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Vídeo: Hitler era drogadicto - ABC

«Hitler era un drogadicto que tomaba cocaína y opiáceos para superar su complejo de inferioridad»

ABC entrevista a Norman Ohler, autor de uno de los libros de moda: «El gran delirio. Hitler, drogas y el Tercer Reich» (Crítica, 2016). Una obra que desvela el uso masivo que hicieron los nazis de las sustancias estupefacientes durante la IIGM

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La historia, o más bien las películas, recuerdan a Adolf Hitler como un líder impasible ante la adversidad y frío como un témpano de hielo en lo que respecta al asesinato masivo de judíos. Un hombre carismático que odiaba profundamente el café y el alcohol por considerar que destrozaban su organismo. Es por todo ello por lo que resultan especialmente espeluznantes los últimos descubrimientos que el periodista alemán Norman Ohler ha desvelado en su nuevo libro: «El gran delirio. Hitler, drogas y el Tercer Reich» (Crítica, 2016).

Y es que, en esta obra nos muestra una faceta del líder nazi de la que, hasta ahora, había escasa documentación oficial: su adicción a drogas duras tales como la cocaína, el Eukodal (un narcótico creado por unos laboratorios germanos de la época) y, en definitiva, a cualquier tipo de vitamina o sustancia que le despertara o le «mantuviese activo», como explica el propio autor a este diario.

Todas ellas fueron suministradas a Adolf Hitler por el que, desde mediados de la década de los 30, fue su médico de cabecera: Theo Morell. Un rechoncho (y aparentemente bonachón) personaje que suplía su falta de conocimientos con una ligereza insultante a la hora de recetar drogas al Führer. «A Hitler le gustaba precisamente por eso, porque no buscaba saber nada de él, ni examinarle en profundidad. Solo le recetaba supuestos medicamentos de forma instantánea que le hacían sentir mejor inmediatamente», determina Ohler.

Así fue como, durante más de una década, este doctor le dio hasta 74 sustancias diferentes al líder nazi. Unos cócteles brutales que hicieron del dictador un adicto pero que le permitieron, en palabras de Ohler, superar su complejo de inferioridad y enfrentarse de forma estoica a algo que habría destruido el ánimo de cualquiera en su posición: la progresiva caída en desgracia del Tercer Reich y el avance de los ejércitos aliados sobre Alemania.

Así fue, al menos, hasta 1945 en el búnker de Berlín. Y es que, fue en esta época cuando Morell se quedó sin una mísera pastilla o inyección que ofrecer a su jefe debido a la destrucción de las fábricas farmaceúticas. Esta situación llevó a Hitler a despedirle de forma fulminante. ¿Para qué diantres le serviría un camello que no podía darle drogas? Aquellos días, el Führer se dio cuenta de lo que realmente sucedía y de que poco podía hacer para evitar la caída de su imperio.

Hitler, junto a Morell
Hitler, junto a Morell - ABC

¿Cree que las drogas pudieron acentuar la crueldad de Hitler y llevarle a entender la muerte como algo normal?

Hitler era malvado antes de tomar drogas. No es que tuviera estas ideas por tomar drogas. Las tenía por su ideología, por su forma de entender el mundo. Pero las drogas sí permitieron mantenerse en ese camino. Le permitieron ser frío y no plantearse jamás que podía estar haciendo algo malo. Las drogas no le convirtieron en alguien bueno o malo, pero subrayaron su carácter, hicieron que no se planteara nada.

¿Hasta cuándo tomó drogas?

Hasta el 45. Durante sus últimos días en el búnker ya no le quedaban. Las fábricas, las farmaceúticas... Todas ellas habían sido bombardeadas y no podían distribuir. Morell envió entonces mensajeros en moto a todas partes para hallar las drogas que necesitaba, pero no hubo forma. Hitler, cuando vio que su médico no podía conseguirle las dosis, le despidió en abril del 45. En esos meses Hitler se sentía derrotado físicamente. No quería vivir más. Se podrái decir que, en el búnker, Hitler era un drogadicto con mono.

Los niños que trataban de defender el Estadio Olímpico de Berlín recibieron metanfetamina para superar su miedo

Además de las drogas que tomaba Hitler, usted afirma que se distribuyeron durante la guerra pastillas de metanfetamina bajo el nombre de Pervitin para mantener a los militares despiertos y eufóricos

Sí. Se distribuyeron 35 millones de pastillas entre el ejército. Los conductores de los carros de combate que lideraron, por ejemplo, el ataque a Polonia consumían gran parte de las pastillas. Eso era mucho si consideramos que solo las tomaba la avanzadilla. Esas personas fueron las que más drogas tomaron, pero también fueron los más decisivos durante la campaña.

Luego su uso se generalizó a lo largo de la guerra. Tuve acceso a un informe que decía, por ejemplo, que los niños que trataban de defender el Estadio Olímpico de Berlín recibieron metanfetamina. Eran concretamebte los que luchaban a los mandos de un cañón antiáereo. A estos niños se les dio droga porque acababan de salir del colegio y sentían pavor al combate.

¿Cómo es posible que se generalizara el uso de la metanfetamina en el ejército?

Muchos soldados no conocían para qué servía el Pervitin. Cuando lo probaron y vieron sus efectos (entre ellos, que les quitaba el miedo al combate) ya no hubo forma de detener su expansión. El ejército alemán simplemente fue el primero en usarla pero, posteriormente, la utilizaron muchos como los soviéticos o los británicos. Estos últimos en su variante más suave, la anfetamina. Existen informes que corroboran la existencia de algunas batallas en África en la que el ejército de Montgomery combatió puesto de droga a un contingente alemán “colocado” también con metanfetamina.

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