verano. La anterior obra del escritor había sido una autobiografía. «Supone volver a una de sus mejores novelas, sino la mejor», celebra Geller, que cree que el nuevo ambiente de tensiones entre Occidente y Rusia revive en cierto modo la atmósfera de la Guerra Fría. Aunque como diría Marx, la historia se repite siempre «como farsa».

En ese nuevo libro, Peter Guillam, en su día uno de los hombres más leales y competentes de Smiley, vive retirado en una granja del Sur de Gran Bretaña. Pero inesperadamente recibe una llamada de la jefatura del espionaje, convocándolo en Londres para estudiar asuntos vidriosos de la acción del Circus -nombre que da Le Carré al MI6- en los años de la Guerra Fría contra los soviéticos. El libro combinaba presente y pasado, y critica la falta de memoria de las generaciones actuales.

Le Carré y Smiley

La primera novela de Smiley fue también la primera de Le Carré, «Llamada para un muerto», publicada en 1961. Luego el agente paticorto, pícnico y de penetrante inteligencia aparecería en siete novelas más, en alguna como mero secundario. Su gran momento llegó en los 70, con la trilogía en la que se enfrenta al imperturbable Karla, el jefe del espionaje soviético, al que al final logra doblar la mano. «Calderero, sastre, soldado, espía», «El honorable colegial» y «La gente de Smiley» son novelas magníficas, un entretenimiento de primera calidad.

Le Carré tuvo además suerte con su adaptación al cine y la televisión. Sir Alec Guinness bordó a George Smiley en las series de televisión de la BBC de 1979 y 1982, clásicos que hoy se pueden encontrar en DVD y resultan altamente recomendables. Cuesta pensar en Smiley y no ver el rostro de Guinness, que ya con barba sería el Obi-Wan Kenobi de «La guerra de las galaxias». En 2011, Gary Oldman encarnó al viejo George en «El topo», también una obra excelente, que captó a la perfección el clima gris y los dilemas morales del universo de Le Carré, quien nunca volvería a brillar como en sus novelas sobre la Guerra Fría. Para muchos críticos su mejor libro es de largo «El espía que llegó del frío», de 1963, considerado un pequeño clásico.

Su arma, las neuronas

George Smiley es de la escuela «holmesiana», su arma son las neuronas, no los puños. Uno de sus jefes lo describe diciendo que «tiene la astucia de Satán y la conciencia de una virgen». Nacido a comienzos del siglo XX en una familia de clase media del Sur de Inglaterra, estudió en un college menor de Oxford. Smiley es un intelectual, que se especializó en la universidad en literatura barroca alemana. Al acabar la carrera lo reclutan para el Circus, donde llegará a ser su dirigente. Educado, sagaz jugador de ajedrez con los enemigos más letales, tiene el don de que las personas se le abren en los interrogatorios, donde parsimoniosamente se limpia siempre sus gruesas gafas.

Su esposa, la guapa y voluptuosa Lady Ann Sercomb, define a su marido como «un reptil que puede regular su temperatura». Ann es la cruz de la vida de Smiley. Enamorado de ella hasta la médula, soporta durante mucho tiempo, con un estoicismo tristón y melancólico, la cascada de cuernos que ella le va aplicando.

Smiley vivió en Chelsea, muy cerca de la Saatchi Gallery, en una perpendicular de King’s Road, una gran arteria comercial. De paseo por allí, los mitómanos del Circus siempre echaban un ojo a la corta y elegante calle del viejo George. Nunca tuvimos la suerte de cruzárnoslo. Pero ahora, por fortuna, siempre queda el más grande y discreto de los espías.

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