FLAMENCO

Tomatito: «Si le das "La leyenda del tiempo" a otro cantaor lo echan de España. ¡Era muy feo eso!»

El guitarrista, que acompañó a Camarón de la Isla durante dos décadas, publica «El concierto de Aranjuez» del maestro Rodrigo, una obra «muy complicada» que ya asaltó Paco de Lucía en 1991. «¡Qué fatigas paso tocándolo!», le confesaba

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Tomatito, en el tablao del Corral de la Morería de Madrid, poco antes de la entrevista Ángel de Antonio
Israel Viana

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En cuanto José Fernández Torres « Tomatito » (Almería, 1958) ve las dos entrevistas que ABC le hizo al maestro Joaquín Rodrigo en 1977 y 1986 impresas sobre la mesa del Corral de la Morería, se le enciende la cara: «¿Me las puedo llevar? Las leeré en casa tranquilito para enterarme de cosas que seguro que todavía no conozco de él, ahora que voy a empezar a tocar El concierto de Aranjuez en directo. ¡Buen rollo!», exclama.

Cuenta el guitarrista que nunca llegó a tocar en el famoso tablao donde se produce el encuentro: «No me pateé tantos tablaos de Madrid como otros guitarristas, porque empecé muy jovencito con Camarón, a los 16 años. Yo venía de la Taberna Gitana de Málaga, donde me crié y donde iban todas las figuras».

¿Recuerda el momento en que Camarón le llamó?

Él iba por la taberna y me había visto tocar alguna vez. Un día fue a Málaga para actuar en el Polideportivo Carranque y se quedó sin su guitarrista, Ramón de Algeciras . Entonces le dijo a su gente: «¿Y si llamas al niño del tablao para que me toque?». Al rato vino Miguel, un amigo común taxista, y me llevó, toqué y ya siempre...

Con solo 16 años pasó de tocar en una taberna para veinte personas a hacerlo esa noche, de repente, para miles...

¡Claro! Camarón ya era un figura en 1974. Había grabado seis discos con Paco de Lucía . Aquello fue improvisado, pero como yo había escuchado muchas veces los discos de ambos [tararea un cante de Camarón y una falseta de Paco de Lucía], pude tocarlo como cualquier chico de mi edad al que le gustaban Paco y Camarón. Y a partir de ahí, me siguió llamando.

De hecho, en la funda de su guitarra lleva una foto de Camarón con Paco de Lucía y no con usted. ¿Por qué?

Hombre, porque fueron los más grandes y, por debajo, estamos el resto. Tú me pondrás en la historia del flamenco donde quieras, pero ellos por encima, que no se te olvide nunca.

El adiós a Camarón

Las manos de Tomatito ya volaban cuando el irrepetible cantaor se enamoró del toque de aquel chaval menor de edad que se convirtió en su fiel escudero durante 18 años. Hasta que, en 1992, un cáncer de pulmón se llevó a este por delante con solo 41 años. Fue enterrado en San Fernando. Tomatito y Paco de Lucía se las vieron y desearon para mantener el féretro con el cuerpo de su amigo en volandas ante los más de 50.000 aficionados, en su mayoría gitanos, que acudieron a decirle adiós. En la localidad gaditana no habían visto a tanta gente desde el entierro del general Varela en 1951.

Tomatito lloró mucho aquel día. Había acompañado a Camarón por los cinco continentes y grabado sus principales álbumes desde 1979 a 1992, incluído La leyenda del tiempo. Y aunque otros cantaores como Enrique Morente , José Menese o Carmen Linares conocieron sus bondades, tras la muerte del gaditano, Tomatito supo que su carrera como guitarrista de acompañamiento se había acabado. «Después de Camarón… ¡déjate! Ya no quería tocarle a nadie más, con mis respetos a los otros cantaores», asegura.

Animado por el productor Pino Sagliocco, inició su carrera en solitario como guitarrista de concierto. Primero se aferró a la tradición y tocó por tarantos, bulerías, tangos y soleás. Y con el tiempo comenzó a buscar nuevos ritmos sin perder un ápice de pureza. Fue ahí donde empezó a brillar con luz propia hasta convertirse en uno de los artistas flamencos más reconocidos del mundo y realizar un sinfín de giras, desde Estambul a Moscú y de Nueva York a Tokio. Compartió escenario con figuras como Frank Sinatra, Elton John o George Benson y asoció su talento al de gran Michel Camilo para grabar varios trabajos cercanos al jazz con los que obtuvo sus dos primeros premios Grammy. Ahora se ha embarcado con la Orquesta de la Comunidad de Madrid para grabar «El concierto de Aranjuez» (Universal, 2019), uno de los pocos «retos» que le quedaban por cumplir.

Si Camarón estuviera vivo hoy con 68 años, ¿se habría acercado usted a la música del maestro Rodrigo o al jazz?

¡Noooo! Por supuesto que no. Que yo esté aquí hablando contigo es un accidente. Un accidente feo, desgraciadamente. Pero si no hubiera muerto, yo estaría contento tocando flamenco con él. No habría querido nada más. Habría estado con él toda mi vida.

