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Ronan Farrow: investigación brillante, libro decepcionante

El hijo de Mia Farrow y Woody Allen narra en «Depredadores» cómo logró destapar las agresiones sexuales del productor Harvey Weinstein

Ronan Farrow es reportero de investigación en «The New Yorker» ABC
Jaime G. Mora

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Hijo de Woody Allen y Mia Farrow , objetivo de los tabloides desde niño por el escándalo que siguió a la supuesta agresión sexual de su padre sobre su hermana, de 7 años, y el posterior matrimonio del cineasta con otra de sus hermanas, todos los pasos de Ronan Farrow (Nueva York, 1987) han sido escrutados con especial interés: su educación como niño prodigio en una escuela para superdotados, su titulación en Filosofía con 15 años, sus posteriores estudios en Derecho… Con 18 años ya trabajaba para la Administración Obama en el equipo de Richard Holbrooke , una leyenda de la diplomacia, y cuando se inclinó por el periodismo no tardó en presentar un programa propio en la NBC.

Farrow no había cumplido 30 años y ya era un periodista mediático; un chico de la televisión, como él mismo reconoce, «acaso un pelín obsesionado con ver su cara en la pantalla». Su programa duró un año y, tras cancelarlo, siguió colaborando con la cadena como periodista de investigación. Es en esta séptima vida donde Farrow ha encontrado por fin el lugar que de verdad quería ocupar, el de icono contra los abusos sexuales de los poderosos. Suya fue la exclusiva que desencadenó el movimiento del «Me Too»: las agresiones sexuales que el productor Harvey Weinstein cometió sobre decenas de mujeres durante años mientras la industria de Hollywood miraba hacia otro lado.

El mérito de Farrow por estas revelaciones es enorme. Periodistas de la talla de Ken Auletta o David Carr lo intentaron en el pasado, pero todos fracasaron. Sus investigaciones quedaron frustradas por el miedo de las mujeres a ver acabadas sus carreras si destapaban a Weinstein, por los contratos de confidencialidad con los que el productor compraba su inmunidad o por las campañas mediáticas que orquestaba para blindarse. El mérito de Farrow es aún mayor porque la NBC, para quien comenzó a investigar estos hechos, le ordenó que dejara de hacerlo cuando comenzó a reunir testimonios que incriminaban a Weinstein. Farrow, con un sentido de la oportunidad único y su buena dosis de ego, acudió a «The New Yorker», donde sí encontró el respaldo editorial y legal necesario para sacar adelante un tema de esta envergadura.

El reportero logró ampliar la investigación que en paralelo hizo «The New York Times» y consiguió destapar el método Weinstein: se valía de su posición de privilegio para atraer a actrices o colaboradoras a hoteles donde, con la promesa de apoyarlas en sus carreras profesionales, las forzaba a mantener relaciones sexuales con él. Si se resistían o se atrevían a alzar la voz, su futuro en Hollywood se desvanecía. «Eran los noventa –se excusaba Weinstein–. Lo hicimos todos». Tras hacerse públicos los primeros testimonios de Rose McGowan, Ambra Gutiérrez o Mira Sorvino , decenas de mujeres por fin se atrevieron a denunciar al productor, que hoy cumple condena por violación. Hacía falta alguien capaz de superar las enormes presiones de Weinstein y su extensa red de amigos poderosos, y ese fue Farrow.

Insisto en ponderar el valor de su exclusiva, por la que ganó un Pulitzer, porque el libro en el que cuenta cómo lo hizo, «Depredadores» (editado en formato electrónico por Roca Editorial) , es un insufrible ejercicio de vanidad. Hay en esta crónica tantas aventuras de «Superfarrow» que los relatos de las víctimas parecen un mero acompañamiento. «Depredadores» es él contra los jefes de la NBC que lo quieren silenciar, es él practicando en un campo de tiro porque los espías lo persiguen, es él y los «likes» en sus redes sociales, es él sin comer ni dormir, es él dando plantón a su novio: «Después del periodismo, el drama y llegar tarde eran mis grandes pasiones».

Por supuesto que desmonta esa cultura de impunidad que durante años ha amparado a ricos y famosos, pero lo hace en un libro mal escrito. Se lee fácil, eso sí, igual que una novela facilona, y tiene el morbo añadido de que revela otros casos de agresiones sexuales dentro de la propia NBC, pero el tono de «vendetta» es demasiado evidente. «Vendetta» contra Weinstein, contra sus jefes de la televisión y contra Woody Allen. Farrow escribe sabiéndose ganador de la guerra contra su padre . «Tú no tuviste tu reportaje», le dice en las últimas páginas Farrow a su hermana Dylan, quien tras muchos años de silencio se decidió a ponerse delante de una cámara y volver a acusar al cineasta, «y esta vez la gente la escuchó». Nadie como Farrow se mueve con tanta habilidad en estos tiempos de condenas mediáticas.

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