LIBROS

Stephen Dixon en los márgenes

El autor neoyorquino vuelve a experimentar con «Historias tardías», una colección de relatos sobre la vejez que se deben leer como una novela

Jaime G. Mora

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El primero de los treinta y un relatos que conforman «Historias tardías» (Eterna Cadencia, 2018) comienza con la muerte de Abigail, la mujer del protagonista. «Su esposa muere, los labios ligeramente separados, un ojo abierto», escribe Stephen Dixon (Nueva York, 1936). En la segunda frase retrocede a la escena anterior: «Él golpea la puerta del dormitorio de su hija menor y le dice: “Sería mejor que vinieras. Parece que mamá está por fallecer”». La historia da otro paso atrás en el siguiente pasaje: «Su esposa entra en coma tres días después de haber vuelto a casa y sigue así durante once días».

Ahora entiendo el título, «Esposa en reversa». Dixon contará después cómo a Abigail una neumonía le complicó su estado de salud, y cómo una esclerosis múltiple la obligó a sentarse en una silla de ruedas. Antes fueron sus dos hijas, y la boda, y la primera cita, y el día que se conocieron: «Después de que ella se ha ido, piensa: “Esa mujer va a ser mi esposa”».

A Stephen Dixon la crítica le ha puesto la etiqueta de escritor experimental, o de escritor de escritores, que es la manera de referirse a quienes escriben sin concesiones, sin que les importe quién o cuándo les editen, y mucho menos si venden o no. Dixon ha podido hacerlo durante las últimas décadas, desde que se dedicó a la enseñanza universitaria. «Así fue como no tuve que escribir basura», dijo en una entrevista. «No trato con agentes y los agentes no quieren tratar conmigo, porque mis libros no generan ganancias. Los editores me dicen: “No sabríamos cómo venderte”. Eso está bien».

Desde el principio supo que no quería escribir como el resto de escritores, y su carrera se explica como un intento de buscar el modo de hacerlo diferente. No es causal que «The New Yorker» nunca le haya publicado un relato. A sus 82 años acumula una treintena de títulos en los que busca huir de esa «escritura elegante, autoconsciente», dice: «Ni siquiera me gusta la escritura descriptiva. No quiero nada que frene la lectura».

« Historias tardías » es una nueva oportunidad para sentir que se ha descubierto a un escritor secreto, y que sin embargo siempre ha estado ahí. Estructurado en una treintena de relatos que se pueden leer de forma independiente –varios han sido publicados en distintas revistas–, Dixon insiste en que este libro es una novela.

El protagonista de todos los cuentos es Philip Seidel , un escritor que, como Dixon, ha perdido a su mujer, después de treinta años juntos. Seidel también es un profesor jubilado que vive en Baltimore y dice cosas que diría un escritor de escritores: «Sabes… a veces pienso que mi obra solo está destinada a ser escrita, no leída». En estas «Historias tardías» el autor neoyorquino aborda distintos momentos en la existencia de un hombre que ya se siente viejo.

Ya sea retornando a su adolescencia, recordando sus momentos más felices con Abigail o imaginando qué otras vidas podría haber tenido, Seidel ha empezado a entender que ya todo va demasiado rápido para él. Todo acaba. Sus dedos le marcan la cuenta atrás: antes escribía con los cuatros dedos de su mano, luego con tres y ahora con dos. Eso eso también coinciden Seidel y Dixon, que ya solo puede teclear con el dedo índice. Suficiente para seguir buscándole nuevas vueltas a su literatura.

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