LIBROS

«Petit Paris», nadie es quien parece ser

Justo Navarro recupera a su comisario Polo y lo sumerge en el París laberíntico de la ocupación nazi, poblado de ambiguos personajes y donde se ventilan muchos oscuros intereses

El escritor granadino Justo Navarro Toni Albir

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La ciudad literaria que es París ha sido visitada muchas veces por novelistas españoles en diferentes estilos. Pero hay un momento y un género que están siendo especialmente fértiles en los últimos años. Me refiero al de la ocupación nazi y al género de la novela de espionaje. «Petit Paris», de Justo Navarro , a la que más se parece de las españolas en cuanto a la orfebrería estilística (si bien menos cuidadoso de la claridad de la trama urdida) es a «Sabotaje» de Arturo Pérez-Reverte. Antes de ellas hay dos que merecen nombrarse porque también atendieron a ese estado de indecisión de los personajes respecto a lo valores que defender: «Los días frágiles» (2003), de Carlos Pujol, que narra los movimientos de la gente parisina dos días antes de la entrada de las tropas de Hitler, y «Paris, Suite, 1940» , de José Carlos Llop, centrada en las actividades mercantiles de González Ruano con las necesidades de judíos que habían de huir precipitadamente.

Tanto el Falcó de Pérez-Reverte como el comisario Polo de Justo Navarro, que tienen en común ser espías a las órdenes del franquismo, se encuentran inmersos en esa gran ciudad en una etapa en el que pululan por sus hoteles, cabarets, estaciones de tren y metro, personajes de distinta calaña que comparten el mecanismo del disfraz y que resultan todo menos confiables. Alemanes, españoles franquistas y republicanos, franceses vendidos del Régimen de Vichy, franceses fieles a la República. Nadie es quien parece ser, y todos se miran unos a otros . Cada escritor desarrolla para este mundo del espionaje una opción estilística que ha influido mucho en el desarrollo de la trama.

«Vendettas»

Para entender y apreciar la de Justo Navarro hay que remontarse al antecedente de esta novela, «Gran Granada» (2015) , en que vimos a su comisario Polo metido en la intricada red del mundo provinciano durante el franquismo, donde detrás de los valores oficiales bullían intereses y relaciones inconfesables, debilidades que Polo, a punto de jubilarse, mira con impía y desencantada lucidez. Precisamente la trama de «Petit Paris» tiene el punto de partida en unos kilos de oro que un señorito granadino dice que le ha birlado un espía al que se supone en París, a donde marcha Polo en su búsqueda. La imagen que mejor conviene al desarrollo novelístico es la de laberinto.

Polo se pone a tirar de hilos que ni siquiera él maneja , porque hay muertes inexplicadas, coincidencias de personajes que no pueden ser casuales, un ayudante muy bien trazado, apellidado Palma, que no termina de ser limpio. De repente Polo, acostumbrado a tener las claves de cuanto investiga, carece de ellas y se ve enredado en las urdimbres dibujadas por los distintos intereses en juego. No son mayoritariamente políticos, aunque está la Gestapo y un oficial de excelente traza como Heidenrreich, porque hay «vendettas» debidas a deudas de juego, trapicheos con obras de arte fruto de los expolios, desapariciones de las que no estamos seguros.

Mucho miedo

Y miedo, mucho miedo en todos. Casi lo único que termina siendo claro en esta novela es la gana que Polo tiene de volver a Granada y salir de un laberinto que le es ajeno. He de advertir que tenemos que aceptar las reglas de la entrada en este laberinto en el que Justo Navarro ha querido meterle, sin que haya propuesto hilo de Ariadna conocido. En este sentido, pareciéndosele mucho en cuanto a atmósferas a «Sabotaje», de Pérez-Reverte, adolece de despreocupación hacia el lector, a quien le costará a menudo seguir el hilo. Pero lo que ocurre es que tal dificultad no es fruto de impericia alguna, pues hay pocos escritores tan bien dotados como Justo Navarro para armar una novela .

Parece fruto de una opción deliberada por hacer vivir al lector ese desasosiego de los protagonistas de recorrer las alternativas e ir topándose con pasillos cerrados y falsas pistas, fruto de las metamorfosis de tantos. Con todo, creo que Justo Navarro ha conseguido su propósito de hacernos ver la complejidad de un mundo de máscaras e intereses, donde ninguno es malo ni bueno , porque todos quieren ser a un tiempo supervivientes del caos.

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