Irvine Welsh: «Vivimos en una especie de zoo disfuncional»

El autor escocés regresa a Edimburgo con la novela «Un polvo en condiciones»

Irvine Welsh, fotografiado en Barcelona Efe

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Explica Irvine Welsh (Leith, Edimburgo, 1958) que cuando las cosas empiezan a desmadrarse para alguno de sus personajes y el sexo, la droga y, en fin, la furia y la mugre campan a sus anchas por la página en blanco, no puede evitar pensar en su madre. “Siempre me digo que ella va a leer esto y me entra un poco de pánico”, asegura. Porque, en efecto, hasta el temible y procaz autor de «Trainspotting», el gran cronista de las más bajas pasiones de los bajos (y no tan bajos) fondos, tiene una madre que, además de leer, también emite sus propios veredictos sobre las novelas de su hijo. «El libro que no le acabó de gustar fue el de “La vida sexual de las gemelas siamesas”. Me dijo que había demasiado sexo lésbico», detalla Welsh.

Quizá por eso el escritor ha dado un volantazo y, después de viajar con aquella novela a «suave cultura visual» de Miami, regresa con «Un polvo en condiciones» (Anagrama) a su Edimburgo natal para narrar las escandalosas y disparatadas desventuras de Juice Terry Lawson, un taxista adicto al sexo que ya apareció en las páginas de «Cola» y «Porno», en vísperas de la llegada del huracán Ophelia a tierras escocesas. «No sé si se puede sentir pena por un huracán, pero sí por cómo los escoceses se tomaron el tema del huracán: no se había vivido nada parecido en los últimos cien años y nadie se lo tomó muy en serio», recuerda.

Tampoco sus personajes, los mismos a los que Welsh da vida brincando constantemente del teclado a la mesa de mezclas de su equipo de música -«es una experiencia bastante física», reconoce- se toman demasiado en serio nada que no tenga que ver con la juerga, el encame y el desmelene en sus más variadas acepciones. «Cada vez tenemos un comportamiento más obsesivo compulsivo que el resultado del capitalismo consumista en el que vivimos», subraya Welsh. Sus novelas, de hecho, siempre han basculado entre el realismo más despiadado y una crítica social servida a dentelladas y carcajadas. «A medida que los salarios van encogiendo hay una publicidad más frenética y consumimos más de todo: drogas, sexo, productos, series en Netflix… Vivimos en una especie de zoo disfuncional en el que todos somos como hámsters que hacen girar la rueda», relata.

La obsesión, queda claro, es uno de los motores de «Un polvo en condiciones», novela con la que el escocés vuelve a patear asfalto mientras pone a prueba un método creativo que ha venido perfeccionando desde que se estrenó con «Trainspotting»: dejar que sean los personajes quienes lleven la voz cantante. «Es importante sentir su aliento en el cogote. Si tienes muchos personajes memorables en un libro la historia se escribe sola y el paisaje cobra vida», explica. Eso si: la operación conlleva sus riesgos. «No es muy recomendable para la salud mental pasar mucho tiempo encerrado en una habitación con gente que no existe», bromea.

Con una nueva novela, «The Blade Artist», recién publicada en Inglaterra, Welsh reconoce que uno de los motivos que le llevó a volver a escribir de Escocia fue el referéndum por la independencia celebrado en 2014. «Era el momento adecuado», relativiza. Y adecuado le parecería también que alguien decidiese escribir sobre lo ocurrido en Cataluña en vísperas del referéndum del 1-O. «Sería un entorno estupendo para una de las historias porque sucedieron cosas peculiares con la policía, el barco de Piolín... Hay mucho material al mismo tiempo cómico y dramático», relata.

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