Carlos Aganzo, en la localidad vallisoletana de Urueña, durante un acto literario
Carlos Aganzo, en la localidad vallisoletana de Urueña, durante un acto literario - el norte de castilla

Carlos Aganzo: «A veces, es más gratificante salir de paseo con una obra que con su autor»

Acaba de publicar «€n la Región de Nod», excelente poemario con el que ganó el XVII Premio de Poesía Ciudad de Salamanca

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Además de uno de los poetas más interesantes de su generación, Carlos Aganzo (Madrid, 1963) es periodista (dirige El Norte de Castilla) y por eso sus versos son como crónicas urgentes, como noticias de última hora que te rompen todos los esquemas, como entradillas donde uno se puede dejar el alma, el alma, el corazón y la vida. Y mucho de ello, alma, corazón y vida hay dentro de las páginas de «En la región de Nod», su más reciente poemario (Ed. Los Versos de Cordelia), con el que obtuvo el XVII Premio de Poesía Ciudad de Salamanca. Un Caín exiliado al este del Edén rememora el asesinato de Abel y se le empozoñan las entrañas: nostalgia, culpa, angustia, soledad, le perseguirán por esa región de Nod donde a uno no le gustaría perderse.

-Se ha ido usted lejos en su nuevo poemario, hasta el origen de la especie... y menuda especie, ¿eh?

Sí. Una especie que, desde que Caín se marchó el este del Edén, no ha dejado de vivir en conflicto permanente. De ese conflicto, tanto el personal como el social, es de lo que habla este libro.

-¿Es difícil ser cicerone al este del Edén?

-No es fácil, porque el panorama no es atractivo. Demasiados sinsabores, demasiadas pérdidas, demasiada incertidumbre... Por fortuna, en este itinerario por la región de Nod no vamos solos. Eso nos ayuda a creer que aún es posible recuperar, en algún rincón de nuestra existencia, el paraíso perdido.

-Supongo que siempre ha sido así, pero tiene la pinta de que en estos tiempos sobreabundan los caínes.

-No especialmente. Veo a mi alrededor infinitas muestras de solidaridad con los que sufren. Lo que pasa es que los caínes dan siempre mejor titular para el arte que los abeles. Pero el mundo resiste, y hasta avanza, gracias a todos esos millones de héroes anónimos que, como Abel, ofrecen a los demás lo mejor de su rebaño.

-¿Ha pensado usted alguna vez cómo habría sido su vida si hubiera tenido que exiliarse, qué habría echado más de menos, a su familia, su biblioteca, sus gatos y/o perros, al valladolid?

-Lo he pensado en infinitas ocasiones. El primer desarraigo que te hiere es el de la familia y los amigos; el segundo, el de tu propia cultura. Imagino que los objetos materiales tienen siempre mejor reemplazo en el lugar que te recibe como exiliado.

-La Región de Nod no parece un lugar muy apetecible para irse, verdad?

-No lo es. De hecho, no hay día en el que no pensemos, al cerrar los ojos antes de dormirnos, en volver al Edén.

-¿Fue Caín el primer yihadista?

-Fue el primer envidioso y el primer violento. Pero de la envidia y de la violencia sabemos también mucho en nuestra civilización.

-¿La vida es pérdida, o hay algo más?

-También es ganancia, adherencia de todo lo que se incorpora a nuestras vidas en el viaje. Todo lo que conforma nuestra fotografía final antes de que nos vayamos. La memoria que nos define como quizás ningún otro rasgo del ser humano.

-¿Y también hay pérdidas literarias, cómo las lleva, es un luto duro?

-Lo mejor de la literatura, del arte, es que los autores nunca se van. Permanecen en sus obras y pueden estar siempre con nosotros. En ocasiones es más gratificante salir de paseo con una obra que con su autor.

-Venga, una tópica, sus autores preferidos... no pase de 20, por favor.

-En poesía, Juan de la Cruz y don Antonio Machado. Y a su lado una lista infinita, incluida la poesía oriental. En narrativa, Cela y Delibes. Julio Cortázar y el jazz han forjado buena parte de mi carácter. También los clásicos, como la Biblia y la Ilíada. Siempre Cervantes.

-Esta, para los poetas más jóvenes. usted ha ganado varios premios. ¿vale la pena presentarse o es una lotería demasiado concurrida?

-Para ganar una vez hay que perder muchas, muchas veces. Lo mejor de los premios es la oportunidad de publicar el libro. Y la ratificación, gracias a la valoración de un jurado, de que tu poesía no se queda en ti mismo. Eso es mucho. Y merece la pena. Si eres un buen poeta y eres joven, la palabra “demasiado” no debe intimidarte.

-¿Cómo era el Aganzo poeta en su adolescencia?

-Un soñador. Un voluntarista. Un enamorado. La edad añade juicio y prudencia, a veces rebaja los ímpetus, pero no las esencias.

-¿Escribió usted un diario de un poeta recién casado como Juan Ramón Jiménez?

-Lo sigo escribiendo, treinta años después. Ya dije que en el tránsito por la región de Nod no vamos solos. El amor es el único pasaporte vigente para pasar la aduana y ser readmitido en el Edén. Por grandes que hayan sido nuestros crímenes.

-La poesía no da dinero (en general, vivir no da dinero)... ¿y si lo diera?

-Seguramente, como ocurre con tantas cosas, a la buena poesía le daría igual, pero a una buena parte de la producción poética, la que mirara antes al bolsillo que al corazón, se pervertiría. Pero estemos tranquilos, no corremos ese riesgo.

-Todos los periodistas escriben novelas, sobre todo históricas, pero no todos los novelistas hacen periodismo. No me me diga que está usted pensando en escribir una novela.

-En el futuro nunca se sabe. Pero hoy por hoy creo que los dioses no se acordaron de mí a la hora de repartir el talento narrativo.

-Qué hay de poético en dirigir un periódico?

-Todo. Hacer un periódico cada día es un acto de fe en la palabra y en el ser humano. Un ejercicio de autor. En cada noticia, en cada reportaje, en cada artículo, al final queda ese “no sé qué” que decía San Juan de la Cruz… La palabra, en todas sus dimensiones.

-Yo también soy «poeta», vamos, quiero decir, que he publicado un libro de poemas. ¿Qué me preguntaría?

-¿Sigue usted en ese libro o está ya en otra cosa?

-Es más, estoy casado con una poetisa (soy un clásico, un vejestorio, vamos, me encanta esta palabra) Como en Houston y como marido tengo un problema?

-En su caso, y tratándose de la poeta de la que se trata, tendrá que aprender a vivir entre el jazmín y la noche. Parece exigente, pero no hay otro remedio.

-Ya puestos ¿qué se preguntaría a sí mismo?

-Lo que me pregunto siempre que siento ese vacío cuando se publica un libro nuevo: Y ahora, ¿qué?

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