LIBROS

Una novela de Almudena Grandes que se deja leer como un novelón

La escritora ha compuesto la mejor historia de las que configuran sus «Episodios de una guerra interminable»

Almudena Grandes (Madrid, 1960) recibió el Premio Nacional de Narrativa en 2018

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La que lleva por titulo «La madre de Frankenstein» me parece la mejor de las cinco novelas aparecidas de la serie «Episodios de una guerra interminable», destronando a la hasta ahora mi preferida, «El lector de Julio Verne» (2012). No resulta casual que, siendo ambas novelas largas, sean las dos en las que Almudena Grandes ha contenido más su proverbial gusto por la amplitud de los meandros narrativos, consciente como es de su habilidad de narradora nata, en la estirpe de la novela decimonónica mal llamada realista. Como ocurre con las otras novelas de posguerra, Almudena Grandes trata diferentes asuntos de los dos años en que se centra (1955-1956), la locura en el manicomio femenino de Ciempozuelos de Aurora Rodríguez Carballeira, figura histórica que asesinó a su brillante hija Hildegart, suceso que ha recibido tratamientos literarios anteriores tanto de Fernán Gómez y Rafael Azcona como de Fernando Arrabal. Hay una opción real de Grandes por separarse de estos precedentes, y de hecho se interesa mucho por la personalidad de la enferma, más allá del caso del asesinato. Traza una excelente figura, a la que concede pasajes muy logrados como narradora.

Junto a ella sobresalen los otros dos narradores: la auxiliar de enfermería María Castejón, con la que Almudena Grandes homenajea la Fortunata galdosiana , y el psiquiatra Germán Velázquez, que como profesional modernizador de la psiquiatría española adeuda mucho a la figura de Carlos Castilla del Pino , cuyos dos excelentes libros autobiográficos denunciaron los déficits por los que una autarquía profundamente ideologizada había mantenido aislada a la psiquiatría española durante la posguerra. Junto a Velázquez hay otros dos personajes de gran interés, como son el psiquiatra homosexual, Eduardo Méndez, y José Luis Robles, quien jugó bazas políticas posibilistas.

Galdosiana

Los contextos de la indigencia radical de las enfermas , pero también la política siniestra del nacionalcatolicismo, permite a Almudena Grandes una radiografía crítica que no disimula nada su militancia (nunca lo hace Almudena Grandes) pero lo enriquece con figuras de gran calado humanista como la monja hermana Belén, superiora del manicomio, cuya complicidad con Velázquez proporciona uno de los momentos álgidos de la novela, mostrando el camino de cómo el humanismo podía defenderse tanto desde la laicidad como desde la piedad religiosa. Como contrafiguras la hermana Anselma y el padre Armenteros protagonizan cruzadas impías que dejan helado el corazón del lector.

Los «flashback» narrativos que recorren la vida en el exilio suizo del Germán Velázquez permiten a Almudena Grandes adentrarse en la excelente figura del psiquiatra judío alemán Samuel Goldstein, quien es maestro y mentor de Velázquez, pero cuya trama familiar proporciona excelentes páginas de la vida de los judíos exiliados de Alemania y la difícil supervivencia del laicismo de Goldstein frente su mujer e hijas, cuando la tragedia del Holocausto se cierne sobre ellos. «La madre de Frankenstein» ejecuta una doble condición de estilo en que Almudena Grandes reina: el trazado de los personajes; es una novelista de personajes y ambientes, propiamente galdosiana por ello. La otra es su habilidad como constructora de tramas , en una novela que se deja leer como novelón, pero donde esta vez ha evitado el abigarramiento. Por tal cosa me ha parecido excelente.

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