LIBROS

Robert Stone, territorio comanche

El autor neoyorquino retrata en «Dog Soldiers» los efectos de la guerra de Vietnam sobre la América de los inadaptados

El escritor Robert Stone
Jaime G. Mora

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Los personajes de « Dog Soldiers » (Malas Tierras), la novela con la que Robert Stone (Nueva York, 1937; Cayo Hueso, 2015) se confirmó como un retratista único de los disolutos años sesenta, se debaten entre la autodestrucción y el hedonismo. Son viejos bohemios a quienes la deriva de la década más libérrima los sorprendió perdidos en bares de mala muerte y chutándose heroína.

«En mis tiempos sí que había bohemios de verdad –dice un personaje pasado de rosca–. Y muy a menudo eran tipos realmente cultos, mecenas de las artes. Luego llegaron los "beatniks", que debían estar un escalón por debajo. Y ahora no hay más que putos "hippies" por todas partes». ¿Intentas escribir sobre América de manera consciente?, le preguntaron a Stone en una entrevista. «Sí. Ese es mi tema. América y los americanos».

Principios de los años setenta en Saigón. John Converse , a sus 35 años, escribe cuentos sin fuste y crónicas de la guerra para algunos periódicos de baja estofa. El protagonista de «Dog Soldiers», la segunda de las ocho novelas de Stone, ha ido a Vietnam para, «por decirlo de algún modo», encontrarse a sí mismo. Allí se descubre entre las miserias del sueño americano, en el mismo escenario que Stone vio en 1971, cuando fue a cubrir el conflicto como corresponsal.

«Fue trágico el modo en que la guerra de Vietnam agotó la energía de una nación, degradó los estándares de su idea del honor contra las odiosas ideologías del siglo XX y consumió las vidas de su juventud», dijo Stone en una entrevista. Afloró un submundo que involucró a diplomáticos, funcionarios y militares en el mercado de la droga: «Había muchos negocios turbios. Tampoco me resultaban particularmente íntegros los líderes y gurúes de la contracultura y de los movimientos antibelicistas».

No extraña que Converse se vea en esta novela con tres kilos de heroína y quiera hacer negocio en EE.UU., donde lo espera su esposa, una yonqui que regenta un cine porno. Converse implicará también a un exmarine descontrolado, quien se encargará de transportar la mercancía. Que todo va a salir mal es algo que se sabe desde las primeras líneas, cuando Converse conoce a una mujer que le advierte de que en Saigón «Satanás es muy poderoso».

Satanás/Saigón simboliza en esta obra premiada en 1975 con el National Book Award el reverso de los felices sesenta, y la droga es Vietnam. La entrada del alijo en territorio americano representa el regreso de una generación que ahora camina con pasos lentos y pausados. Están aturdidos, si no envenenados, por una guerra que les ha enseñado que la existencia es una trampa. «Mira, tío –escribe Stone–, ¿quién sabe por qué hacemos las mierdas que hacemos?».

El autor neoyorquino retrata en esta divertidísima y, a ratos, delirante novela, la violenta persecución de Converse y los suyos por parte de un policía corrupto y dos compinches. El desenlace tal vez sea lo de menos: aquí no hay buenos ni malos; todos se sienten a gusto en la oscuridad. En el encuentro de Converse con su madre senil, Stone desentraña la confusión que rodea a estos inadaptados. «¿Eres tú?», le pregunta ella. «No eres tú», insiste convencida. «Pero estás en Vietnam». Ya no, responde Converse. «He vuelto». Ninguno de los dos miente.

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