ARQUITECTURA

Philip Johnson, el chismorreo intelectual

Al primer arquitecto laureado con el Premio Pritzker, un autor provocador que comparaba la disciplina con la prostitución de lujo, dedica Phaidon una biografía visual aireando todos sus aciertos y miserias

Philip Johnson alternando con Jackie Onassis

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Philip Johnson (Cleveland, 1906-Connecticut, 2005) fue uno de los individuos más indiscutiblemente importantes de la arquitectura del siglo XX. Personaje antes que arquitecto. Provocador que supo amoldarse al devenir de los tiempos y que logró también que los tiempos se amoldasen a él. Algo más allá del arquitecto estrella. Uno de esos astutísimos estrategas de sí mismos, mezclas desmesuradas y únicas de vanidad e inteligencia, capaces de sacar provecho de todas sus contradicciones, que contribuyeron a dar forma a la centuria.

Que durante su vida, su perfil de miembro de la jet-set y de intrigante que se dedicaba a ventilar trapos sucios ajenos mientras almorzaba en el restaurante Four Seasons -diseñado por él- se antepusiera a su carrera como arquitecto, no resta en absoluto valor a esa trascendencia. La celebridad descansa con más firmeza sobre los relatos apócrifos que en las realidades contrastadas, y Johnson fue, como dice su biógrafo Mark Lamster , «un intelectual y un cotilla» que no veía tan diferentes ambos campos. El chismorreo podía ser también algo intelectual.

La Casa de Cristal , en New Canaan (1949), una de sus obras fundamentales y su propia residencia, construida dos años después de la Casa Fansworth , de Mies , dio pruebas de su sagaz oportunismo: de su talento para estar siempre en el lugar indicado con el estilo y la forma adecuados. No negó que la idea original era de Mies, y que fueron sus bocetos los que le empujaron a proyectar su propia casa de cristal. De ella escribió el crítico de arte Calvin Tomkins que era su mejor trabajo, con el que demostraba que «desde el principio de su carrera, el mejor cliente de Philip Johnson ha sido siempre Philip Johnson».

Como un camaleón

«Soy un camaleón», admitía, y siempre lo fue. En Nueva York, fue primero radicalmente moderno junto a Mies van der Rohe , con quien colaboró en el diseño del edificio Seagram, y luego posmoderno, junto a John Burgee en el edificio AT&T, una irónica imitación de un mueble Chippendale .

La Casa de Cristal

Jamás escondió ser homosexual, ni tampoco que simpatizó en exceso con el nazismo en los años 30. Ideólogo antes de ser arquitecto, fue crítico e inventor de estilos. Cuando el posmodernismo decaía, su astuta visión y su habilidad para crear marcas le llevaron a reunir a un heterogéneo grupo de arquitectos en cuya obra se traducía la filosofía del deconstructivismo. Muchos de los que hoy gozan de su propio estatus de celebridad fueron aupados por él, aunque podría asegurarse que ninguno de ellos ha sido capaz de replicar su misma forma de poder.

El material que Ian Volner reúne en este volumen segmenta a Johnson en hijo, viajero, moderno, político, arquitecto, socialité , transformador, coleccionista, posmoderno e icono, creando a través de todo ese repertorio visual conexiones, referencias e ilustraciones cuya intensidad y nitidez para comprender al personaje sería más débil en una biografía eminentemente textual; y particularmente necesaria en una figura que, como a él, obsesionado con la arquitectura y el estatus, hay que leer más próxima al espectáculo y lo mundano que a lo grave y académico.

Recorrer el siglo

Comprender quién y qué fue Philip Johnson, de quien el New York Times escribió que era considerado «el decano de los arquitectos estadounidenses», y del que el crítico Paul Golderber pensaba que «no fue de ninguna manera el mayor arquitecto de su tiempo, pero sí, sin duda, la mayor figura arquitectónica» , no se explica únicamente revisando sus edificios, como el Pennzoil Place , el Lipstick o el Bank of America Center , ni sus proyectos culturales para el MoMA , el Lincoln Center o el Amon Carter Museum .

Es necesario verlo viviendo y recorriendo el siglo, conociendo la arquitectura de la Antigüedad y también la de su tiempo, y ofreciendo elegantes fiestas en su Casa de Cristal, alternando con Jackie Onassis , o en una instantánea tomada por Andy Warhol . Percibirlo frente a un escritorio, dibujando o leyendo. Contemplar las cubiertas de monográficos sobre su obra y leer las palabras de críticos y otros arquitectos hablando sobre él.

Hegemónico, fue el primer laureado con el primer Premio Pritzker en 1979, seguramente en un beneficioso arreglo para premio y premiado. Entre sus sentencias más memorables ha quedado ésta, resumiendo su ética profesional: «Los arquitectos somos como prostitutas de lujo. Podemos rechazar proyectos como ellas rechazan a algunos clientes, pero los dos tenemos que decir que sí a alguien si queremos seguir en el negocio».

La persistencia de su imagen como el gran exhibicionista lenguaraz de la arquitectura norteamericana es algo que, como aquí dice Volner, Johnson mismo habría deseado, pero avisando de que tal vez sin él la arquitectura americana de la segunda mitad del siglo XX nunca habría sido un ambicioso y enérgico proyecto cultural.

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