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Uno de los vídeos de Martha Rosler de la colección del MACBA
ARTE

En la trinchera (del MACBA) con Martha Rosler

El MACBA inaugura, coincidiendo con el Festival LOOP, una muestra que reúne una selección de obras de Martha Rosler de la Colección del museo. Una muestra que constata la actualidad y necesidad de su mensaje

BARCELONA Actualizado: Guardar
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El festival de vídeo LOOP celebra su decimoquinto aniversario proponiendo frenar este ritmo vertiginoso y devorador de imágenes al que estamos sometidos y echar un vistazo a cómo y por qué los artistas se interesaron por el lenguaje audiovisual. El MACBA participa exhibiendo once vídeos de Martha Rosler (Nueva York, 1943) fechados entre 1974 y 1997 a excepción del que da título y abre la muestra: «Prototipo: ¡Dios bendiga América!», realizado en 2006.

La exposición necesita de una visión contextualizada; eran los comienzos de una tecnología de grabación y edición accesible y manejable para un usuario no entendido, por lo que muchos artistas se hicieron con este lenguaje claro y directo que les permitía una mayor conceptualización y un considerable acercamiento a todos los cambios sociales que se estaban produciendo. De tal manera que una contemplación superficial nos llevaría a equívoco; no nos debe desorientar la precariedad de medios o la producción simple. El alejamiento del espectáculo o el efecto responde a una necesidad de aproximarse a la realidad. Rosler puntualiza que sus creaciones son como ella: «confusas y molestas», porque lo único que pretende es llamar la atención de lo que está pasando, sin el rigor del periodista ni el preciosismo elitista del Expresionismo Abstracto Americano denunciado por su generación.

Sin dejar títere con cabeza

Y es que Martha Rosler es de naturaleza activista y no deja títere con cabeza; se sirve del vídeo-arte para denunciar la guerra, la intromisión americana en Latinoamérica, la tortura y violación de los derechos humanos, la inseguridad y precariedad de los migrantes, la instrumentalización del cuerpo de la mujer o el uso racista de la ciencia. Todo ello impregnado de una mirada crítica hacia los medios de comunicación de masas (revistas, prensa, cine y televisión) y la publicidad del momento, cuya presencia incontrolada en la vida privada y pública le parece una influencia demasiado poderosa en la cultura contemporánea.

Rosler puntualiza que sus creaciones son como ella: «confusas y molestas», porque lo único que pretende es llamar la atención sobre lo que está pasando

Desde esa óptica, la obra pretérita de Rosler está plenamente vigente hoy. Los comienzos del nuevo milenio tienen en común con los años 60 que fueron periodos donde las democracias gozaron de un gran auge económico. El pueblo confiaba en este sistema de gestión y en unos representantes a los que les otorgaban toda la responsabilidad, el Estado del bienestar debía asegurar la inclusión social. Se produce así una dejación de vigilancia, una falta de control y acción que, según el filósofo Ranciere, el arte debe asumir para cubrir el hueco dejado por los agentes sociales.

El arte político de Martha Rosler analiza las carencias y vicios de las instituciones y se convierte en altavoz de colectivos vulnerables. No entiende el arte distanciado de la vida. Ha asumido el compromiso de visibilizar aquello que está ocurriendo desde una perspectiva ajena a los intereses del poder y no siempre presente en los medios. Estaríamos ante un arte necesario para abrir nuevos diálogos conceptuales e incorporar otros lenguajes artísticos; pero habría que preguntarse hasta qué punto la crudeza de la forma estilística es un medio eficaz para atrapar, emocionar y transmitir un contenido que, por otro lado, es imprescindible desvelar.

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