¿Tan especial era?

Sí. Era un cantaor con una afinación perfecta. Los melismas que hacía eran preciosos y lo que recreaba, desde la base tan grande de flamenco que tenía, era una maravilla. Cantaba por tarantas y era una obra maestra. Todo era precioso. Le escuchaba y siempre pensaba que eso no se lo había escuchado a nadie antes. ¡Y Paco también se quedaba embelesado! Recuerdo los discos que hicimos los tres. Cuando Camarón hacía los primeros quejíos, Paco me miraba como diciendo: ¿¡pero estás escuchando eso!?

José Manuel Gamboa, guitarrista y Premio Nacional de Flamencología, dijo en ABC Cultural que «Camarón no fue rupturista de nada. Era un cantaor con un oído increíble, un genio, pero un cantaor clásico». ¿Comparte esta visión?

Estoy de acuerdo en que Camarón no fue un revolucionario, hablando estrictamente de su música, porque él era muy tradicional cantando. Pero, claro, él hacía los cantes mejor que el que los había inventado. Si un fulano inventó la taranta, él la cantaba más bonita y mejor. Así que... apaga y vámonos.

¿Y «La leyenda del tiempo»?

Camarón lo hacía todo muy bien. Ricardo Pachón [productor de ese disco y los primeros de Lole y Manuel] presumía de la «La leyenda del tiempo» y yo le decía: «Ricardo, si tú le das ese disco a otro cantaor, lo echan de España». ¡Era muy feo eso! Lo que pasa es que Camarón era tan bonito cantando que lo mejoraba todo. Si Camarón hubiera cantado «Mi carro me lo robaron» o lo que fuera… ¡uf! Tenía esa media voz tan bonita y afinadita... y era increíble cómo entendía las armonías y las cambiaba de un sitio a otro. Eso no lo hacía nadie antes. ¡Así que dale ese mismo disco a otro cantaor a ver qué hace!

¿Cuándo decide usted grabar «El concierto de Aranjuez»?

Viene de atrás, porque Paco de Lucía ya lo grabó en 1991. Yo estuve en la presentación en Torrelodones. El maestro Rodrigo estaba entre el público, pero no pude hablar con él. Después ya empecé a tocar con Michel Camilo esos estándares de jazz y otras cosas fuera del flamenco. Y al final, como todos los guitarristas curiosos, me fijé en esta obra que, al tocarla, es como… ¡ay!... lo he conseguido.

¿Cómo vivía Paco de Lucía «El Concierto de Aranjuez»?

Me decía: «¡Qué fatigas paso tocándolo!». Y se notaba, porque es una obra muy difícil.

La ha grabado tal y como el maestro Rodrigo la compuso.

Sí, cualquier versión habría sido un fracaso. Hay un refrán que dice: «No arregles lo que no está roto». Él lo hizo así y está precioso, así que no hay que cambiar nada. A lo mejor yo le doy un deje flamenco diferente al clásico [tararea el Adagio de Rodrigo], ¡pero ya está!

Paco se castigaba mucho. ¿Sufrió en Torrelodones?

Es un concierto muy esclavo que te obliga a estar bien de manos siempre y Paco se quejaba mucho. Después de Torrelodones decía que no quería tocarlo más. De hecho, lo hizo muy pocas veces después. Creo que una vez más en Japón. Y eso que él, con lo conocido que era, podría haber dado todos los conciertos que hubiera querido, en cualquier ciudad del mundo, con la obra de Joaquín Rodrigo. Pero dijo que no más, que con su flamenco tenía bastante.

¿Y los principales problemas que ha tenido usted?

Tiene saltos y un montón de cosas más. Hay que tocarlo mucho para que la mano se automatice y no vayas con la lengua arrastrando. Y hay partes que son complicadas con la guitarra… ¡muy complicadas, joder!

¿Lo pasó usted mal al presentarlo en Pamplona en agosto?

¡Muy mal! Cuando vi al director enfrente de mí con aquella gran orquesta me dio un miedo terrible [respira muy fuerte y rápido]. Lo pasé mal, fue un fallo detrás de otro. Al acabar estaba loco. Prefería que hubiera acabado antes, aunque la gente parecía encantada, porque luego hice medio concierto de flamenco y me desquité.

¿Con Michel Camilo habló alguna vez de la versión que hizo Miles Davis en 1960?

Sí. De hecho, él quería que lo hiciéramos para piano y guitarra. Hace poco me pidió que se lo enviara. Y me dijo: «Ya me estoy estudiando la parte de la orquesta para tocarla yo», pero no cuajó.

¿Nunca le afectaron las críticas de los puristas?

Nunca las leí ni me interesan, porque dejas de aprender. Me da igual que vengan a decirme que debo tocar así o asá. ¿Tengo que hacerte caso, tío? ¿No puedo tocar a Piazzolla? ¿Es que él no es músico? ¿El concierto de Aranjuez no es música para guitarra?

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