Crimen, castigo y tifus en el Estocolmo dieciochesco

El escritor Niklas Natt och Dag debuta con «1793», oscuro y absorbente thiller que anuda novela negra y rigor histórico

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Explica Niklas Natt och Dag (Estocolmo, 1979), autor que gasta nombre de atragantamiento pero que lo que en realidad lleva a cuestas es el apellido de una de las dinastías más longevas de la nobleza sueca, que de pequeño era un crío miedoso. Un chaval asustadizo al que no le quedó más remedio que refugiarse en las novelas de terror para mantener a raya sus miedos. ¿Masoquismo a la sueca? Para nada. «Muchos lectores empiezan a leer porque se sienten solos y en la lectura encuentran un mundo fantástico en el que refugiarse. Y eso en sí mismo ya es un acto de masoquismo, porque cuando uno acaba el libro desaparece ese mundo», reflexiona entre tragos de aquavit y un variado surtido de arenques y ahumados en el sótano del histórico restaurante Den Gyldene Freden.

En estos mismos salones se reúnen semanalmente los representantes de la Academia Sueca, pero hoy, pocas horas después de la ceremonia de entrega de los premios Nobel , no se celebra deliberación alguna, sino una suerte de presentación informal de «1793» (Salamandra), debut narrativo de impacto internacional (30 traducciones y subiendo) con el que Natt och Dag reconstruye el Estocolmo de finales del siglo XVIII alrededor de un brutal y escabroso asesinato. Puro noïr nórdico remezclado con thriller histórico e inspirado en dos obras tan dispares como «El nombre de la rosa», de Umberto Eco , y «From Hell», de Alan Moore, que explica de forma inmejorable esa terapia de choque que, de crío, le llevó a devorar relatos para leer con los pelos de punta.

Miserias históricas

Con los años, bromea, pasó del terror a los temas «realmente horrorosos», en referencia a lecturas más escoradas hacia el realismo, pero mantuvo a buen recaudo cierta oscuridad que le permite ahora bucear en las «partes menos bonitas y más sucias» de la sociedad. Dicho y hecho, «1793 » arranca con el macabro hallazgo de un cadáver salvajemente mutilado a orillas del lago Fatburen y se abre camino entre ajusticiamientos públicos, borracheras atroces, epidemias de tifus, tabernas inmundas y personajes con un pie en la tumba. Ahí está, sin ir más lejos, Cecil Winge , sagaz abogado e incómodo asesor del cuerpo de policía que se pasa media novela retorciéndose y escupiendo sangre por culpa de la tisis. O Mickel Cardell, mutilado de guerra reconvertido en guardia que busca en el alcohol el antídoto para olvidar las crueldades vividas en la Guerra Ruso-Sueca de 1788.

Dos personajes de peso a los que Natt och Dag pone tras la pista de un perverso entramado criminal siguiendo los pasos de otras ilustres parejas detectivescas. «Las referencias más claras fueron fueron Sherlock Holmes y Watson, sí, pero también Guillermo de Baskerville y Adso de Melk, de “El nombre de la rosa”; Tintín y Haddock; Astérix y Obélix… Es una combinación que da mucho juego», explica. Tanto es así que la dupla Winge-Carde ll es el hilo conductor de una trilogía de la que acaba de publicarse en Suecia la segunda parte, «1794». La tercera, «1795» , despedirá el repaso a lo que Natt och Dag considera una de las épocas más interesantes de la historia de su país. «Es un periodo muy fructífero y enigmático:poco antes fue asesinado Gustavo III, por lo que en la corte todo era sospechas y suspicacias», explica.

La última atrocidad

Las heridas abiertas por la guerra rusa, añade, no hicieron más que reforzar las sensación de tragedia . «Sigue siendo una de las grandes victorias militares de Suecia, pero lo único que trajo fue ruina. Se perdieron muchas vidas, el país se arruinó y Gustavo III acabó ajusticiado. Fue una cadena de catástrofes », explica un autor que se muestra francamente sorprendido cuando se le menciona su querencia por lo macabro y escabroso. «Me ha sorprendido la reacción de la gente, porque he rebajado todas las cosas extrañas y brutales que leí mientras me documentaba. ¿Un ejemplo? Mientras investigaba para “1794” di con la historia de un psiquiátrico en la zona de Danviken en el que se creía que la gente tenía problemas psíquicos porque el alma estaba mal encajada en el cuerpo. Pues bien: en este hospital idearon una gran máquina centrifugadora en la que ataban al paciente y le daban vueltas a tal velocidad que acababa sangrando por todos lados. Así que al final creo que me he quedado corto», relata.

Ni rastro, pues, de esa afición por la casquería tan genuinamente escandinava. ¿O sí? «Hay mucha literatura truculenta en otros países, pero no hay más que salir a la calle para ver que aquí el clima es gris y que los días son muy cortos;eso ayuda a fomentar esos pensamientos oscuros», concluye.

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