Carlos Zanón estrena obra
Carlos Zanón estrena obra

Carlos Zanón: oh, triste y negra Navidad

El escritor barcelonés regresa con «Marley estaba muerto», colección de anticuentos navideños

BARCELONA Actualizado: Guardar
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Explica Carlos Zanón (Barcelona, 1966) que, de poder elegir un libro que le hubiese gustado escribir, el premio gordo se lo llevaría, sin duda, el «Cuento de Navidad», de Charles Dickens. O, como él lo presenta, el «famosísimo cuento de Dickens». «Me gusta la Navidad y me gustan los cuentos de Navidad y de fantasmas», relativiza. Será por eso que el escritor barcelonés, una de las voces más originales surgidas al calor de esa gran marmita que es la novela negra, no ha dudado demasiado a la hora de entregar su propia cosecha de relatos navideños.

No hace ni dos años que estaba presentando «Yo fui Johnny Thunders», novelón de tropiezos y fracasos que le ha valido el premio Dashiell Hammett 2015, y ya está de vuelta con «Marley estaba muerto» (RBA), colección de relatos en los que la Navidad es el decorado ideal para que sus personajes, perdedores con un pie en lo sórdido y el otro en la más dolorosa normalidad, sigan cayendo.

No cayendo y riendo, que cantarían Orange Juice; simplemente cayendo y, si acaso, maldiciendo entre dientes la mala suerte que les ha tocado en gracia. «Imagínate la Navidad sin dinero, sin familia... Y encima con la obligación de ser feliz y generoso. A medida que vas creciendo las navidades se van entristeciendo, así que era un marco que me venía muy bien para hablar sobre la gente que ha perdido el tren y que busca un momento de redención». relata este autor que, mitad Marsé mitad Casavella, sigue bordeando el género negro y sus miserias para acabar pergeñando una docena larga de anticuentos navideños que son, en realidad, otras tantas historias de amor. «El tono negro de las historias está en la falta de expectativas», sostiene Zanón, para quien «Marley estaba muerto, es un libro sórdido pero bastante romántico. Los personajes al final lo que buscan es una historia de amor, buscan que alguien les quiera. Es gente que se agarra a cualquier cosa para volver a ser normal», añade.

Costumbrismo cotidiano

Es precisamente esa normalidad, esos tonos grisáceos y más bien apagados que acaban salpicando las secciones de sucesos sin previo aviso, lo que Zanón puebla de abogados hastiados a los que acaba engullendo la noche, músicos con el talento en retirada, solitarios a jornada completa, delincuentes de poca monta enternecidos por el espíritu navideño y, en fin, perdedores crónicos jugando a la desesperada en busca de una mano ganadora. «Vivimos en un mundo en el que no hay leyes ni tampoco hay bueno o malo:somos nosotros quienes decidimos cada día qué es o no correcto», sentencia Zanón, convencido de que, por más etiquetas que le pongan, lo suyo tiene que ver mucho más con el costumbrismo que con el thriller. «En este libro hay cuentos que le deben más a Carver que a Chandler, confirma.

Así que aquí tenemos a Zanón, fiel a sus personajes abollados y arrojados a una Barcelona que se enreda en la Sagrera, el Gótico o el Guinardó, y fiel también a una banda sonora que salpica y enriquece todos los relatos. «En el fondo cada cuento tiene una canción, a veces secreta para mí, que es como la guía del relato, sus raíles» explica. Y ya sea con un flash del «Downtown Train» de Tom Waits, un verso robado a los Smiths, pedazos del «Berlín» de Lou Reed, o zarpazos al cancionero de PJ Harvey, el autor de «Tarde mal y nunca» sigue remezclando influencias y dinamitando cualquier intento por acotar la cultura a un único registro. «Cuando leo me gusta que me lleven a otros sitios. Por ejemplo, siendo adolescente leí “Lolita ” porque en una canción de Police, “Don’t Stand So Close to Me” decían “tosiendo como el viejo profesor de Nabokov”», ilustra .

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