Milena Busquets, fotografiada en Barcelona
Milena Busquets, fotografiada en Barcelona - INÉS BAUCELLS

Milena Busquets: «Nunca me he creído lo de la pobre niña rica»

Anagrama publica «También esto pasará», la novela más buscada en la Feria de Fráncfort

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En Milena Busquets, para quien no lo sepa, el segundo apellido imprime carácter: Milena Busquets... Tusquets. La hija de Esther Tusquets, escritora y editora de Lumen -la de Eco y Mafalda- fallecida el 23 de julio de 2012. Un año después de aquella fecha aciaga, su hija quiso convertir aquella muerte en la novela «También esto pasará» (Anagrama/Amsterdam). El título alude a una historia que le contó su madre. Un emperador pidió a los sabios una frase corta que pudiera servir para cualquier circunstancia. Al cabo del tiempo se la brindaron: «También esto pasará».

Pero la frase-comodín, afirma Milena Busquets, no puede con la magnitud de la pérdida. Y se puso a escribir para ir más allá de la catarsis.

Las diecisiete primeras páginas que redactó en la mesa del comedor de su casa sedujeron a la agente Anna Soler-Pont y a Jorge Herralde, que elogia la «fluidez casi milagrosa» de la narradora: «Llevo cuarenta y cinco años yendo a Fráncfort y nunca había vivido un éxito igual», proclama el editor.

Hace mucho calor en el Cadaqués canicular donde arranca «También esto pasará», casi tanto como en el Argel de «El extranjero»; tal vez la autora rumió el «Mamá ha muerto» camusiano, pero al final se impuso la reflexión generacional: «Por alguna razón, nunca pensé que llegaría a los cuarenta años», escribe. A quienes la emparentan con la Sagan de «Buenos días, tristeza», les responde socarrona que ella prefiere a Colette...

Pasión comunicante

Entre Eros y Thanatos, siempre la pasión comunicante: «Vivir sin admiración es como vivir en blanco y negro», afirma en un pasaje de la novela. El funeral de la madre editora compone el réquiem de los hijos de aquella Gauche Divine empeñada en que Barcelona se pareciese a París y la calle Tuset a la londinense Carnaby Street... La evocación de Esther Tusquets es, a la vez, un homenaje a toda una época: «La Gauche Divine terminó en 1975, cuando yo tenía tres años: pero siempre admiraré a la generación de mis padres, tan libres y valientes», declara Busquets.

Si alguien le replica que la mayoría era «gente bien» contraataca diciendo que unos tenían dinero y otros... no tanto: «La prioridad de entonces no era hacerse ricos, sino arriesgarse con cierta pasión por la vida. Cuando el dinero se convierte en el centro de las cosas da asco. Ahora somos más puritanos en todos los aspectos: nos falta pasión y sin pasión no vale la pena vivir, aunque tengas dinero y estés muy protegido».

La aparente ligereza de aquellos años le parece una forma de elegancia: «¡Vivir con ligereza y alegría es dificilísimo!». La rotundidad del aforismo no impide a la autora subrayar el componente frívolo de muchos de aquellos burgueses: «Algunos que se sientan por aquí –estamos en la tortillería Flash Flash del fotógrafo Leopoldo Pomés, puro Tuset Street- siguen diciendo ‘porfi’ y que están ‘mega-cansados’, como uno de los personajes de mi novela... No soporto a los tíos amanerados y perfumados», advierte con sonrisa cómplice.

Su generación

Las niñas y niños como Milena vieron a sus padres bañarse desnudos, cambiar de parejas y otorgarles una libertad con la que, en muchos casos, no sabían qué hacer: «Somos, creo, la última generación que tuvo que ganarse, a pulso, el interés o la atención de sus padres», concluye. Esther Tusquets y sus amigos «no consideraban que los niños fuesen una maravilla, sino un engorro, unos pesados a medio hacer. Y nos convertimos en una generación perdida de seductores natos». Para muestra, un botón: su madre nunca pisó la cocina y Milena y su hermano crecieron a base de quesos franceses y tartas de Sacha, prestigiosa pastelería del barrio burgués de Sarrià-Sant Gervasi.

Paradoja: cuando los invitaban a comer en casa ajena, las lentejas, el arroz a la cubana o los macarrones les parecían «los manjares más deliciosos del mundo». Nada de autocompasión, puntualiza: «Nunca me he creído lo de la pobre niña rica. Sencillamente, hay un momento en que culpamos a los padres y otro en que dejamos de culparles». Madre de dos hijos, Noé y Héctor, les ha transmitido los principios de la abuela: «Libertad, pasión y educación».

«También esto pasará» es una carta de amor-odio a una madre, Esther Tusquets, con la que se comunicaba mediante cartas y a la que ocultó su primera menstruación: «Para nosotras escribir era como respirar: conservo diarios lamentables desde los siete años y no creo que nada de lo que cuento en esta novela ella no lo supiera en vida». Al final se impone el amor: «Siempre le quise ahorrar la parte cutre de mi vida... Ella era muy germánica: cuando montamos las dos la editorial RqueR –con la que nos arruinamos-, me lo propuso por escrito».

Codiciada en la pasada Feria de Fráncfort por casi una treintena de editoriales, la novela ha sido contratada por las prestigiosas Gallimard (en marzo verá la luz en francés), Suhrkamp, Rizzoli o la británica Harvill Secker. «La parte del león económica ha venido de Estados Unidos, con Hogarth Press», nos susurra al oído la agente Soler-Pont. «Ser editora fue fascinante, pero ahora lo que me apetece es escribir...», añade Milena Busquets. Con tal grado de aceptación, no nos extraña.

Tras la muerte de su madre, pasó meses sin poder abrir un libro. El trauma está ya felizmente superado: «Cuando estoy mal leo o me dedico a comprar ropa: lo primero cunde más y sale más barato», ironiza. En cuanto al mágico y trágico Cadaqués, Milena se lo sabe de memoria… aunque, confiesa, le cuesta mucho volver.

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