LIBROS

«El vértigo horizontal», la ciudad de ninguna parte

Juan Villoro reúne artículos y crónicas en torno a la laberíntica capital mexicana, su muy querida patria chica

Juan Villoro es periodista, escritor y guionista
Juan Ángel Juristo

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Periodista, guionista, especialista en rock (a él se debe tanto el guion como la banda sonora de la película «Vivir mata» , de Nicolás Echevarría), personaje preocupado por los asuntos públicos hasta el punto de haber colaborado en la nueva Constitución de Ciudad de México , Juan Villoro (Ciudad de México, 1956) es, ante todo, uno de los grandes escritores latinoamericanos con que contamos hoy día.

Su obra abarca diversos géneros, desde el ensayo al teatro, pasando por la literatura infantil, las crónicas de viajes o la crónica futbolística (es un decidido y constante forofo del Barça) es en la novela donde Juan Villoro ha adquirido merecido prestigio desde que en 1991 publicó «Los disparos del dragón» , a la que siguieron «»Materia dispuesta y «El testigo», por la que se le concedió el Premio Anagrama en 2004, «Arrecife» y «El libro salvaje».

Humor y desastre, felicidad y apocalipsis se dan la mano en esta populosa urbe

Profundamente ligado a la ciudad en que nació, no es de extrañar que Villoro haya dedicado un libro, muchos son los artículos que ha escrito sobre ella, a México, la antigua DF convertida ahora en flamante nuevo Estado y que, retomando la enorme metáfora que dio el escritor francés Pierre Drieu La Rochelle a la Pampa, haya titulado el libro «El vértigo horizontal», proporcionando a la ciudad un estatus de marcada personalidad similar a la verticalidad de Nueva York, algo sumamente afortunado en un autor que tiende al aforismo acabado y a la imagen brillante.

Escritura aforística

Ni que decir tiene que «El vértigo horizontal» no frustra las expectativas que otorga su personalidad literaria: el libro es profuso en esa escritura aforística, lo que conviene en grado mayor a un espacio de más de veinte millones de habitantes que destruye por definición cualquier tendencia al análisis racionalista de ese paisaje.

No tenemos para ello más que citar el cartel que luce cerca de la catedral de México y del que el escritor venezolano Adriano González León hizo divisa de la capital mexicana: «Materialistas, prohibido estacionarse en lo absoluto», que es mera prohibición de que los camiones de carga y descarga se detengan en ese lugar. La frase la recoge Juan Villoro, cómo no, pero la inscribe en ese enorme puzle que es su libro , lleno de cosas así y capaces de romper la propia semántica del lenguaje en un juego de máscaras que es otra manera, una entre millares, de definir la ciudad de México. No es de extrañar: la ciudad que Alfonso Reyes definió como «la región más transparente del aire», y que título de esta manera Carlos Fuentes su primera novela con ánimo irónico, es uno de los lugares más contaminados del planeta y es raro ver el cielo durante buena parte del año.

Humor y desastre, felicidad y apocalipsis se dan la mano en esta ciudad que es justa metáfora de la vida . Juan Villoro ha escrito con ánimo benjaminiano un libro que se puede leer de muchas maneras, al modo de «Rayuela», de Julio Cortázar, dispensando así a cualquier tratado sobre la ciudad la condición de laberinto. Muchas son las partes de esta obra plenas de emoción, pero quizá haya dos especialmente dotadas, la que trata de los niños de la calle y la del terremoto que asoló la ciudad el 19 de septiembre de 1985. Un hermoso libro.

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